Apuntes Globales

Tamaulipas: la gota que derramó el vaso

Los estadounidenses víctimas en Tamaulipas son el chispazo que prendió el barril de pólvora que constituía la crisis del fentanilo que se fue forjando en los últimos cinco años.

El año pasado 108 mil estadounidenses murieron por sobredosis de opioides. Aproximadamente, 70 mil por utilizar fentanilo. Una parte sustantiva de esta morfina sintética entra por la frontera sur de Estados Unidos. Por su gravedad, este año la crisis del fentanilo llegó a los grandes centros de poder en Washington: la Casa Blanca y el Capitolio.

La capital del vecino país está preocupada e irritada con México.

“México tiene que hacer más para detener el daño que esto está causando (el fentanilo)”, señaló Anne Milgram, la directora de la Agencia para el Control de Drogas (DEA), en febrero pasado en la audiencia convocada por el senador Bob Menendez (demócrata-Nueva Jersey) en su calidad de presidente del Comité de Asuntos Internacionales. Una semana antes, el 7 de febrero, en su mensaje anual al Congreso, el presidente Joe Biden arremetió: “Introduciremos graves sanciones para detener el fentanilo en la frontera”.

Como parte de la respuesta legislativa, unos días antes del evento en Tamaulipas, dos representantes republicanos, Dan Crenshaw (Texas) y Michael Waltz (Florida) introdujeron una resolución otorgándole al Ejecutivo autoridad para utilizar al Ejército en combatir a los cárteles mexicanos. La resolución, que simplemente expresa un sentir del Congreso y, por tanto, no tiene dientes, se inspira en un proyecto de ley, H.R. 2600 Drug Cartel Terrorist Designation Act, introducida en la legislatura anterior, la 117.

Es decir, el vaso estaba lleno y la noticia de que cuatro estadounidenses que hacían turismo médico fueron secuestrados en Matamoros, Tamaulipas, dos de ellos asesinados y los otros dos heridos, acabó siendo la gota que derramó el vaso lleno de la ira de Washington hacia un vecino del sur que, por lo menos, ha sido negligente en la introducción clandestina del fentanilo.

Los tiburones del Congreso, como el senador Lindsey Graham (republicano-Carolina del Sur), se lanzaron con todo: “México es un Estado narcoterrorista. Es un paraíso para los cárteles. Si México no hace nada, nosotros lo tenemos que hacer… incluyendo todas las respuestas, incluso la militar”. Los cuatro visitantes de Tamaulipas eran de su estado.

Destaca que la noticia sobre de los cuatro estadounidenses secuestrados en México llegó a ser la más leída o vista en varios diarios y canales televisivos.

La violencia en México y lo que se percibe, falta de capacidad y voluntad para frenar el “veneno” que está afectando seriamente a la sociedad estadounidense, alimenta la tradicional narrativa republicana: no queda otra que ir a la guerra contra las drogas. Hay que aniquilar a los cárteles. Es la respuesta del “hombre macho” que inventó Richard Nixon al arrancar los 70, y reafirmada por Ronald Reagan y Donald Trump.

Todos vamos a perder. La guerra contra las drogas sólo ha traído bajas en el sur y en el norte de la frontera.

Se ve difícil, no imposible, que el Ejecutivo estadounidense llegue a designar a los cárteles mexicanos terroristas. O bien que el Congreso apruebe una legislación en ese sentido. La crisis, sin embargo, ya se precipitó.

Los republicanos en campaña electoral, como el exsecretario de Estado y exdirector de la CIA Mike Pompeo, se presentan como quienes entienden la violencia que plaga al vecino del sur y ofrecen su “mano dura” para aplacarla. Trump, quien lleva la delantera en la contienda presidencial de 2024, no tarda en arremeter contra nuestro país.

En este tema, el presidente Biden no puede mostrarse ni paciente ni conciliador. Es demasiado tentador el populismo-nacionalismo punitivo.

No sorprende que AMLO caliente más las cosas. Lo de él es pelear y descalificar. Invita a defender la soberanía. Pero ésta se defiende con Estado y con acciones concertadas con el vecino del norte. Tuvo cuatro años para tener un plan binacional para entrarle con la fuerza y la estrategia que se merece el fentanilo. Ahora ya es tarde.

Las víctimas de Tamaulipas son el chispazo que prendió el barril de pólvora que constituía la crisis del fentanilo que se fue forjando en los últimos cinco años.

Hoy la relación bilateral está en jaque. Las fronteras van a sufrir. Quién se va a querer animar a hacer turismo médico en nuestras ciudades fronterizas.

De seguir la escalada verbal, hasta la propia inversión de Tesla está en juego. Es la hora de la diplomacia, no de nacionalismos populistas.

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