Apuntes Globales

Contaminación y los días que no doy una

Resulta que a menudo nuestro bajo rendimiento está explicado por la contaminación ambiental. Y lo relevante es que está probado científicamente, escribe Rafael Fernández de Castro.

Hay días que nos sentimos que no damos una. En mi caso no comunico bien a mis alumnos o no me siento con la energía y destreza para resolver los múltiples problemas que me presentan a diario los investigadores de mi centro. Para la chef tiene que ver con el día en que la misma receta no le queda para chuparse los dedos, o bien para el político podría ser el día que perdió los estribos ante los medios de comunicación.

Generalmente asociamos esta falta de energía a un problema inmediato como puede ser una mala noche, un pleito con nuestra pareja o con un jefe o empleado; o bien la cada vez más común explicación: depresión.

Pues no señores capitalinos. Resulta que a menudo nuestro bajo rendimiento está explicado por la contaminación ambiental. Y lo relevante es que está probado científicamente. Las partículas suspendidas en el ambiente y los altos niveles de ozono afectan nuestro desempeño diario.

El doctor en Agricultura y Recursos Económicos, Joshua Graff Zivin, mi compañero profesor en la Universidad de California en San Diego, ha demostrado esta incidencia de la contaminación en el bajo rendimiento.

Esta es la historia de Josh y su fascinante agenda de investigación.

Como estudiante doctoral, tenía dos pasiones: calcular todo lo que se le ponía enfrente y correr maratones. En un año, se chutaba más de mil millas.

Documentó con obsesión religiosa todos los datos de sus largos y cotidianos entrenamientos durante varios años. Y me comenta: "no había que ser un estadístico de gran categoría para darse cuenta de que había una marcada variabilidad en mi desempeño de corredor día con día. Más pronto que tarde, con ese espíritu preguntón que requieren no sólo los periodistas sino también los científicos, se obsesionó por entender la variabilidad de sus entrenamientos.

"Se preguntaba— ¿Mi mal desempeño de hoy tendría que ver con que la noche anterior había tomado varias chelas con sus cuates de la preparatoria que lo fueron a visitar a Berkeley? Eureka. Había leído que altos niveles de contaminación pueden causar graves daños por lo que uno podría acabar en el hospital, ya sea con ataques cardíacos o con otros graves problemas de salud."

La pregunta que se formuló fue: ¿qué tal si bajos niveles de contaminación llevan a modestos problemas cardiovasculares y respiratorios, los cuales podrían explicar el deficiente rendimiento en algunos entrenamientos?

Josh tenía entre manos lo que sería su primera gran agenda de investigación. ¿De qué manera los niveles de contaminación bajos (no alarmantes) pueden afectar las actividades diarias y retardar el crecimiento económico y la prosperidad?

No lejos de Berkeley, el Valle Central de California, sería el laboratorio de Josh. En ese valle plagado de mexicanos se paga generalmente a destajo. Es decir, el tanto que coseches, el tanto que te pago. La suerte de principiante fue que la Agencia de Protección Ambiental (EPA por sus siglas en inglés) tenía una estación de monitoreo ambiental en el valle. Josh se las ingenió para que le facilitaran los datos de tal manera que pudiera analizar cómo fluctuaciones diarias de contaminación afectaban la productividad del trabajador.

Los modelos que diseñó arrojaron evidencia contundente–la contaminación disminuía en 5 por ciento la productividad. Podría parecer bajo, pero estadísticamente es categórico y sus efectos son mayúsculos en cuanto a la productividad agrícola.

Las autoridades de la Ciudad de México no se espantarían por los resultados de Josh, pues es evidente que los campesinos trabajan al aire libre, y por lo que han optado en estos días de altísima contaminación es que los niños no hagan actividades al aire libre.

Se equivocan rotundamente me explica Josh. Partículas finas de polvo de la contaminación fácilmente penetra al interior de los edificios. Los modelos dan evidencia que también esta contaminación afecta el rendimiento, incluyendo la productividad, así como la capacidad de concentrarse y pensar críticamente.

Lo importante es que los impactos de bajos y desde luego altos niveles de contaminación afectan lo que se conoce como capital humano, es decir, el insumo que ponemos los humanos –ya sea intelectual o físico—en el proceso productivo.

Lo que urge hacer en México es documentar qué tanto está afectando nuestra salud y productividad la contaminación y con esa evidencia que seguramente será no sólo terrible sino temible, desarrollar una estrategia urgente para que nuestra ciudad pueda ser un sitio en donde los chilangos podamos desarrollar nuestras capacidades humanas de una manera plena. No más, no menos.

La contaminación se acepta como un producto del desarrollo económico. El problema es que la contaminación limita el propio desarrollo. Se requiere un futuro sustentable en que la contaminación no frene, como lo hace ahora, el bienestar y la productividad de nuestra capital.

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