Apuntes Globales

El “quid pro quo” podría hundir a Trump

Rafael Fernández de castro comentó que las audiencias de esta semana son un triste espectáculo partidista.

El testimonio del embajador Gordon D. Sondland podría ser el parteaguas que los demócratas estaban buscando en las audiencias públicas que se realizan en Washington conducentes al juicio de desafuero del presidente Donald Trump.

El embajador ante la Unión Europea (UE), Sondland admitió en su testimonio del miércoles pasado que hubo un "quid pro quo" con Ucrania. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, sería invitado a la Casa Blanca y se liberarían los fondos de ayuda (397 millones de dólares) a ese país, siempre y cuando sus autoridades anunciaran que habría dos investigaciones, una sobre la posible involucración de hackers ucranianos en la campaña electoral de Estados Unidos en 2016 y la otra sobre la posible corrupción de Hunter Biden, quien participaba en el consejo de la empresa más importante de energía, Burisma Holdings Ltd.

El testimonio de Sondland también fue de gran relevancia pues implicó a los más cercanos colaboradores del mandatario en su intento de chantaje al gobierno de Ucrania –el vicepresidente Mike Pence, el secretario de Estado, Mike Pompeo, el jefe de la oficina de la Casa Blanca, Mick Mulvaney, y John Bolton, el consejero de seguridad en ese momento. "Todos estuvieron informados de los acontecimientos", señaló.

La aceptación del "quid pro quo" por Sondland se volvió viral en las redes sociales demócratas. Los analistas más destacados en la prensa prestigiada como Peter Baker de The New York Times o Dan Baltz de The Washington Post no vacilaron en señalar que la declaración del embajador será el parteaguas en el proceso hacia el juicio de desafuero.

Baltz escribió "Ha habido muchos momentos dramáticos en la presidencia de Trump, pero quizá ninguno tan importante como el del miércoles, el del convincente testimonio de Gordon Sondland. Baker señaló que escuchó "un eco de Watergate en la acusación de Sondland" considerando que puede ser el "momento John Dean para Trump." Dean, siendo consejero legal de Nixon, fue el primer colaborador que aceptó que hubo un crimen, lo que abrió la pauta a la renuncia de su jefe.

Mi percepción es que la declaración de Sondland será muy importante, pero no un parteaguas. No será momento Sondland para Trump, aunque sí fortalece la acusación de los demócratas.

La diferencia entre Watergate y el chantaje al gobierno de Ucrania consiste en la actual polarización de Washington. Si bien ya el embajador Sondland fue una especie de John Dean, no parece ser que ningún senador republicano esté dispuesto a romper el alineamiento para defender a Trump. Es decir, no aparece en el horizonte actual un senador que pudiera repetir la hazaña de Howard Baker (Republicano de Tennessee), quien siendo cercano a Nixon, decidió hacer historia cuestionando a Dean hasta lograr "la verdad" que implicaría la renuncia de Nixon.

Los republicanos de Trump utilizaron otra declaración de Sondland que les convenía para virilizarla en sus redes sociales. El embajador mencionó que en una llamada telefónica con Trump el 9 de septiembre pasado, éste precisó, "No hay quid pro quo…no espero nada del presidente de Ucrania." Sin embargo, la declaración de Sondland virilizada por los republicanos tiene pies de barro. Se dio cuando la Casa Blanca ya había sido informada que había un "informante" que estaba filtrando sus preocupaciones de un posible chantaje al nuevo líder de Ucrania.

A partir de la declaración de Sondland, los republicanos han modificado ligeramente su línea de defensa. De afirmar que no hubo ninguna violación, a señalar que lo que pasó en Ucrania es irrelevante y que los demócratas sólo buscan acabar por la mala con la presidencia de Trump.

Mi resumen de las audiencias de esta semana es que son un triste espectáculo partidista. Los republicanos fingen no entender las evidencias que los testigos señalan y siguen argumentando que los demócratas quieren acabar por vías legales lo que los electores en 2016 les entregaron, la presidencia de los Estados Unidos.

En un sistema político en que uno de los dos grandes partidos se niega a aceptar la evidencia, hay una grave falla sistémica que demuestra que la democracia ejemplar del mundo contemporáneo está dejando de funcionar.

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