Apuntes Globales

El trasfondo del impeachment II

Biden está dando la impresión de que no está interviniendo en el proceso para enjuiciar a Trump. Su mensaje es: yo en lo mío.

La Cámara baja ni rauda ni perezosa votó por desaforar una segunda vez a Donald Trump. En esta ocasión, 10 representantes republicanos votaron a favor del juicio de desafuero. Sin embargo, el Senado es el recinto que se convierte en jurado y éste volverá a reunirse hasta el 19 de enero, un día antes de que tome posesión Joe Biden; es decir, no habrá tiempo de enjuiciar a Trump antes de que deje el poder.

¿Qué buscan los demócratas con este segundo juicio de desafuero? ¿Qué lograrán con sus esfuerzos y cuáles serán los costos de hacerlo?

Primero, Nancy Pelosi (demócrata-California), recién reconfirmada vocera del Congreso, ha insistido en fincar responsabilidad a quien instigó este acto de vandalismo sin precedente en el corazón de la democracia del vecino país: el Capitolio. Se trata de poner un escarmiento y evitar que una barbarie de esa magnitud se vuelva a cometer. De eso se trata el juicio de desafuero: ir tras el líder de la rebelión; no dejar impune al mandatario que cometió un acto de traición.

Pero también se trata de asegurar que Trump quede invalidado para la política, pues a pesar de los desastres que cometió como mandatario sigue siendo el hombre fuerte del Partido Republicano y es adorado por el sector radicalizado de su base. Él lo dice sin disimulo: nos veremos en la elección de 2024.

El proceso es complicado. El Senado, convertido en jurado, tendría que encontrar culpable al presidente con un voto calificado de dos terceras partes del recinto; es decir, 17 senadores republicanos son necesarios para inculpar a Trump. Si se da el desafuero, se podrá proceder a una votación para invalidar su regreso a cualquier puesto de elección popular. Esta votación sería por mayoría simple.

El verdadero problema del impeachment II es que afectaría los primeros 100 días de Biden. Estados Unidos está en plena emergencia. La pandemia del Covid-19 está devastando regiones enteras y el rescate económico no acaba de fluir. El martes pasado perecieron 4 mil 200 personas por el coronavirus, un nuevo récord diario, y la semana pasada un millón se declararon desempleados, lo que no pasaba desde agosto.

Un ejemplo concreto de esta disyuntiva –gobernar o enjuiciar– está en qué hará el Senado el próximo 19 de enero que volverá a sesionar: o aprueba las nominaciones de los secretarios de Estado, Seguridad Nacional, Defensa y Tesoro, o se enfoca en hacerle justicia a Trump. Hacer las dos se antoja imposible. Incluso se ha hablado de posponer el juicio hasta después de los primeros 100 días.

Biden está dando la impresión de que no está interviniendo en el proceso para enjuiciar a Trump. Su mensaje es: yo en lo mío. Asumir el poder y empezar a hacer la diferencia entre un presidente que literalmente ha abdicado a sus funciones y otro que está dispuesto a morirse en la raya para salvar vidas y llevar ayuda económica a todos los rincones de Estados Unidos.

Biden asumirá el poder en una de las mayores crisis en la historia de Estados Unidos. Hay espacio para cierto optimismo. Trump ya se va y Biden tiene mayoría en ambas cámaras legislativas.

Desde los tiempos de Lyndon B. Johnson (1963-1968), Biden será el mandatario mejor equipado para lidiar con el Congreso. Fue legislador durante 36 años, fungiendo como senador del estado de Delaware. Es un natural de cruzar el pasillo, lo cual en la jerga política de Estados Unidos significa saber dialogar con los del otro partido.

A los demócratas en el Congreso no les falta razón para hacer todo lo posible por enjuiciar por segunda vez a Donald Trump. Lo importante es que ahora sí logren su cometido y que no afecten el arranque de Biden.

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