Apuntes Globales

Trump, sin frenos en política migratoria

Kevin McAleenan, uno de los que acorraló a la exsecretaria Nielsen para que autorizara la separación de los niños, no ofrece ni ofrecerá resistencia a Trump.

"¿Somos una nación que acepta la crueldad de arrancar a los hijos de los brazos de sus padres, o somos una nación que valora a la familia y se preocupa por conservar a las familias juntas?".

Esto lo escribió Barack Obama en una ocasión especial que rompió su silencio autoimpuesto y se pronunció sobre la política de separar a los niños de sus padres en la frontera sur de Estados Unidos.

Un excelente artículo en la revista del The New York Times del domingo pasado, "Cómo Estados Unidos llegó a la política de cero tolerancia en migración, la historia interior", de Jason Zengerle, nos permite entender cómo ha sido el proceso de toma de decisiones en migración en los dos años y medio de la administración Trump.

El arquitecto de la política es Stephen Miller, un furibundo antimigrante racista que se relacionó con Trump desde la campaña a través de su exjefe, Jeff Sessions, exprocurador general de justicia de Trump, y bien conocido por su racismo durante sus 20 años como senador por el estado de Alabama.

Miller es el de las ideas literalmente 'fuera de la caja'. Y trabaja afanosamente para que sus iniciativas de contener la migración de países pobres y de "mierda" sea una realidad en el gobierno de Trump. Es justamente el tipo de asesores que le simpatizan al mandatario: las convenciones políticas y sociales incluso jurídicas los tienen sin cuidado. Kamikazes de la política.

Durante la campaña y durante la presidencia es quien escribe los discursos de Trump sobre migración. Y justamente es el responsable junto con el malévolo Steve Bannon, el exdirector de estrategia de la Casa Blanca, de la prohibición a que viajaran a Estados Unidos ciudadanos de siete países de mayoría musulmana.

La manera de operar de Miller es lanzarse a instrumentar la medida y si ésta violara la ley, pues ya después se verá. Para eso están los abogados y en última instancia el jefe, Trump-presidente, tiene la prerrogativa de perdonar a quienes han sido sentenciados. En trasgredir la ley, Miller y su jefe Trump, están cortados por la misma tijera.

El artículo nos narra cómo los dos primeros secretarios de seguridad interna (Department of Homeland Security), el general John Kelly (enero 2017-julio 2017) y Kirstjen Nielsen (diciembre 2017-abril 2019), eran suficientemente racionales por lo que se constituyeron en una obstáculo para las aspiraciones racistas y antimigratorias del mandatario y su asesor.

Por ejemplo, Kelly se negó a instrumentar la política de separar a los niños de sus padres en la frontera sur. Y Nielsen, su sucesora, eventualmente, dio su brazo a torcer. Esta es la historia. El entonces procurador general de justicia, Jeff Sessions, declaró que el Departamento de Justicia pondría en práctica una política de cero tolerancia para todo aquél que entrara ilegalmente a Estados Unidos. Es decir, aplicaría el mismo peso de la ley para el migrante con récord criminal y para el que simplemente entró sin documentos (lo cual en la ley sólo incurre en una sanción administrativa).

El crecimiento del número de migrantes, especialmente de centroamericanos, llegando a la frontera sur de Estados Unidos en 2018 empezó a sonar las alarmas de Washington y a poner a Trump "del peor humor". De manera que los acólitos antimigración de Trump empezaron a hacer de las suyas para complacerlo. Así es como Sessions decide su "cero tolerancia."

Había un problema legal. La sentencia Flores prohíbe que un niño esté detenido por más de 20 días. De manera que para poder enjuiciar como criminales a los padres y llevarlos desde un inicio a una prisión como criminales en vez de un centro de detención migratorio, habría que arrancarles a sus hijos. Y lo hicieron. Estamos en los tiempos de Trump.

El artículo cuenta cómo los funcionarios cercanos a Miller que trabajaban en la Secretaría de Seguridad Interna literalmente 'acorralaron' a la secretaria Nielsen y lograron que aceptara la práctica de la separación. Y en el más puro estilo trumpeano, cerca de tres mil niños fueron arrancados de sus padres y madres sin llevar un récord, es decir, sin preparación alguna. Por lo que hoy por hoy cientos permanecen perdidos. Es decir, dieron el golpe y luego –y sin pedir perdón—echaron para atrás la medida. Justo cuando incluso las mujeres de Trump –Melania su esposa e Ivanka su hija- le pidieron ser más humano.

Lo que el autor demuestra es que ahora el sucesor de Nielsen, Kevin McAleenan, justo uno de los que acorraló a la exsecretaria para que autorizara la separación de los niños, no ofrece ni ofrecerá resistencia a Trump y a Miller. El mandatario ha optado por la práctica de tener secretarios de Estado interinos, es decir, no confirmados por el Senado, pues esto le confiere más discrecionalidad. Si no actúas como yo te digo, te vas.

Las implicaciones para México de un Trump y Miller sin cortapisas son terribles. Ya lo estamos experimentado. El martes 16 de julio Trump hizo de facto a México un tercer país seguro, pues ha instrumentado un nuevo requisito para solicitar asilo a quienes llegan a Estados Unidos –haber pedido asilo y contar con la negativa en uno de los países por donde llegó.

El presidente Andrés Manuel López Obrador y su canciller han decidido hacerle el juego a Trump. Es entendible. Pero ahora Trump está desatado y cada vez veremos más medidas incluso violatorias de la ley estadounidense y el derecho internacional. Surge la pregunta: ¿hasta dónde jugaremos el juego migratorio de Trump y Miller?

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