Construyendo

Multiplicar el potencial de la relocalización

El ‘nearshoring’ podría beneficiar a diversos países, siempre y cuando se encuentren preparados para recibir esas inversiones con la inmediatez con la que se está demandando.

De pronto, en todos los foros se ha empezado a hablar con demasiada frecuencia de un concepto que quizá muchos pensaban inexistente: la relocalización de las empresas o su equivalente anglosajón, el nearshoring.

El término tiene su origen en otro similar denominado offshoring, que consiste en la mudanza de una o varias partes del proceso productivo de una unidad de negocio, más allá de las fronteras del país de origen o centro de operaciones de la empresa matriz. Con esto, generalmente se busca obtener ventajas competitivas casi siempre relacionadas con costos más bajos, aunque podría haber otras.

En las postrimerías de la etapa más crítica de la pandemia por Covid-19, y al abrirse nuevamente las actividades comerciales, la frenética urgencia por intentar recuperar cuanto antes el tiempo y el crecimiento perdido, originó cuellos de botella o francamente estancamiento en las cadenas de suministro globales, que obligaron a repensar el tema. Para mi gusto no era necesario cambiar el nombre, ya que la definición del concepto sigue siendo aplicable, aunque las circunstancias hicieron que la lejanía se convirtiera en una desventaja de tal magnitud, que borró cualquier otro beneficio. El caso es que las empresas están “acercando” aquellas operaciones a sus mercados o a posiciones estratégicas para ganar competitividad, y así se le llamó nearshoring.

Este fenómeno podría estar beneficiando con un impacto importante a diversos países, entre ellos México, siempre y cuando se encuentren preparados para recibir esas inversiones con la inmediatez con la que se está demandando.

Así que, aprovechar adecuadamente todo el potencial de desarrollo económico que este fenómeno tiene, representa un enorme desafío que todos tenemos que encarar, ya que el fenómeno de la relocalización de empresas está impactando prácticamente todos los aspectos fundamentales de la productividad y la competitividad de nuestro país, y está acrecentando la dificultad de establecer una priorización de los temas por atender, debido a que es complejo definir qué tema tiene mayor importancia o resulta crítico en la hoja de ruta.

La industria de la construcción no es un sector eminentemente exportador o cuyas empresas recurran a la práctica de la relocalización, sin embargo es un jugador preponderante como facilitador de las condiciones que permiten generar las ventajas competitivas que van a atraer a las empresas que se relocalizan, planeando y construyendo la infraestructura que se convertirá en esa ventaja.

Para multiplicar el potencial flujo de beneficios, hay que poner el foco en asuntos de infraestructura logística, como carreteras, puertos y otros; de infraestructura energética como líneas de transmisión y distribución que ya se están convirtiendo en una necesidad urgente en México, además de transitar rápidamente a el uso de energías limpias y renovables, que serán de ahora en adelante algo indispensable, le guste o no a algunos políticos que aún se encuentran extraviados en el pasado glorioso pero muy contaminante de los combustibles fósiles, y de infraestructura de captación y potabilización de agua con el consecuente tratamiento de la residual, como ejes estratégicos en los que las constructoras formales del país tendrán un protagonismo indiscutible.

México tiene que ofrecer la garantía de que las empresas globales serán capaces de cumplir sus compromisos ESG si se instalan en nuestro país, lo que les incrementaría su competitividad y facilitaría su acceso a financiamiento asequible.

Raúl Asís Monforte González.

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