El jueves pasado se cumplieron 54 años de aquel histórico momento en que más de quinientos millones de personas en todo el planeta, observaron en sus aparatos de televisión al Apolo XI posarse sobre la superficie de la Luna, para enseguida ser testigos de que Neil Armstrong se convirtiera en el primer ser humano en caminar sobre la corteza de nuestro satélite natural. Este suceso es ampliamente reconocido como uno de los momentos clave del siglo XX, y punto culminante de la era espacial.
Se conoce como carrera espacial al período de tiempo sin un inicio y un final precisos, pero que duró más o menos de 1955 a 1975, caracterizado por la pugna entre Estados Unidos y la Unión Soviética para ver quién era el primero en conquistar el espacio. ¡Cómo olvidar aquel memorable discurso del presidente John F. Kennedy en el que señaló: “decidimos ir a la Luna en esta década, no porque sea fácil, sino porque es difícil…”!
Hoy, parece ser que esa carrera espacial que creíamos concluida, ha tomado nuevas dimensiones y se ha convertido ya en una verdadera revolución espacial comercial en la que, si no estás adentro, significa que ya te has quedado rezagado.
El primer satélite artificial de la historia en orbitar la Tierra fue el Sputnik I, que fue lanzado al espacio por la Unión Soviética el 4 de octubre de 1957. Hacia finales de 2018 ya habían alrededor de dos mil satélites artificiales en órbita y en los últimos años, solamente la empresa SpaceX de Elon Musk, ha lanzado miles de ellos. Se calcula que para finales de la presente década, habrá más de cien mil satélites artificiales orbitando la Tierra.
De modo que esta revolución se encuentra francamente en pleno progreso, impulsada por el deseo de innumerables empresas privadas por explotar la riqueza de las oportunidades comerciales que se pueden visualizar en esta nueva economía espacial, de acuerdo con un estudio de KPMG llamado “Una galaxia de oportunidades” en el que señalan con claridad que el rápido posicionamiento de esta tecnología creando nuevas fuentes de obtención de datos desde el espacio, está abriendo cada semana diversas posibilidades para que la innovación se haga presente en una gran cantidad de productos y servicios, generando oportunidades que pocos sectores pueden permitirse el lujo de ignorar.
Las empresas de servicios públicos, algunas de ellas con extensas redes de activos, que son a la vez grandes, remotos y complejos, son de las que más pueden aprovechar estas oportunidades. Imaginemos el valor que puede tener para una empresa como la CFE el poder monitorear desde el espacio lo que sucede con sus plantas generadoras, subestaciones, y los cientos de miles de kilómetros de líneas de transmisión y distribución de electricidad, además de la red de ductos de gas natural que aunque no son de su propiedad, la gran mayoría de ellos están a su servicio para transportar el combustible necesario a sus plantas de generación.
Hace apenas unos días me presentaron lo que es capaz de hacer una empresa llamada INERSIA, que ofrece servicios de monitoreo de deformaciones mediante satélite radar, con asombrosas mediciones de gran utilidad para la ingeniería civil, la geotecnia, las telecomunicaciones, minería e infraestructuras.
Así que, ¿entras, o te quedas atrás?
Raúl Asís Monforte González.
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