La industria de la construcción es apasionante, el amplio espectro de disciplinas profesionales que abarca es impresionante y cada día se agregan más especialidades de las que hay que documentarse y aprender si se desea estar a la vanguardia en información relevante del sector que permita satisfacer las estrictas demandas de los clientes.
Hablar de construcción es hablar de empresas de diseño e ingeniería, pero también de servicios de gestión y control de obras, las cuales pueden ser civiles, eléctricas, hidráulicas, carreteras, ferroviarias, grandes edificios, tanto modestas como lujosas viviendas, edificaciones industriales, marítimas y portuarias, demoliciones y muchas otras especialidades.
Pero hay algunos desafíos especialmente relevantes para el futuro inmediato ahora que está próximo a iniciar el 2024, que no distinguen sectores, sino que son comunes a todas o al menos a una gran mayoría de las empresas, y además son asuntos globales, no son exclusivos de nuestro país. Uno de los más extendidos y que por momentos parece volverse crónico, es el déficit de obreros calificados.
Ahí el gran reto es encontrar el modo no solamente de atraer más obreros jóvenes al sector, sino de lograr su permanencia manteniendo alta la motivación. Es preciso un verdadero salto en el modo como atendemos este fenómeno para conseguir que las personas reclutadas se sientan bienvenidas a formar parte de esta industria y que los estimule a crecer profesionalmente dentro de ella.
Y con toda intención utilizo la palabra “profesionalmente”, ya que es necesario darle desde el nombre el respeto que merece. No debemos referirnos más a las posiciones de trabajo en la industria de la construcción como “empleos” sino como auténticas profesiones con las que se puede hacer carrera en la industria, una carrera que de hecho es de rápido progreso.
Otro gran desafío es la sostenibilidad del sector, y en ello juega un papel insustituible la descarbonización de la industria mediante la reducción y gradual eliminación de sus emisiones.
Actualmente los edificios son responsables del 39 por ciento de las emisiones de carbono globales relacionadas con la energía, de las cuales el 28 por ciento son derivadas de su operación, y el 11 por ciento restante de los materiales que los componen.
Así, el aspecto sostenible de una construcción ha dejado de ser el “sería lindo tenerlo”, para pasar a ser un elemento esencial de toda construcción moderna. Por fortuna esto es algo que cada día es más universalmente adoptado.
Pero también es necesario tener en consideración toda la vida útil de los edificios y no únicamente la fase de construcción, incluso hasta en la futura demolición existe una responsabilidad social que debe ser asumida. Tampoco hay que perder de vista que el 80 por ciento de los edificios que necesitan ser neutrales en carbono para el año 2050, ya están construidos hoy, de modo que reacondicionar y adaptar esos edificios es una tarea titánica.
Mientras tanto, continúa siendo crucial destinar una mayor cantidad de inversión para infraestructura y construcción como detonadores de crecimiento y bienestar, garantizando transparencia, equidad y un impecable comportamiento ético a la hora de asignar los contratos a las empresas que los harán realidad.