Frecuentemente he anotado en éste y en otros espacios en los que tengo la oportunidad de comunicar mi opinión, la necesidad que tiene la industria de la construcción de crecer de manera sostenida y estable durante un buen número de años, para recuperar más de una década de descenso en el valor de la producción de las empresas constructoras, una situación crónica que terminó de agravarse durante el período pandémico.
Una gran cantidad de países de todo el mundo vieron en la industria de la construcción la oportunidad de destinar hacia ahí inversiones que levantaran sus golpeadas economías después de la pandemia, sabiendo que es un sector muy dinámico, que tiene un impacto directo en favor del crecimiento económico y cuyos resultados pueden lograrse muy rápidamente si se hacen inversiones inteligentes, en proyectos adecuados, con fundamento en las genuinas necesidades de cada región.
Este impulso, ha generado también desafíos importantes como el déficit en obreros calificados, insuficiente maquinaria y algunos suministros, inflación, y otros fenómenos adversos, pero en general se está logrando el objetivo de generar crecimiento. México no se ha quedado atrás y aunque le costó despegar, finalmente superó recientemente el valor de la producción previo a la pandemia. Pero lo verdaderamente importante y el objetivo que debemos plantearnos, es lograr remontar la disminución de más de una década en este indicador.
Para lograrlo, es imperativo garantizar que podemos crecer de manera sostenida, sin sobresaltos, a veces resulta sensato hasta pensar en crecimientos modestos pero firmes, “pian pianito” como dicen los mayores, que aspirar a crecimientos espectaculares que por su naturaleza introducen el riesgo de sufrir una caída posterior.
El INEGI lleva ya varios períodos consecutivos reportando un crecimiento en el valor de la producción, algunos de ellos con cifras realmente espectaculares, pero que la gran mayoría de las empresas constructoras micro, pequeñas y medianas del país no están percibiendo con el mismo optimismo que muestran los datos que publica dicho organismo del gobierno mexicano. Mientras averiguamos si las cifras del INEGI son verídicas, ¿qué podemos hacer para generar ese tan necesario crecimiento sostenido al que me he referido?
Si tomamos como ejemplo a las regiones del planeta con un mayor dinamismo económico actualmente, que son el Medio Oriente y el norte de África, vemos que son lugares en donde se le da una alta importancia a la innovación y al tema sostenible, sus empresas constructoras parecen no tener temores de poner a pruba nuevas cosas, ensayar nuevas maneras de trabajar, probar nuevos materiales y nuevos productos, o abordar una transición a tecnologías avanzadas como los drones, la inteligencia artificial y otras.
Destacan realmente con enormes proyectos plagados de innovaciones en temas estructurales, modelos de gestión y de financiamiento, además de contar con una arraigada y profunda cultura de buscar la más alta calidad, pero sobretodo de un desempeño empresarial cimentado en valores y con un comportamiento ético del más alto nivel que genera confianza.
En México es posible tomar algunos de estos ejemplos y encontrar el modo de aplicarlos en nuestro entorno, si sabemos hacerlo, creo que podremos asegurar ese crecimiento sostenible que necesitamos durante muchos años por venir.