El cambio climático y el aumento de la temperatura global están imponiendo importantes desafíos a la salud de la población y a la infraestructura construida en muchas regiones del mundo. México, en particular, se encuentra entre los países que más están experimentando una tendencia hacia un clima extremoso, con severas y prolongadas olas de calor seguidas de periodos de lluvias torrenciales. Estos fenómenos están teniendo un impacto significativo tanto en la salud pública como en la infraestructura del país.
Las olas de calor prolongadas afectan gravemente la salud de las personas, especialmente de los grupos más vulnerables como los ancianos, los niños y aquellos con enfermedades crónicas. Las altas temperaturas pueden causar deshidratación, golpes de calor y exacerbar condiciones preexistentes, como enfermedades cardíacas y respiratorias. Además, el calor extremo puede aumentar la mortalidad y morbilidad relacionadas con estas condiciones.
El impacto en la infraestructura es igualmente alarmante. Las altas temperaturas pueden causar la expansión y contracción de materiales de construcción, debilitando estructuras y reduciendo su vida útil. Las carreteras pueden agrietarse, las vías férreas deformarse y los sistemas eléctricos sobrecargarse debido al aumento en el uso de aire acondicionado, lo que puede provocar apagones generalizados. Por otro lado, las lluvias torrenciales pueden causar inundaciones, deslizamientos de tierra y daños significativos a las viviendas, edificios y sistemas de transporte.
Para mitigar estos desafíos, es crucial implementar soluciones y medidas de prevención efectivas. Una mejor información meteorológica es fundamental. La creación y difusión de alertas tempranas puede advertir oportunamente a la población expuesta al riesgo de fenómenos extremos, permitiendo tomar medidas preventivas, como la evacuación de las zonas amenazadas, la protección de bienes y la implementación de planes de contingencia con acciones previas, durante y posteriores al impacto del fenómeno.
Además, es esencial diseñar obras de infraestructura desde nuevos parámetros y criterios que brinden mayor resistencia y resiliencia ante estos eventos. Esto incluye la utilización de nuevos materiales y técnicas de ingeniería. Por ejemplo, el uso de concreto permeable puede ayudar a reducir las inundaciones urbanas al permitir que el agua de lluvia se filtre en el suelo en lugar de acumularse en la superficie. También, con técnicas relativamente sencillas pero relevantes de diseño bioclimático se puede contribuir a reducir la temperatura ambiente y mejorar sustancialmente la eficiencia energética de los edificios.
El desarrollo de infraestructuras resilientes debe ser una prioridad tanto en las obras públicas como las privadas. Esto implica la construcción de sistemas de drenaje eficientes para manejar grandes cantidades de agua en periodos cortos de tiempo y la fortificación de infraestructuras críticas, como hospitales y centros de emergencia, para que puedan seguir operando durante eventos extremos y se evite el colapso de los servicios críticos a la población.
No hay duda de que el cambio climático está imponiendo serios desafíos a la salud pública y la infraestructura en México y otras regiones del mundo. La implementación de medidas preventivas, la mejora en la información meteorológica y la construcción de infraestructuras resilientes son esenciales para enfrentar estos desafíos. Solo a través de un enfoque integral y proactivo podremos proteger a nuestras comunidades y garantizar un futuro sostenible y seguro frente a un clima cada vez más extremoso.
Raúl Asís Monforte González.
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