La reducción sustancial de las emisiones de carbono es un factor crucial para evitar enormes daños, tanto económicos como medioambientales y sociales, por lo que se ha convertido en el más grande desafío global para toda la humanidad.
Mas de 35 gigatoneladas de CO2 son depositadas en la atmósfera terrestre cada año, y esa es la razón por la que el sistema climático global está resultando alterado en muy diversas formas, y está imponiendo la amenaza de causar daños catastróficos en los próximos años, con implicaciones masivas que van desde la inestabilidad económica y política, escasez de alimentos y agua, riesgos de supervivencia para todas las especies animales y para los humanos, un clima mas volátil y extremo, hasta la pérdida de masa terrestre.
Estos hechos motivaron que en la Conferencia de las Partes COP 21 de la Organización de las Naciones Unidas, celebrada en París en diciembre de 2015, 195 naciones soberanas hayan establecido un acuerdo marco para comprometerse a combatir el cambio climático.
En el Acuerdo de París, los firmantes aceptaron llevar a cabo acciones tendientes a limitar el incremento de la temperatura media global anual, muy por debajo de 2 grados, y hacer un esfuerzo por limitarlo aún más, por debajo de los 1.5 grados Celsius. También se comprometieron a restringir la cantidad de gases de efecto invernadero emitidos por las actividades humanas, a niveles tales que, de manera completamente natural, los árboles, suelos y océanos, puedan absorberlos. Y a revisar cada cinco años -plazo que venció hace unos días- las contribuciones nacionales previstas y determinadas (NDC) que cada país aporta para abordar la urgencia de este desafío.
Indiscutiblemente, la generación de energía eléctrica desde fuentes limpias y renovables, en conjunto con agresivas medidas de eficiencia energética, es uno de los pilares en la solución. Sin embargo, las últimas revisiones indican que, aunque fuéramos exitosos todos los países en el cumplimiento de las NDC actuales, el escenario más optimista para 2050 es alcanzar un calentamiento de 4 grados.
Por eso, es necesario que se incremente aún más la ambición de las NDC, lo mismo que su velocidad y efectividad de implementación, pero adicionalmente a estas tecnologías que dejan de emitir CO2, hay que optar por otras que contribuyan a capturar el carbono presente en la atmósfera. Los árboles ya hacen eso, y son el mejor instrumento con que la naturaleza cuenta para hacerlo, pero es una herramienta lenta. La tendencia global se centra en encontrar soluciones que absorban el CO2 a una tasa más acelerada. Dos son las tecnologías que se están considerando: Captura y Secuestro de Carbono (CCS) y Captura y Utilización de Carbono (CCU).
Después de la generación de electricidad con base en combustibles fósiles, la industria de la construcción es una de las grandes responsables de las emisiones globales de dióxido de carbono a la atmósfera. La producción de cemento, por sí sola, aporta 8 por ciento de estas emisiones, por lo que, de poder incorporar masivamente soluciones de Captura y Utilización de Carbono (CCU) en la construcción, se estaría cumpliendo el refrán popular que reza: "La cuña, para que apriete, ha de ser del mismo palo". Pero, ¿es factible, alcanzable y sostenible combatir las emisiones de carbono, utilizando carbono?
La industria de la construcción es también una de las más efectivas palancas del desarrollo económico, que lamentablemente en los últimos años ha venido reduciendo su productividad. Aún así, con un gasto de alrededor de 11 trillones de dólares anuales, es responsable de 13 por ciento del Producto Interno Bruto global. Así que la construcción tiene ante sí dos grandes retos: elevar su productividad al mismo tiempo que reduce su huella de carbono y los daños que causa al medio ambiente. El CO2 podría estar en el corazón de la respuesta que daría solución a ambos temas.
En el reporte 'Hoja de Ruta Global para Implementar la Utilización de CO2', elaborado por la Iniciativa Global del CO2, de la Universidad de Michigan, fueron evaluados mas de 180 desarrolladores de tecnologías de utilización de dióxido de carbono (CO2U) a nivel mundial, con énfasis en su viabilidad, disponibilidad, mercado y oportunidad. Como resultado, se encontró que cuatro mercados están en el momento más favorable para ser escalados a nivel masivo: los materiales de construcción, industria química, combustibles y polímeros, de entre los cuales tiene el mayor potencial los materiales de construcción.
El CO2 puede capturarse directamente del que se encuentra presente en el aire, pero también puede ser colectado de las plantas generadoras de electricidad, o las cementeras, y las oportunidades están en incorporar estos compuestos como materia prima o agregados en la fabricación de concretos avanzados, productos prefabricados y otros materiales, que no solamente ofrecerían una mejor factibilidad de fabricación, sino también una más baja huella de carbono, mientras mejoran aspectos como una mayor integridad estructural, estabilidad mecánica, un comportamiento térmico inteligente, y hasta proveer un medio que ayude a la filtración del aire. Estos nuevos materiales se convertirían en facilitadores críticos de importantes avances en la construcción, mejorando su productividad.
En conclusión, la producción y comercialización de productos derivados de la utilización del dióxido de carbono ofrecen una gran oportunidad de mitigar emisiones, y generar crecimiento económico al mismo tiempo. Aunque aún hace falta continuar investigando y desarrollando tecnología, CO2U tiene el potencial, a plena escala, de generar mercados con valor de al menos 800 billones de dólares y de utilizar unos 7 billones de toneladas métricas de CO2 anuales para 2030, lo que representa 15 por ciento de las emisiones globales actuales.
Sin duda, la cuña, para que apriete, ha de ser del mismo palo.
Raúl Asís Monforte González
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