Construyendo

Se nos agota el tiempo

Es tiempo de movilizarnos hacia un futuro más limpio y resiliente para salvar a un mundo que ya estaba en problemas antes de la pandemia de COVID-19, señala Raúl Asís Monforte.

"El presidente puede decir lo que quiera, pero él no va a poder detener esto y no lo detendrá, nosotros vamos a prevalecer, nos encontramos exactamente en ese punto de inflexión, pero tú tienes que traspasar ese umbral lo antes posible, para que todo se empiece a mover más rápidamente".

Así dice Al Gore, exvicepresidente de los Estados Unidos y Premio Nobel de la Paz, en un video promocional difundido para invitar a personas de todo el mundo para que participen en el próximo evento global de entrenamiento de líderes climáticos, de "The Climate Reality Leadership Corps", que por vez primera se llevará a cabo en plataforma digital, en la semana del 18 al 26 de julio próximos. Por supuesto que cabe aclarar, por si estabas pensando otra cosa, que se refería al presidente Trump, y al hecho inobjetable de que se nos está agotando el tiempo a la humanidad para que de una vez por todas escuchemos lo que la realidad actual nos está implorando: ACTUAR.

La severa crisis económica y de empleo que nos amenaza, cuando aún no logramos ponernos a salvo de la pandemia por el COVID-19, vuelve apremiante para muchos el retorno a una nueva normalidad. Con esa misma urgencia, el planeta clama por nuestro compromiso firme y decidido para transmitir conocimiento, impulsar los cambios que son necesarios, y apoyar las soluciones a la crisis climática.

Pero, ¿qué es exactamente lo que debe hacerse? Una muy buena propuesta sería considerar las acciones contenidas en el Plan para la Recuperación Sostenible, que el pasado 18 de junio fue presentado por la Agencia Internacional de Energía (IEA), y fue puesto a disposición de todos los gobiernos del mundo, para impulsar el crecimiento económico, crear millones de empleos, y colocar a las emisiones de GEI en ruta hacia un descenso estructural definitivo. El director ejecutivo, el doctor Fatih Birol, dijo al presentarlo: "El plan no intenta decir a los gobiernos lo que tienen que hacer, sino que busca mostrarles lo que pueden hacer".

Este plan propone una serie de políticas e inversiones enfocadas en energía, y muestra una hoja de ruta para movilizarnos hacia un futuro más limpio y resiliente. Incluye acciones a realizar durante los próximos tres años para revitalizar la economía global e impulsar el empleo, al mismo tiempo que se crean sistemas energéticos más robustos y limpios. La idea es integrar esas políticas a las respuestas que los gobiernos ya están ofreciendo ante la conmoción económica causada por el COVID-19, e incluir el despliegue amplio de tecnologías e infraestructura energéticas que sean modernas, confiables y limpias.

Plantea la necesidad de invertir 1 trillón de dólares por año durante los próximos 3 años, lo que equivale aproximadamente a 0.7% del PIB global, proveniente de una sana combinación de gasto público y financiamiento privado, con lo que se pretende dar un impulso de hasta un 1.1% de crecimiento económico, salvar o crear hasta 9 millones de empleos por año, y reducir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero relacionadas con energía hasta en 4.5 billones de toneladas de CO2 equivalente. Adicionalmente, resalta la importancia de disminuir la pobreza energética de los estratos sociales más vulnerables brindando acceso a soluciones limpias para cocinar los alimentos a 420 millones de personas, y permitir que otras 270 millones tengan acceso a electricidad en sus hogares.

Se involucran en este instrumento seis sectores clave: Electricidad, transporte, industria, edificios, combustibles y tecnologías emergentes de bajo carbono, enfocando las inversiones principalmente en energía renovable y eficiencia energética. Se estima que esos sectores emplean de manera directa a 40 millones de personas en el mundo, y 3 millones de empleos, de esos 40, ya se han perdido o están en grave riesgo debido a los impactos de la pandemia.

En México, como en muchos otros países y regiones del mundo, llevamos años de insuficiente o casi nula inversión en redes de transmisión y distribución de electricidad, que es nada menos que la columna vertebral de un sistema de energía seguro y confiable. Ese debería ser, de hecho, el eje central de la Política para la Confiabilidad, Seguridad, Continuidad y Calidad del Sistema Eléctrico Nacional, cuya legalidad está siendo cuestionada y adecuadamente combatida por la COFECE en el máximo tribunal de la nación. Si esto se entiende al más alto nivel, y se endereza el rumbo de las acciones, el resultado sería un SEN mas resiliente y mejor preparado para afrontar futuras crisis, garantizando una mayor seguridad y reduciendo los riesgos de sufrir interrupciones del servicio, ganando mucha más flexibilidad para reducir las pérdidas y permitir, sin ningún problema de variabilidad, una mayor integración de renovables limpias, como la solar y la eólica.

Tiene razón Al Gore, el tiempo se nos está agotando. ¡No lo permitamos, pongámonos en modo acción, ya!

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