Otros Ángulos

¿De qué se nutre la popularidad de AMLO?

Se nos prometen cambios y eso es suficiente para creer que eso nos llevará a lo que hemos anhelado, pero los cambios no son necesariamente afortunados.

La encuesta que ayer publicó El Financiero sobre el presidente de la República, inicialmente nos deja con los ojos abiertos y después nos lleva obligadamente a la reflexión.

¿Cómo es posible que su trabajo tenga una aprobación superior al 80 por ciento?

Para muchísimos de nosotros la calificación sería negativa en puntos torales que ha manejado. Comienzo por el absurdo de cancelar la construcción del NAIM, que tiene un costo enorme y consecuencias que perjudican a miles de trabajadores de la construcción, así como ramificaciones que afectan a muy diversas empresas, a cientos de miles de usuarios y rematan con manchas internacionales en la imagen del país.

Abundo en el invento circunstancial de la guerra contra el huachicol derivado de los errores en el abasto de gasolina y los elevados gastos en pagar a 14 buquetanques varados en el Golfo de México, y adquirir sin licitación casi 700 pipas petroleras. 128 y probablemente más muertos en el incendio en Hidalgo es la cuota a la improvisación y la falta de protocolos. Menciono el que se declare el fin de la lucha contra los cárteles de la droga, que equivale a la amnistía de los grandes capos, para dirigir toda la fuerza a tratar de brindarnos seguridad ante la incontenible ola de violencia y criminalidad, a pesar de los exhortos a los asesinos a portarse bien. Incluyo los bloqueos a las vías férreas por los miembros de la CNTE, revividos y compensados con, textualmente, miles de millones de pesos y otros privilegios mientras se afecta con cantidades enormes a la cadena productiva del país. Remato con los miles de injustificados despidos de burócratas de todos los órdenes y en casi todas las dependencias para justificar una austeridad llena de huecos.

Obviamente he dejado fuera un buen número de asuntos altamente cuestionables y de pésimos resultados.

En consecuencia, ¿a qué se debe esa gran popularidad de AMLO?

El pasado 1 de julio tuvimos como resultado de las elecciones locales, estatales y federales una auténtica revolución (4T) y todas las revoluciones son funcionales: quieren reemplazar un orden por otro. Y en nuestro caso no solamente "la gente está harta de tanta pinche tranza". Estaba deseosa de una mano fuerte. De haber habido un candidato militar, este hubiera ganado. Terminamos eligiendo como sociedad a un hombre autoritario, a milímetros de ser un déspota.

Cuando el funcionario, el magistrado, el cura son dominados por la ganancia fácil, la sociedad se desgasta y llega hasta el colapso. El liberalismo fue en sus orígenes una idea de izquierda, progresista, abanderada por David Hume y Adam Smith en Inglaterra y en Francia por Montesquieu, así como por la mayoría de los enciclopedistas. Nos ocurre que anhelantes de un cambio, todo, en el contexto general nos satisface momentáneamente. La determinación del autoritarismo inspira mayor seguridad que el liberalismo. El populismo resalta la parte visceral del pueblo, exalta las formas, el lenguaje y los rituales acostumbrados y cercanos. Esto resulta conocido, buscado y 'la gente' se pliega complaciente para recibir como cierto lo que le dicen.

No basta con nombrar las causas de los problemas para que estos se resuelvan; no es suficiente con decir que la violencia encuentra su causa en las injusticias sociales, y que la corrupción será desterrada para con ello componer las carencias milenarias. Pero eso satisface… en lo inmediato.

Se nos prometen cambios y eso es suficiente para creer que eso nos llevará a lo que hemos anhelado, pero los cambios no son necesariamente afortunados. El cambio puede llevarnos a formar parte de la decadencia.

Algunos hombres creen, de buena fe, que una sociedad se gobierna desde la cumbre. Ocupa el centro del poder y esto estimula y jala hacia la esperanza, aunque la sociedad sólo se moverá realmente cuando cada quien asuma la responsabilidad que le corresponde.

Ante la encuesta mencionada preguntémonos, ¿acaso la lógica es conciliable con la política? E igualmente es válido decirnos, ¿hay un hombre de Estado ante nosotros o una persona tan solo con cálculos a la altura de necesidades básicas de una buena parte de la población?

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