En el libro “Las Vidas Secretas del Color” de Kassia St Clair (Editorial Indicios) hay un apartado especial para los colores púrpura y violeta. Colores que tienen un origen alquímico de poder.
En la novela del premio Pulitzer “El Color Púrpura” Alice Walker la coprotagonista Shug Avery afirma lo siguiente: “Creo que a Dios le molesta si caminas junto al color púrpura en algún campo y no lo notas”. Para Shug, “El color púrpura es evidencia de la gloria y generosidad de Dios”. Y si no te das cuenta de esto es que eres un inconsciente malagradecido.
Siguiendo con el libro de Kassia St Clair ella rescata de Plinio la siguiente afirmación “Ésta es la púrpura a la que las hachas romanas abren camino. Es la insignia de la noble juventud; distingue al senador del caballero; es llamado para apaciguar a los dioses. Ilumina cada prenda y comparte con el oro la gloria del triunfo. Por estas razones debemos perdonar el loco deseo por el color púrpura.”
Este color que antes se extraía del caracol y era muy difícil de conseguir ahora se ha visto junto al color violeta como símbolos del poder, del cambio y de la mujer. Esto es ilustrado de una forma fluida, práctica de leer, fresca y exquisita en el libro antes mencionado de la autora británica antes columnista de “The Economist”.
Caminando bajo la estepa de estas variedades cromáticas destaco el trabajo de tres artistas fulminantes de México.
La primera es Lorena Ancona (Quintana Roo 1981). Lorena tiene una paleta cromática donde destaca el azul maya y el blanco “sascab” que tiene un énfasis en recalcar el pasado y presente maya que habita el subconsciente de la artista quintanarroense.
Lorena camina sus temas en torno a la existencia y el erotismo, transitando también con los colores púrpura y violeta. Bajo el satélite de estos colores la poética de su obra se abre camino para decir muchas cosas sin decirlo.
Con un eco misterioso que aflora las vías de la comprensión sensitiva.
En paralelo Othiana Roffiel (Ciudad de México 1990)—quien también tiene al azul en la aparente corona cromática de su paleta—los púrpuras y violetas tienen un papel preponderante.
En las obras “A Splash of you” y “Petal Polish” estos colores protagonizan en una estética sincretizada de “Surrealismo/Naïf postmoderno” historias—que leemos bajo el idioma de la pintura—de ternura e intimidad en un aura elegante y precisa.
Bajo el idioma de arquetipos creados por Othiana nos sentimos en una paz que prende los sentidos. Con pases muy terrenales que flotan ligeramente para alejarnos de la mundanidad peyorativa que invariablemente se acerca a través de nuestros avatares cotidianos.
En las pinturas de Roffiel la imaginación nos recompensa. Se nos antojan muchas posibilidades que flotan en aquella de sentirnos sensibles, en el origen de ser libres en una eterna condición metafísica.
Para cerrar las referencias entramos en los terrenos de la transgresión. Ahí Ana Segovia (Ciudad de México 1991) artista que retrata con ironía y color los pasajes paradójicos/contradictorios de lo heteropatriarcal mexicano: empujando a través de su obra las claves de nuestra contradictoria cultura chauvinista.
Esto lo hace con humor, inteligencia y un sentido de profundo conocimiento histórico. El uso de color de Ana Segovia es tan efectivo que la heroica distribuidora de pigmentos Polke ya tiene un color y pintura llamada “Óleo Violeta Ana Segovia”.
Una combinación de pigmentos que usa como aglutinante aceite de nuez prensado en frío.
Esta simbiosis química mineral es tan inspiradora que el que escribe esta columna terminará esta entrega para colocar uno de estos tubos en la canasta de compra. Para pintar e invocar cambios violeta/púrpura que tienen como respaldo un legado de poder y posibilidades infinitas.
Raúl Gasque bajo el sol del casi inicio de la primavera del dos mil veinticuatro.