Raymundo Pinones

Reflexiones de la Segunda Convención Nacional Petrolera

 

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Hace un año, la Asociación Mexicana de Empresas de Hidrocarburos (Amexhi) convocó a autoridades, empresas petroleras y expertos a hacer una pausa, para dedicar un día entero a reflexionar acerca del momento que vivía la industria, evaluar el camino recorrido, y aún más importante, discutir sobre los retos que se vislumbraban hacia el futuro.

La Primera Convención Petrolera se enfocó en revisar el desarrollo estructural, así como las condiciones que garantizan el 'piso parejo' a los participantes de esta nueva industria; todo, dentro de un contexto que empezaba a inyectar certidumbre para la toma de decisiones.

En ese sentido, la Segunda Convención Nacional Petrolera, realizada el pasado 23 de mayo, fue diferente. No en tono ni espíritu, sino en contenido. Hoy, ya hay resultados contundentes del nuevo modelo energético mexicano: 39 contratos petroleros asignados, desde campos terrestres en cuencas maduras hasta proyectos de exploración en aguas profundas; también existen ya compañías que están produciendo petróleo y gas en México por primera vez desde 1960. Todo esto, mientras que a Pemex se le ha dotado de una estructura empresarial autónoma y con un gobierno corporativo que le permite compartir riesgos a través de asociaciones en proyectos de alta complejidad, permitiendo además monetizar activos de su portafolio.

Bajo el nuevo modelo ya se descubrieron recursos adicionales que pronto se certificarán como reservas, y algunas compañías a las que se les adjudicaron proyectos en la Ronda 1 han comenzado a perforar los primeros pozos exploratorios. Los resultados conseguidos hasta ahora superan las expectativas. Tan sólo las inversiones estimadas en dicha Ronda podrán ascender a 34 mil millones de dólares dependiendo de los factores de riesgo que se asuman.

La Agencia Internacional de Energía ha identificado que si México quiere incrementar su producción a 3.4 millones de barriles por día de aquí a 2040, requeriría inversiones de 640 mil millones, es decir, 26 mil 600 millones de dólares por año frente a los nueve mil millones que se invierten en la actualidad. Por su parte, Pulso Energético, la plataforma de análisis e investigación de la Amexhi, estima que para llegar a esta meta de inversiones necesitamos al menos 15 rondas más tan exitosas como la Ronda 1.

Con esto en mente, los participantes de la Convención coincidimos en la necesidad de mejorar los marcos administrativo, regulatorio y contractual que faciliten llegar a la meta de forma responsable y segura.

Durante la Convención se plantearon mecanismos para mejorar la gobernanza e independencia de nuestros reguladores, se discutieron cambios a las condiciones contractuales y regulatorias que incentiven la actividad en exploración y producción, así como el papel de las oportunidades que México presenta frente a las de otros países, entre muchos otros temas.

De estas conversaciones, nuestra principal conclusión es que, para alcanzar los objetivos que la Agencia identifica, la variable más importante es que México ofrezca la continuidad en las oportunidades a través de rondas predecibles bajo condiciones que permitan a los proyectos competir en la carrera por las inversiones.

El nuevo modelo energético mexicano dota a nuestra industria de herramientas poderosas para alcanzar las metas de inversión, actividad y producción que en el viejo esquema hubieran sido imposibles. Por supuesto, necesitamos seguir afinando y mejorando el modelo donde se pueda; pero lo principal es que, para poder ver los efectos completos de la transformación del sector energético nacional, requerimos constancia y disciplina para volver realidad una visión de largo plazo, con gobierno e industria alineados bajo los mismos objetivos de desarrollo seguro, responsable y sustentable para beneficio de México.

El autor es director de la Asociación Mexicana de Empresas de Hidrocarburos (Amexhi).

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