La pandemia por Covid-19 es una señal de qué tan vulnerable y frágil es el mundo. El virus puso de cabeza a sociedades, y a la población del mundo en un grave peligro, expuesta también a profundas desigualdades. La división e inequidad entre países y dentro de ellos mismos se exacerbó y el impacto ha sido más severo sobre la gente previamente marginada y desaventajada. En menos de un año, el Covid-19 infectó a cuando menos 150 millones de personas y mató a más de 3 millones, en la peor crisis combinada de salud y socioeconómica que se recuerde, y una catástrofe en todos los niveles.
Con este resumen inicia un panel independiente de la Organización Mundial de la Salud su profundo estudio sobre la pandemia y la forma como los gobiernos y los líderes reaccionaron y actuaron frente a ella. Dieciséis meses después del brote en Wuhan, sus víctimas enlutaron a 223 países y territorios, las economías del mundo perdieron 10 mil trillones de dólares, con consecuencias que se extenderán hasta 2025, cuando las pérdidas sean más del doble, en el golpe más duro para la economía global desde la Segunda Guerra Mundial y la contracción simultánea más grande desde la Gran Depresión de los 30. Y para nunca olvidar, 17 mil trabajadores de la salud fallecieron, 90 por ciento de los niños dejó de ir a la escuela en el momento pico de la pandemia y más de 115 millones de personas cayeron en pobreza extrema.
Si de resultados se trata, la gran mayoría –quienes no, son menos de 10– de los gobiernos y líderes fracasó. El panel no cuestiona a países en particular, pero critica que pese al conocimiento que alertaba de pandemias potenciales y urgía a prepararse para ello, tomó a muchos por sorpresa, que al ignorar las advertencias naufragaron. Estudios independientes, como uno realizado por el Grupo Eurasia y distribuido entre sus clientes, afirma que el presidente chino, Xi Jinping, fue el peor líder en el manejo de la pandemia, seguido del mexicano Andrés Manuel López Obrador. El primero fundamentalmente por la falta de transparencia que afectó un mejor y más rápido estudio del virus; el segundo por su desdén a la ciencia, sus malos ejemplos a la sociedad y la lentitud con la que tomó acciones.
Quizá los peores, pero no los únicos. “Fueron demasiados gobiernos a quienes les faltó solidez en sus planes de preparación, en sus capacidades de salud pública y en la coordinación multisectorial, con el compromiso claro del liderazgo nacional más alto”, señaló el panel. Las llamadas para decretar una emergencia sanitaria de la Organización Mundial de la Salud el 30 de enero de 2020, “no fueron seguidas de respuestas de acciones fuertes e inmediatas en la mayoría de los países, pese a la evidencia creciente de que un nuevo patógeno altamente contagioso se estaba expandiendo alrededor del mundo”.
En México, el paciente cero fue reportado la noche del 28 de febrero, aunque de acuerdo con los propios datos de la Secretaría de Salud, la primera persona con síntomas claros de Covid-19 fue registrada casi cinco semanas antes. La emergencia sanitaria fue decretada en México el 30 de marzo del año pasado por el Consejo de Salubridad General, cuya convocatoria había bloqueado el gobierno, optando por la estrategia del subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, que, como se puede comprobar en el análisis contrafactual del reporte del panel, cometió errores sistémicos que contribuyeron a que el presidente López Obrador tomara malas decisiones en perjuicio de la sociedad mexicana.
Una de las fallas en las que incurrieron muchos gobiernos, de acuerdo con el panel, fue no instituir fuertes medidas de detección temprana, aislar y tratar los casos, rastrear contagios y promover el distanciamiento social, cuando “aún era posible interrumpir la dispersión del virus”. Por recomendaciones de López-Gatell, cuando el mundo se empezaba a confinar, el Presidente animaba a los mexicanos a abrazarse y salir a comer a la calle. El subsecretario dijo que las pruebas no servían, y en sus primeras indicaciones pidió que la gente que sintiera síntomas se quedara en su casa. Eso provocó en su momento que siete de cada 10 personas que morían por coronavirus, fallecieran en su casa.
El panel menciona casos de éxito en la contención del coronavirus, como China, Nueva Zelanda, Corea del Sur, Singapur, Tailandia y Vietnam, que respondieron al virus con triage oportuno para identificar casos y tener rastreados sus contactos, diseñando espacios para aislamiento. El triage llegó a México cuando el Covid-19 ya había derrotado al gobierno. Los países que mejor actuaron, a decir del panel, son aquéllos que desarrollaron cooperación en múltiples niveles y sectores, con una comunicación consistente y transparente, involucrando también a los líderes del sector privado. En México, el Presidente excluyó a los gobiernos estatales y despreció por completo la colaboración con el sector privado. Todo lo centralizó y montó una parte de la estrategia en sus operadores electorales.
“Los países con los peores resultados tuvieron enfoques descoordinados que subestimaron la ciencia, negaron el impacto potencial de la pandemia, retrasaron acciones integrales y permitieron la desconfianza que minó los esfuerzos”, señaló el panel. “La negación de la evidencia científica fue acompañada por el fracaso del liderazgo para tomar la responsabilidad o desarrollar estrategias coherentes buscando prevenir la transmisión en las comunidades. Líderes que parecían escépticos o desdeñaron la evidencia científica emergente, erosionaron la confianza pública”.
¿Lo recuerda? Aquí se recomendaron imágenes religiosas y no ser corruptos para ahuyentar al Covid. Se domó la pandemia y se inventaron proyectos científicos para su combate. Pero al final, los resultados son eso, resultados. El gobierno calculó máximo 8 mil muertes por Covid-19, y hasta el miércoles sumaban 219 mil 590; las muertes en exceso asociadas con el coronavirus casi triplican esa cifra. El discurso épico de lo bien que lo hicieron sólo esconde la realidad de la inacción y los disparates que costaron miles de vidas.