El sábado pasado sucedió en Israel lo que no habían visto en medio siglo: sus afamados servicios de inteligencia, Mossad (exterior), Shin Bet (interior) y Aman (militar), fracasaron. Cerca de mil combatientes de las Brigadas Al-Qassam, el ala militar de Hamás, penetraron tres muros que rodean la Franja de Gaza, capturaron tres instalaciones militares, y en una operación por aire, tierra y mar, tomaron 22 comunidades israelitas en los territorios árabes ocupados desde la guerra de los Seis Días en 1967, enfrentaron a las tropas enemigas durante 72 horas y secuestraron más de 150 personas para ser utilizadas como herramienta de presión y negociación.
El mito construido por años de ser la vanguardia de la inteligencia en el mundo chocó con una realidad que todavía tratan en Israel de descifrar qué sucedió, porque los servicios de inteligencia israelíes, como en la guerra del Yom Kipur en 1973, fracasaron en ver lo que venía.
Hace medio siglo, a las dos de la tarde del 6 de octubre de 1973, el día más sagrado del año nuevo judío, el Yom Kipur, una coalición de países árabes encabezada por Egipto y Siria, lanzó la Operación Badr, nombrada por una de las victorias del profeta Mohamed, donde cinco divisiones del Ejército sirio con mil 400 tanques y mil piezas de artillería atacaron a las Fuerzas Armadas israelíes en la colinas del Golan, al norte del país, mientras cinco divisiones de infantería egipcias con mil 300 tanques y dos mil piezas de artillería cruzaron el canal de Suez, por el sur.
La guerra del Yom Kipur duró menos de tres semanas con la victoria de Israel, pero el fracaso de la inteligencia israelí, como apuntó hace cinco años Brice Riedel en un detallado ensayo publicado por Brookings Institution, es un ejemplo clásico de cómo la inteligencia falla cuando las comunidades políticas y de inteligencia construyen un circuito de retroalimentación que refuerza sus prejuicios y los ciega ante los cambios en el entorno de amenazas.
“La inteligencia israelí no vio venir la guerra porque estaba aferrada al concepto de que los árabes no irían a la guerra porque perderían, por lo que el peligro de la guerra era mínimo”, agregó. La historia se repitió. Una fuente admitió ayer a la agencia Reuters que “Hamás fue capaz de construir la imagen que no estaba lista para una aventura militar contra Israel”.
Mucha soberbia y exceso de confianza, pero no lo fue todo. Los servicios de inteligencia israelíes, que gozan de fama en el mundo por sus tecnologías avanzadas de intervención –en México las conocemos por su programa espía Pegasus–, fueron incapaces de detectar los preparativos que durante un largo tiempo realizó Hamás para el ataque militar sorpresivo. Prácticamente todos los teléfonos dentro de la Franja de Gaza están intervenidos y monitoreados, pero no descubrieron los planes de Hamás porque, en lugar de utilizar sistemas de comunicación electrónico, transmitieron oralmente mensajes y órdenes.
Esto lleva a otro enigma. Si los servicios de inteligencia israelíes tenían una amplia red de informantes, ¿cómo no se enteraron? Durante dos años Hamás no realizó ninguna acción militar contra Israel, y “creímos que el hecho de que estuvieran saliendo (de la Franja de Gaza) para trabajar y llevar dinero a casa crearía cierto nivel de calma, pero estábamos equivocados”, como reveló un vocero militar a Reuters. “Nos hicieron pensar que sólo estaban interesados en el dinero”, le dijo un miembro de la seguridad del Estado israelita.
Hamás parece haber ido diseñando su operación militar montada en el desdén israelí y sus descuidos de seguridad, que produjeron decisiones equivocadas, como que las tropas fortalecieran la seguridad en los asentamientos judíos en las tierras ocupadas en Cisjordania, en el oeste del país, debilitando el frente sur, que colinda con Gaza, que facilitó que la ofensiva terrestre de Hamás fuera rápida, eficiente y letal.
Los viejos sensores que tiene Israel alrededor de la Franja de Gaza no detectaron el movimiento masivo de los milicianos de Hamás. La información sobre su sistema de defensa de cohetes y misiles, llamado el Dron de Hierro, con 12 años en servicio, se vio rebasado por la intensidad y continuidad de los ataques aéreos de Hamás, que incluyó un nuevo sistema de misiles de corto alcance llamado Rajum, más rápido para recargar que los misiles interceptores israelíes, diseñados por la empresa Rafael, que también tiene negocios en México.
El éxito de la operación de Hamás, cuando menos durante las primeras 72 horas, no fue sólo por el colapso de las agencias de inteligencia. La política también contribuyó al vivir Israel bajo el mando del primer ministro Benjamin Netanyahu de manera altamente polarizada. Netanyahu radicalizó al país como nunca había estado, y la extrema derecha avanzó, amenazando la libertad del Poder Judicial, que provocó desconfianza entre los servicios de inteligencia, y los llevó al terreno del debate político, descuidando sus funciones primarias.
No parece fortuito que Hamás haya escogido el inicio de su operación en medio de la crisis política más aguda que ha vivido Israel en su historia, la falta de consenso y las divisiones profundas en el gobierno, iniciando el ataque sorpresivo en el Shabat judío y en coincidencia con la celebración del Yom Kipur, su día más sagrado. Lo que sucedió el sábado parece resultado de una cadena de errores como hace 50 años, provocada por su sentimiento de superioridad.
El ataque de Hamás ha sido comparado con el 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, por el impacto, y porque también tuvo origen en errores de los servicios de inteligencia, y pugnas internas a la par de descuidos y omisiones. También se ha trazado una analogía con la Ofensiva del Tet de 1968 en Vietnam, donde el Vietcong, si bien no ganó militarmente su operación sorpresiva, propinó una fuerte derrota moral para Estados Unidos.
Es probable que Israel, con la asimetría de su poder militar, termine ganando esta guerra con Hamás, pero ha perdido moral y políticamente por el colapso de sus servicios de inteligencia y el descrédito que muchos no nos imaginamos ver.