¿Tiene 125 mil pesos para comprar el pase a un espectáculo de cinco horas? ¿Y 17 mil pesos para comprar un boleto de avión en clase turista? ¿Quiere apostar cuántas veces aparecerá Taylor Swift en la transmisión del Super Bowl? ¿Está dispuesto a poner su dinero en la adivinanza de si un jugador o entrenador llorará mientras entonan el himno nacional? O de plano, ¿meterá su dinero para ganar si uno de los jugadores sufre una contusión por un golpe en la cabeza? Qué espera. Vaya a Las Vegas para asistir a la edición 58 del megaevento deportivo que este domingo tendrá como sede la ciudad más extravagante de las 11 que han sido sus anfitrionas previamente.
Desde que la National Football League le otorgó la sede en 2017, se empezaron a preparar. Los Raiders, el equipo que se mudó de Oakland a Las Vegas para comenzar a jugar en esa ciudad en medio del desierto, comisionó la construcción de su estadio en la pequeña ciudad Paradise, suburbio de la capital del pecado, cuya población es ligeramente inferior a lo que tiene la colonia Agrícola Oriental, la más grande de la Ciudad de México, con poco más de 114 mil habitantes.
El estadio, patrocinado por Allegiant, una aerolínea de bajo costo, no es el más grande que existe en Estados Unidos –lo superan otros 50 con una capacidad superior a las 65 mil personas–, ni es el que más caro costó, pues aunque su construcción ascendió a 2 mil millones de dólares, el estadio Sofi de Los Ángeles salió en poco más de 3 mil. Pero esto no demerita el espectacular estadio que tiene una altura de 10 pisos, con un diseño futurista y una forma estilizada que en uno de los costados parece la parrilla de un auto de lujo. Después de todo, muchos más lo verán por televisión en Las Vegas, en casinos, bares y restaurantes, y en 190 países en el mundo.
De acuerdo con un análisis de la Federación Nacional Minorista, se espera un récord de 200 millones de adultos en Estados Unidos que vean el partido por televisión –no hay un cálculo aún de cuántas mujeres verán por primera vez el Super Bowl por Taylor Swift, cuyo noviazgo con un jugador de los Jefes de Kansas le dio un valor agregado a la marca del equipo de más de 300 millones de dólares, e incrementó en dos millones las televidentes en un juego dominical del equipo–, sin contar la audiencia mundial de 56 millones que vieron la inesperada victoria de Kansas sobre las Águilas de Filadelfia el año pasado.
El público que tendrá el Super Bowl cautivo durante las cinco horas aproximadas que durará el juego más el espectáculo del medio tiempo y la premiación, por la expectativa de que será un gran partido y el fenómeno swiftie, ha puesto el valor de los anuncios en niveles de locura. Según la revista AdAge, el spot de 30 segundos costará un récord de 7 millones de dólares, 500 mil dólares más que el pasado Super Bowl, que ya había incrementado su precio en un millón de dólares respecto de 2022.
Este domingo, una vez más no son favoritos los Jefes, sino los 49′s de San Francisco –que tomaron su nombre por la fiebre del oro en California que empezó en 1848–, reflejado en las apuestas, +130 de los californianos, contra -170 de los Jefes, en el frenesí de uno de los negocios multimillonarios alrededor del magno evento. Una encuesta de la empresa Morning Consult para la Asociación de Juego de Estados Unidos, señala que se espera que un número récord de 67.8 millones de adultos en Estados Unidos apuesten un total de 23 mil 100 millones de dólares, lo que representa un brinco de 35 por ciento al total en el anterior Super Bowl, celebrado en Phoenix, cuando la suma de apuestas llegó a 16 mil millones de dólares.
La fiesta se esparce por todo Estados Unidos y en muchas otras partes del mundo, como en México, donde habrá experiencias gastronómicas en varias ciudades del país, que dejarán una derrama económica solo en la Ciudad de México de 6 mil millones de pesos, de acuerdo con la Cámara de Comercio, Servicios y Turismo capitalina. Nada mal para estar a casi tres mil kilómetros del epicentro futbolero.
La Federación Nacional Minorista estima que la fiesta allá, en Estados Unidos, también estará en grande. Estiman que poco más de 112 millones de personas –una tercera parte de la población– planean organizar una fiesta o asistir a una, y que otras 16 millones verán el juego en un restaurante o en un bar, que dejará una derrama económica nacional de 17 mil 300 millones de dólares –mil millones más que en el anterior Super Bowl–, equivalente a 86.04 dólares por persona, que gastarán 80 por ciento en alimentos y bebidas.
En Las Vegas el fin de semana será brutalmente benéfico. La Cámara de Comercio de Estados Unidos anticipó que al total de visitantes regulares en un fin de semana, 300 mil personas, se agregarán en estos tres días otros 150 mil que gastarán un mínimo de 215 millones de dólares en comida, bebida y hoteles, que sumarán a la derrama calculada en 500 millones de dólares, y una recaudación adicional de 70 millones en impuestos locales y estatales. El impacto económico también se sentirá en ciudades muy lejanas, como en Nueva York, donde el Super Bowl dejará una ganancia de mil 200 millones de dólares a los establecimientos locales, o Miami, que obtendrá por un show a cientos de kilómetros de distancia, 366 millones.
El Super Bowl siempre es divertido, aunque a veces los juegos resultan aburridos, pero Las Vegas, que es la capital mundial del juego y que está construyendo serlo en entretenimiento y espectáculos deportivos, promete que será todavía más. Más de 300 mil personas lo comprobarán cada noche de este fin de semana, estiman las autoridades, al hacinarse en los cinco kilómetros de la strip, la arteria que alimenta a la ciudad.