La reforma educativa, la primera gran transformación anunciada por Enrique Peña Nieto en su primer discurso como presidente, llegó a su fin. Esta conclusión no es buena sino ominosa. Por decisión política, las premisas de la reforma educativa para la capital de la cuenca del descontento, Oaxaca, quedaron truncas.
Le ley en ese estado no se aplicará. Seguirán las concesiones y las prebendas. ¡Viva la disidencia magisterial! Que los ciudadanos acepten la realidad que en el momento menos esperado cerrarán aeropuertos, carreteras, realizarán plantones y estrangularán el comercio. La paz social que buscó el gobierno de Peña Nieto mediante la entrega de una parte de poder a los maestros opositores al régimen, es una quimera.
En el gobierno de Peña Nieto deberían haber aprendido que la CNTE es insaciable. Para utilizar una metáfora del futbol americano, siempre juegan al primero y diez. Es decir, en las negociaciones con la disidencia magisterial no hay avances de una yarda, ni retrocesos. Siempre que tienen el balón, los maestros avanzan diez yardas para tener no cuatro oportunidades más para volver a tener esa posición de campo –como sucede en el juego–, sino para recorrer en automático la distancia y exigir otras diez yardas. Ellos nunca pierden. Quienes pierden es el gobierno y los mexicanos.
Los maestros han vuelto a generar inestabilidad en Oaxaca, donde se encuentra 70 por ciento de la disidencia magisterial. No quieren que el gobierno federal, como establece la reforma educativa, asuma a partir del día 15 el pago de las nóminas de los maestros. La toma del aeropuerto, carreteras e instalaciones de Pemex este fin de semana es, dicen, porque el gobierno federal incumplió un acuerdo para que esa acción comenzara en marzo. Juegos retóricos. Eso no sucedería en marzo, que es cuando anualmente inicia la estrategia de negociación de los maestros, con el pliego petitorio de la negociación salarial. Sus intenciones son mucho más ambiciosas.
A la disidencia magisterial le ha dado mucho el gobierno peñista, pero está en la lógica del primero y diez. El 23 de diciembre, cuando muchos estaban pensando en la inmortalidad de la temporada, el gobernador Gabino Cué dio a conocer que en negociaciones con la Secretaría de Gobernación había logrado que todos los maestros de Oaxaca fueran integrados en la nómina de la Secretaría de Educación Pública. Esto, de sí, fue el principio del fin de la reforma educativa. Quien lleva la negociación con la CNTE, convertido en un cosecretario de Educación de facto, es el subsecretario de Gobernación, Luis Miranda, compadre del presidente.
Esto significa que lo que hace Miranda, por encima de los secretarios de Educación –que se supone maneja la educación– y de Hacienda
–que da los recursos–, cuenta con la aprobación no sólo del secretario de Gobernación, sino del jefe de Oficina de la Presidencia y de Peña Nieto mismo. Por eso es tan relevante lo que sucede en Oaxaca, en el contexto del acuerdo revelado por Cué. De acuerdo con la reforma constitucional en materia educativa, sólo aquellos maestros que estuvieran censados, podrían ser sujetos de pago, lo que ahí no sucedió.
En Oaxaca el censo fue incompleto. Entre 70 mil y 80 mil maestros de la CNTE nunca fueron censados, por lo que, por ley, no se les podría haber pagado. De hecho, nunca se les dejó de pagar, e incluso el gobernador Cué aprobó pagar los aguinaldos que omitió la Secretaria de Educación Pública en diciembre. Entre éstos, poco más de cuatro mil maestros no existen: ni dan clases en las escuelas donde se supone ejercían, ni coinciden sus nombres con los de los registros oficiales del magisterio, ni en las escuelas donde enseñan los conocen el resto de los maestros. Son plazas fantasmas a las que se les sigue pagando cada 15 días sin saberse quiénes son los que cobran por esas plazas y para qué fines utilizan los recursos de los contribuyentes.
La CNTE tiene controlado al gobierno. Su estrategia histórica de negociación ha sido negociación-presión, negociación-confrontación y confrontación-receso. No hay nada oculto en sus tácticas. Para alcanzar el objetivo trazado presionan con plantones y movilizaciones. En la segunda etapa, para elevar los costos, enfrentan a la autoridad y chocan físicamente con las policías. Una vez que ya lograron extraer de sus interlocutores lo que buscaban, anuncian un receso, que es cuando bajo el pretexto de consultar a sus bases en sus estados de origen, regresan a sus casas.
Lo que se ha visto en los dos primeros años del gobierno, es que el presidente propone y la CNTE dispone. En Oaxaca, el gobierno de Cué está sometido por la disidencia magisterial, que administra la movilidad en la capital. En Guerrero, durante el último trimestre del año se comprobó cómo articularon la oposición antisistémica bajo la bandera de la aparición de los normalistas de Ayotzinapa. En medio de las crisis, el subsecretario Miranda aprobó recursos y plazas por fuera de la ley a los maestros disidentes.
Lo que está sucediendo en Oaxaca es la derrota de Peña Nieto y su reforma educativa, humillación política y legal de su legado presidencial. En el gobierno federal dicen que la reforma educativa se aplicará en todo el país y sin concesiones. Ya se verá. Hasta ahora, los hechos dicen lo contrario: la disidencia magisterial sigue en el primero y diez.
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El primero y diez, de la CNTE
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