Alfonso Durazo tiene un gran problema en este momento. No es en Sonora, donde su adversario para la gubernatura, Ernesto Gándara, se metió en el último mes al terreno de competencia, sino en la Ciudad de México, y directamente con la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, quien lo sucedió en el cargo que Durazo usufructuó de manera ilegítima, ilegal y desvergonzada después de irse a vivir a Hermosillo. Ya se medirá con Gándara en las urnas, pero mientras tanto, ya lo están llamando a cuentas en la Ciudad de México por los abusos que cometió –podrían configurarle delitos– y que había mantenido en secreto.
Durazo renunció al cargo de secretario en la tercera semana de octubre, para dedicarse de lleno a su campaña para gobernador. Llevaba tres meses haciéndola los fines de semana viajando a Sonora, pero era insuficiente. Durazo concretó su salida del gobierno a regañadientes del Presidente, pero se llevó con él canonjías insólitamente extraordinarias: 75 marinos que fueron comisionados a la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, para que le sirvieran como equipo de seguridad en Sonora. No le dijo a nadie, pero la nueva administración de Rodríguez, dentro de todo el desastre que le dejó el sonorense, se topó con esa guardia pretoriana particular, a cuenta del erario.
De nada valió el contexto en el que se mueve Durazo, donde los 75 marinos muestran qué tan inquieta tiene su conciencia. Desde hace casi dos años Durazo ha recibido amenazas de muerte de los líderes de la organización criminal Los Salazar, que es el brazo armado del Cártel de Sinaloa, que opera en Sonora y Chihuahua. Las imputaciones que le han hecho públicamente es por haber incumplido compromisos que nunca aclararon, y que Durazo no ha respondido, como fue correcto proceder. No es inusual que una banda criminal acuse a personas públicas de corrupción, pero, en cualquier caso, las amenazas provocaron que Durazo, todavía como secretario, modificara algunas veces su agenda personal.
Cuando se trasladó a vivir a Sonora, Durazo pidió específicamente que se le sumaran marinos para cuidarlo, con cargo a la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana. El candidato a gobernador desconfiaba del Ejército, con cuyos jefes había tenido fricciones y guardaba resentimientos porque el comisionado de la Guardia Nacional, el general de brigada Luis Rodríguez Bucio, respondía al secretario de la Defensa, general Luis Cresencio Sandoval, aunque él fuera su superior jerárquico. La protección le duró hasta febrero.
Hace poco más de dos semanas citaron en la Secretaría de Seguridad Ciudadana a Jesús Valencia, coordinador de la campaña de Durazo, quien previamente colaboró con él como jefe de Políticas y Estrategias para la Construcción de Paz con Entidades Federativas y Regiones, en la secretaría, para que no sólo explicara el proceder del candidato, sino que de inmediato regresaran a los marinos a sus funciones, para lo cual la Secretaría de la Marina los comisionó. Aunque no ha habido confirmación del desenlace, las cosas en la secretaría para Durazo no están bien.
La secretaria Rodríguez ha comentado en privado todo el desastre que les dejó Durazo, cuya estrategia de seguridad resultó un fracaso. Hay una limpia de colaboradores del exsecretario, que ha generado tensiones, pero hasta muy recientemente descubrieron, en el caso de los marinos, que el abuso en sus funciones había rebasado todos los límites racionales. Rodríguez no se lo va a tolerar, de acuerdo con funcionarios federales, aunque no se sabe si el tema ya se lo informó al presidente Andrés Manuel López Obrador.
La salida de los marinos que utilizaba como equipo de seguridad en Sonora, lo dejará en una situación de seguridad donde probablemente se sentirá vulnerable, pues de otra forma no habría visto la necesidad de llevarse a 75 de sus miembros, restando esa fuerza de las tareas de seguridad pública para las cuales los comisionó el almirante Rafael Ojeda, secretario de la Marina, a la Secretaría de Seguridad Ciudadana.
La decisión personal de Durazo abona en su personalidad individualista. ¿Más importante él que la seguridad pública? Pero se inscribe en sus viejas aspiraciones políticas, que no logró cuajar con el presidente Vicente Fox, a quien traicionó. Durazo se propuso desde hace varios años ser gobernador de Sonora y ahora que siente estar en la ruta de obtenerla en las elecciones de junio próximo, ya está pensando en la candidatura presidencial para 2024, hablando con empresarios para que le financien la campaña a cambio, según personas que conocen de esas reuniones, de compensarlos con contratos cuando llegue a Palacio Nacional.
En este momento no se sabe cual será el futuro mediato de Durazo, y qué tanto el retiro de los marinos mostrará a quienes lo han apoyado que quizá no es tan buena idea. No tendrá problema con López Obrador, aunque sea informado de la arbitrariedad administrativa que cometió –no es su estilo–, pero sí con la secretaria Rodríguez. El tema de los marinos es algo que fácilmente resolverá, ahora que ya lo descubrió, pero la depredación de la secretaría, que se venía arrastrando desde el primer tercio del gobierno de Enrique Peña Nieto, le llevará más tiempo.
La cancelación de su guardia pretoriana, sin embargo, quizás transmita el mensaje en Sonora que Durazo no tiene el respaldo incondicional que presume en la Ciudad de México, y se verá que la guardia de marinos fue una acción unilateral no autorizada. El frente interno que se abrió con su prepotencia es dañino para Durazo en estos momentos, porque las acciones emprendidas por Rodríguez se empatan con los resultados de la última encuesta de preferencia electoral en Sonora, dada a conocer por la revista especializada Voz y Voto hace una semana, donde el candidato de la coalición del Presidente aventaja por sólo tres puntos a Gándara; o sea, en el margen de error. Cómo recibirán los sonorenses este episodio, está por verse.
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