Desde hace casi 60 años, la vida de la familia Alemán se mide públicamente en dígitos. Forma parte de una leyenda construida sobre realidades desde que Miguel Alemán Valdés asumió la Presidencia en 1946. Alemán Valdés, un cachorro de la Revolución y el primer mandatario sofisticado, cultivado y técnicamente entrenado para dirigir, transformó a México y lo industrializó, pero siempre obteniendo una pequeña parte de todo para ir amasando su fortuna. Impulsó la minería, y se quedó con parte del negocio; abrió las transmisiones de televisión y se quedó con un paquete de acciones de Telesistema Mexicano, hoy Televisa; impulsó el turismo y se quedó con propiedades en Acapulco, que él construyó, y donde, desde los primeros días en Los Pinos, empezó a comprar terrenos que hoy valen millones de dólares. El turismo y el negocio de los bienes raíces fue lo suyo durante y después de la Presidencia. Compró a precio de remate lo que hoy es Ciudad Satélite, urbanizó terrenos en Cuernavaca, en una parte del Bosque de Chapultepec, y ganó millones al fraccionar Polanco.
En un amplio reportaje en The New York Times, publicado en 1978 por su legendario corresponsal Alan Riding, sobre la reducida pero opulenta aristocracia mexicana, escribió: "Aunque algunas personas han sido vastamente exitosas a través de la iniciativa privada, el camino más rápido a la riqueza en este siglo ha sido la política. Algunos de los generales victoriosos de la Revolución fueron capaces de fundar imperios empresariales en los 20's y aún sobreviven, pero la mayor parte de las fortunas políticas se hicieron desde el gobierno de Miguel Alemán Valdés, que fue presidente de 1946 a 1952, y quien es uno de los mexicanos más ricos".
Ryan Alexander, en una tesis doctoral en la Universidad de Arizona en 2011, intitulada "Los hijos afortunados de la Revolución Mexicana: Miguel Alemán y su generación, 1920-1952", lo describe en un pasaje de su trabajo: "Ya fuera como anfitrión de presidentes de Estados Unidos en su propiedad en Acapulco, cenando con la realeza británica, navegando en su yate con Frank Sinatra o permitiéndose los más elegantes alojamientos en París o Venecia con su amante y séquito. El expresidente, como impulsor del turismo, como un socialité elegante, prominente empresario y eventualmente un viejo estadista, permaneció como una importante figura política por décadas, y construyó su leyenda en importantes maneras".
Durante décadas, el apellido Alemán fue sinónimo de riqueza, pero nunca sus fortunas habían quedado expuestas desde las historias del patriarca de la familia, como ahora, cuando su nieto, Miguel Alemán Magnani, empezó una guerra con Televisa* para ganar espacios políticos –no hay otra explicación lógica– y eventualmente evitar penalidades económicas millonarias tras el incumplimiento del contrato de compraventa de Radiópolis y de la pena convencional adherente a él. El embargo que le dictó un juzgado civil de la Ciudad de México, al igual que a su empresa, Corporativo Coral, abre una gran puerta en la documentación legal para conocer lo que él, no el resto de su familia, posee. El embargo, que incluyó su casa en Bosques de las Lomas, también abarcó, como se conoce, la empresa que es propietaria de Interjet –donde su hermana es socia importante– y su centro de mantenimiento en el aeropuerto de Toluca, y una cadena de propiedades en todo el país. Si Alemán Magnani no tiene líquido, su fortaleza económica está en las propiedades inmobiliarias.
De acuerdo con los documentos, es dueño de propiedades cuya superficie rebasan los 16 millones de metros cuadrados. Entre los urbanos se encuentra Antara Polanco, uno de los centros comerciales con mayor plusvalía en toda América Latina, y Satélite Apolo, una plaza comercial contigua a Plaza Satélite. En Acapulco es propietario de Comercial Guitarrón, que tiene centros comerciales y restaurantes, así como de dos plazas, Marbella y La Vista. En La Paz, Baja California Sur, cuenta con dos bodegas, y en Cozumel, Quintana Roo, con un terreno también listo para ser comercializado, de más de 80 mil metros cuadrados.
Sin haber sido aún comercializados o fraccionados, Alemán Magnani mostró en los juzgados la propiedad de dos inmobiliarias en Acapulco que tienen 170 mil metros cuadrados, totalmente urbanizados, que se encuentran en la punta de esa zona, entre Puerto Marqués y la playa de Revolcadero. En la misma zona, pero sin servicios ni accesos, cuenta con dos terrenos de 150 mil metros cuadrados, en la zona de Puerto Marqués. Nada, sin embargo, como los casi 15 millones de metros cuadrados que tiene en Bahía Balandra, Baja California Sur, una belleza en el Canal de San Lorenzo, al norte de La Paz, que es una zona natural protegida, por lo que el empresario está inmerso en un proceso relacionado con invasiones y traslapes de límites territoriales.
Ni el embargo ni las propiedades mostradas en juzgados incluyen las propiedades que tiene Alemán Magnani, o su familia, en el extranjero, como sus casas en Nueva York, Los Ángeles, Breckenridge –un poblado en la zona de Vail y Aspen, en Colorado, pero más exclusivo y hermoso que esos famosos destinos turísticos– y París. En los documentos no se detalla el valor total de las propiedades que sí forman parte del caso, que quizás sólo conozcan con amplitud sus financieros y la familia. Desnudar las finanzas de los Alemán es volver a ubicar en el imaginario colectivo la historia negra de lo que fue su abuelo, resultado directo de haberse embarcado en una aventura empresarial donde, parece hoy claro, no tenía el dinero para concretarla, ni para cancelarla.
* Para efectos de transparencia, quien esto escribe conduce también un noticiero en Foro TV y forma parte de la mesa de análisis Tercer Grado de Televisa.