Estrictamente Personal

Se esfuma la magia de Andrés Manuel

López Obrador dijo que es el segundo presidente mejor evaluado del mundo, y es probable que sea cierto; lo que no dijo es que también es uno de los que más apoyo han perdido.

La realidad del presidente Andrés Manuel López Obrador no es la que ven y perciben cada vez más personas, pero es donde vive y actúa, siempre refractario y violento ante quien piensa diferente. En vísperas de su Segundo Informe de Gobierno, descalificó las encuestas que lo ubicaban en niveles de aprobación por debajo de 60 por ciento. "Yo tengo mi encuesta -dijo-, 70 por ciento, 65, 64 de aprobación". Frases al aire para ocultar los contrastes. El 1 de septiembre, por ejemplo, EL FINANCIERO publicó que su aprobación estaba en 59 por ciento, un robusto número, que, sin embargo, se debilitaba al desagregarse.

El 50 por ciento decía que el video de su hermano Pío recibiendo dinero, lo dañaba; 50 por ciento consideraba que la lucha contra la corrupción no iba bien (contra 27 por ciento que lo aplaudía); su honestidad iba a la baja (de 61 por ciento de respuestas positivas en marzo, a 49 por ciento en agosto); 61 por ciento consideraba que estaba manejando mal la economía (sólo 19 por ciento lo aprobaba); 59 por ciento calificaba mal la política de seguridad, y partidos por la mitad, estaban quienes pensaban que las investigaciones contra la corrupción eran imparciales o tenían una motivación política.

Esa encuesta ya registraba la filtración de la denuncia de hechos del exdirector de Pemex, Emilio Lozoya, donde hacía un enorme regadero de imputaciones que ayudaban al discurso de López Obrador, cuyo impacto positivo en la opinión pública le ayudó a neutralizar el video de su hermano recibiendo dinero en efectivo. Lozoya tuvo que desaparecer de la narrativa ante la irrupción de la corrupción de su hermano, y hasta esta semana retomó a la corrupción como eje de sus mensajes al solicitar la consulta popular para los expresidentes. Coincidió con la nueva encuesta de GEA-ISA, difundida ayer, y levantada en vivienda antes de su enjuiciamiento al pasado.

Su aprobación se ubicó en 45 por ciento, contra 47 por ciento de desaprobación, manteniendo los niveles de rechazo superiores al apoyo, como se registró desde marzo. Mucho tiene que ver con razones económicas. El 40 por ciento dijo que su situación económica es peor que hace un año, y 35 por ciento afirmó que la de su familia es más mala. La aprobación de López Obrador, comparada con la variación anual del PIB, es la peor que ha tenido cualquier presidente de México desde que se mide la aprobación, en los 90, y casi 30 puntos peor que el nivel histórico más bajo de Felipe Calderón, en 2009, cuando lo arrastró la crisis financiera global.

Pero si la valoración sobre la economía es mala, la percepción sobre la forma como ha manejado la emergencia de Covid-19, es peor. El 60 por ciento de los encuestados rechazó la forma como la ha enfrentado, y 43 por ciento piensa que las autoridades sanitarias perdieron el control de la pandemia. En cuanto a cómo ha sido el apoyo a las instituciones de salud para abastecerlos de equipos y materiales, 68 por ciento respondió que fue insuficiente.

GEA-ISA reconfirma lo que otros estudios de opinión mostraron previamente: la mayoría de los mexicanos no cree en las intenciones de López Obrador en el caso Lozoya. La encuesta de EL FINANCIERO hace 15 días reflejaba que 46 por ciento pensaba que las investigaciones contra la corrupción tenían una motivación política. En la encuesta de GEA-ISA, 46 por ciento consideró que lo que busca es desacreditar a sus adversarios para ganar las elecciones del próximo año. Este nuevo estudio muestra también la discrecionalidad con la que se percibe el actuar del Presidente: 72 por ciento de los encuestados dijo que el dinero que recibió su hermano sí era un acto de corrupción, y 48 por ciento (contra 33 por ciento), estimó que el trato dispensado a él es diferente al de los panistas acusados de sobornos.

Las encuestas de aprobación presidencial difundidas en septiembre prueban que el blindaje que tenía López Obrador ya no existe, y que sostenerlo sobre su narrativa binaria y su carisma, cada vez tiene menor efecto. Sus esfuerzos para impulsar con sus dichos a Morena en las elecciones federales del próximo año, empiezan a tener rendimientos decrecientes, como prueba GEA-ISA, que en la intención de voto para diputados federales, registró 22 por ciento de apoyo al partido en el poder, sólo cinco puntos arriba del PRI y ocho puntos de ventaja sobre el PAN. Estos números están lejos de ser concluyentes, no sólo por el tiempo que falta para las elecciones de julio próximo, sino porque 40 por ciento de los encuestados se dijo indeciso. No obstante, el ánimo nacional está cambiando.

Todas las encuestas que no se ajustan a la percepción que tiene López Obrador de él mismo, dice que están "cuchareadas", el coloquialismo que utiliza para descalificarlas, y le encanta compararse con sus contrapartes en el mundo. En esta ocasión, negando los datos de las casas encuestadoras, ha dicho que es el segundo presidente mejor evaluado del mundo. Quién sabe a qué encuesta se refería, porque nunca reveló la fuente, pero es probable que sea cierto, porque su nivel de aprobación era tan alto, que una reducción lo deja de cualquier manera en buena posición. Lo que no dijo es que es uno de los líderes que más apoyo han perdido este año en el mundo.

El Presidente pelea o litiga todo el tiempo contra sus espejos, muchas veces identificándolos como medios de comunicación que, como lo han hecho la mayoría desde los 80, tratan al Presidente críticamente y meten al gobierno en la caja de la rendición de cuentas. En otros habla López Obrador de manera abstracta, los "conservadores" y los "neoliberales", fantasmas que ha construido para eludir hablar de las realidades, como su gestión en el manejo económico, en el control de la pandemia, o en reducir la inseguridad. Cada vez puede menos frente a la realidad. Cada vez la magia que tenía se le está esfumando.

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