Sobreaviso

Cambio de escena

Cambió la escena y los actores están obligados a ajustar su rol. No hay guion, pero improvisar sin calcular puede acarrear problemas. Tampoco hay ley, y el crimen lo festeja.

La escena cambió. Ahora, de la capacidad, madurez y talento de los actores para entender y asumir su nuevo rol dependerá el curso y el desenlace de la lucha por el poder en la República. Liza en la cual también participa el crimen, interesado en expandir su dominio y control, el imperio de la impunidad.

Como en muchas de las obras montadas por la clase dirigente, en ésta tampoco hay guion ni ley, si acaso, muy frágiles reglas particulares. Sin embargo, quienes pierdan la noción de su papel, improvisen sin calcular, se tropiecen en las líneas o sobreactúen, podrían colocar al país de nuevo ante una crisis de muy difícil solución, sobre todo, después de haber exacerbado la confrontación política y tolerado la violencia criminal.

Van los actores principales, secundarios, así como los de reparto y relleno a otra escena, a ver qué tal les sale.

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Dado que este sábado los nominados por Andrés Manuel López Obrador para sucederlo, han sido conminados por éste a guardar silencio y disciplina a fin de dejarle celebrar a gusto en el zócalo el quinto aniversario de su propia elección, mal no harían en reunirse y acordar solicitarle a su líder y jefe aflojarles la rienda y darles más espacio para actuar.

Los predestapados del movimiento ya no estarán recorriendo el país a solas, exhibiendo músculo o ingenio, tomándose selfies, comiendo garnachas en público o diciendo cosas sin poder hablar. La incorporación a escena de los suspirantes presidenciales del bando contrario los llevará a fijar posturas. No bastará responder con la boca cerrada o recitar los postulados de la pretendida Cuarta Transformación.

La relativa dicha de hacer campaña con compañeros, por muy contrincantes que sean, se acabó. Si hay inteligencia por parte de los suspirantes opositores, quizá, les podrían marcar el compás a los oficiales que, hasta ahora, se sentían dueños de la partitura y la orquesta, aunque no de la batuta y la dirección. En tal virtud, los nominados a suceder a Andrés Manuel López Obrador están obligados a cobrar conciencia del nuevo rol. Menudo lío protagonizar ese papel.

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A su vez y con la enorme dificultad que ello supone a quienes detentan poder y lo ejercen, Andrés Manuel López Obrador está impelido a ajustar su actuación. Redefinir el límite del placer y el deber político.

Puede el tabasqueño, desde luego, seguir utilizando la conferencia presidencial matutina como plataforma para impulsar a sus nominados, golpetear a los adversarios, mantener a raya a los otros poderes y mostrarse como jefe y líder político de un movimiento. Sin embargo, no puede eludir el carácter del foro ni el peso de la responsabilidad que carga como jefe de Gobierno y Estado. De un Estado asediado por el crimen que, de mantener el ritmo de actividad y el grado de violencia, puede convertirse en un factor disruptivo, sino es que de inestabilidad política.

Las señales en torno a la conciencia del doble rol que desempeña López Obrador han sido, hasta ahora, contradictorias. Reconoce y desconoce el hecho. Asumir la extinción de la estrella política no es sencillo, cuesta trabajo y reclama madurez, equilibrio, honradez y compromiso con la nación y el Estado. No hacerlo o ignorar el tiempo que marca el calendario sexenal, es asomarse a un precipicio.

Gradualmente, si se quiere, pero se aproxima la hora de ceder poder y abrir espacio, y luego desvanecerse. Pretexto, texto y contexto del acto de este sábado podría dar noticia de la postura de Andrés Manuel López Obrador ante el nuevo escenario.

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El complejo y hasta ahora impreciso método de selección del ahora llamado Frente Amplio por México refleja la dificultad de empatar intereses y principios, sobre todo, cuando sólo hay claridad de aquello que se repudia, pero no de aquello que se pretende. Una cosa es una coalición, otra un muégano. Y una muy distinta sostener una tramoya con alfileres.

Pese a ello y a los tropiezos en su arranque, la incorporación de la oposición partidista y la resistencia social a la escena es saludable. Salieron de su letargo, pero falta por ver si están en verdad despiertos y abiertos. Si los agujeros del método de selección no son la puerta de escape ante los acuerdos contraídos por esos partidos y esa porción ciudadana, en la aplicación del método se verá si funciona. De ser ese el caso, faltará por ver si posibilita al Frente para cerrar la desventaja que tiene ante al movimiento en el poder y lo posiciona como un competidor.

Por lo pronto, los cuadros partidistas que buscan la candidatura presidencial a través del Frente ya tomaron nota de la red de agujeros del método, así como de la cargada real y artificial a favor de Xóchitl Gálvez que, pese a su inteligencia, genio y frescura política, sucumbió ante el canto de las sirenas. Una actriz a quien, curiosamente, Andrés Manuel López Obrador al cerrarle las puertas de Palacio, se las abrió.

Más adelante, cuando las sirenas dejen de endulzar el oído a la hidalguense y le peguen de gritos se verá la actuación de ella que, sobra decirlo, ha hecho su carrera justo por no apegarse a las líneas de un guion, sino es el suyo.

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En este cambio de escena, condición general para el reparto de actores –sean estelares, secundarios o de relleno– es hacerse de la vista gorda ante la ley y simular con absoluta entereza no advertir que la incumplen. Eso y rogarle al crimen que, en la disputa por el poder, actúe como si no estuviera compitiendo con ellos y, de no ser así, solicitar su registro ante la autoridad electoral para contender con equidad y piso parejo.

En breve

La presunta ministra debería mirar las manecillas del reloj sexenal, cuanto más avancen más difícil hará que ella siga sentada donde está.

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