Sobreaviso

Los días contados

El sexenio y el régimen tienen los días contados. Inquieta el mañana. Si Morena no regresa detrás de la línea que no debió cruzar, no deberá asombrarse si se borra el horizonte.

En más de un sentido, el sexenio, el régimen y muchos de sus actores tienen los días contados.

Con motivo de la desaseada aprobación de la reforma constitucional del Poder Judicial en el Senado, la clase política en su conjunto dejó ver lo peor de ella: el abuso, la canalla, la ruindad y la bajeza. En ese lance, Morena (no sus aliados, porque ellos nunca la han tenido) perdió la autoridad moral que presumía, restó legitimidad al triunfo electoral obtenido, ejerció el poder con soberbia, complicó la continuidad del proyecto y puso en práctica la política que supuestamente abomina, la del chantaje y la extorsión.

Lo más delicado, tras la sana incertidumbre electoral cuya consecuencia debe ser la necesaria certeza política, el líder de ese movimiento con sus operadores parlamentarios sembraron la semilla de la incertitud en torno al Estado de derecho y la utilidad de la política. Eso no fortalece, debilita a la sucesora Claudia Sheinbaum y reduce aún más su ya de por sí estrecho margen de maniobra. ¿Así quiere Andrés Manuel López Obrador a quien califica de “giganta”?

Si lo hecho responde al propósito de controlar un poder que escapaba a su dominio; estampar a fuerza y mal escritos en la Constitución los postulados de la pretendida cuarta transformación; y posibilitar a su líder ceñirse la corona de guirnaldas en la ceremonia de El Grito, Morena comienza a extraviarse entre el símbolo y el signo político: no representa lo que dice ser, aun cuando cuente con amplio respaldo popular. Gana poder, pero pierde autoridad y autenticidad. Así, con todo y su hegemonía, un partido no dura mucho.

El régimen y sus actores tienen los días contados.

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Bajo la argucia de sólo practicar la realpolitik soslayando principios o, como dice su líder, de echar mano de la política eficaz con resultados, esta semana Morena y sus aliados cruzaron la línea que, de no regresar detrás de ella, a la postre les significará un costo elevado.

No se puede enderezar la justicia, torciéndola más. Granjearse un voto y neutralizar otro sobre la base de la extorsión no dignifica, envilece a Morena. A sabiendas de qué representa la dinastía Yunes Linares-Márquez y habiéndola padecido, asombra que el todavía presidente de la República la justifique diciendo que todo se reduce a un cambio de parecer sobre la reforma del Poder Judicial y su hijo Andrés Manuel López Beltrán, a punto de inaugurarse en la política abierta no encubierta, lance un tuit felicitándola de manera especial. Si ya antes Morena integró a sus filas a personajes merecedores de aparecer en el cuadro de horror de la política, ahora, ¿ya caben en el movimiento los aliados o los militantes con tufo a carne de reo?

Lo peor de tolerar –por no decir, festejar– el modo de operación del coordinador de los senadores de Morena, Adán Augusto López, es la renuncia al diálogo político y la reivindicación de la fuerza y el chantaje como recurso principal. Si lo sucedido durante la semana es un aviso ominoso de lo que sigue, la idea de bajarle a la polarización y a la confrontación puede entonces echarse ya al cesto de la basura. ¿En verdad, Claudia Sheinbaum está dispuesta a estampar ese sello como parte de su propio estilo?

Ejercer el poder de ese modo funde forma y fondo. Se postula la elección de los impartidores de justicia como antídoto contra la corrupción, siendo que la elección de los otros dos poderes no ha sido vacuna contra ella. Se acusa el nepotismo como uno de los peores vicios de aquel poder, pero se guarda silencio sobre los familiares que forman parte de la nómina del Ejecutivo y el Legislativo. Se presume que con la reforma se acabará con el tráfico de influencias en el Judicial, sin reconocer que esa práctica ha sido tabique y cemento de buenos negocios compartidos entre el sector público y privado.

La forma de sacar adelante la reforma empata con el fondo de ella.

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Consonante con esa manera de ejercer el poder, la oposición se pinta sola. Llevó al Congreso a legisladores vulnerables, más de uno carga en el portafolios no proyectos legislativos, sino amparos o carpetas de investigación abiertas y ansía no legislar, sino contar con fuero.

Si la actuación de Marko Cortés como dirigente de Acción Nacional fue patética, su desempeño como senador ha sido congruente. Si como dirigente, el PRI lo chamaqueó en Coahuila; los Yunes, lo chamaquearon en Veracruz. Lo grave es que, con la camarilla de la cual forma parte, Cortés colocó en el Congreso a otros cuadros que al primer soplo sucumbirán ante el poder. La nómina de diputados y senadores albiazules vulnerables es larga. Cosa de preguntarle al vicecoordinador en el Senado, Enrique Vargas.

En el caso del PRI, ocurre lo mismo. El presidente y senador del tricolor, Alejandro Moreno, encabeza la lista de los cuadros vulnerables y se desgañita acusando presiones contra su partido, pero calla por qué es susceptible a ellas. Tan pronto como ahora mismo, ya afronta problemas: ayer, el Instituto Nacional Electoral echó abajo la reforma a los estatutos que posibilitó su reelección como dirigente y, aunque recurrirá la resolución en el Tribunal Electoral, bien claro tiene que eso lo deja como un legislador vulnerable a los ojos de Morena. ¿Qué fuerza en el poder no desea tener un dirigente y senador opositor como él?

No por razones de austeridad, Morena no gasta dinero en comprar adversarios ni realiza un gran esfuerzo político en doblarlos, aquellos así llegaron al Congreso. Con esa oposición y con tanto poder acumulado, el movimiento sonríe cuando aquellos intentan enfrentarlo.

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El sexenio, el régimen y varios de sus actores tienen los días contados, lo inquietante es el mañana. Venga El Grito con los fuegos de artificio que pueden hacer llamas.

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