Ricardo Becerra

El INE, los hechos y la historia

Fue el INE la autoridad electoral que verificó y otorgó registro al partido de López Obrador, y el ahora presidente es la prueba viviente de la imparcialidad de esa autoridad electoral.

Ricardo Becerra, presidente del Instituto de Estudios para la Transición Democrática

El lunes, en estas páginas, pudimos leer un artículo que no se toma la molestia de explicar, documentar o argumentar nada de la eventual reforma electoral promovida por el gobierno de López Obrador.

Arrójese una frase y después, siéntase relevado de exponer o demostrar lo que se dice. “El INE es neoliberal”. El artículo sentencia, imputa y sencillamente, prescinde de los hechos.

Su autor es el senador con licencia y actual secretario de Gobierno de la CDMX, Martí Batres, para quien el Instituto Federal Electoral (IFE) y luego el Instituto Nacional Electoral (INE), le parecen poco menos que un instrumento de una conspiración.

Resulta difícil discutir con puras afirmaciones al vuelo, que carecen de demostración o de sustento, pero la historia puede ayudar a deshacer esa engañifa.

Veamos. La autoridad electoral mexicana ha hecho posible el cambio político de México, desde un gobierno autoritario, de un solo partido, hacia un gobierno que emerge de la votación y la voluntad de la sociedad. Los votos por fin se contaron bien, en un país 200 años independiente que no lo había logrado hasta la década de los 90, justamente hasta la construcción del IFE.

¿Qué cosas pasaron bajo el manto de las elecciones limpias en nuestro país? En primer lugar, el nacimiento de un Congreso en el cual la mayoría ya no obedecía los dictados del Poder Ejecutivo, lo que abrió las compuertas al principio constitucional de la división de poderes.

En el temprano 1997 la izquierda mexicana, de la mano del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, gobernó la capital del país gracias a una elección eficazmente organizada por el IFE. En el 2000, ocurrió la primera alternancia en la Presidencia de la República y López Obrador fue electo jefe de gobierno en la Ciudad de México. El equilibrio de poderes y el pluralismo siguieron expandiéndose gracias a las elecciones y a las reglas que, ya para entonces habían sido elaboradas por todas las fuerzas políticas de México. El jefe de Batres, por cierto, aprobó esas reglas siendo entonces presidente del Partido de la Revolución Democrática.

Ese IFE al que Batres le atribuye una bicéfala subordinación hacia el PAN y hacia el PRI, fue el que impuso las multas más importantes a esos mismos partidos por los casos de Amigos de Fox y Pemexgate. Todavía hoy ninguna democracia moderna ha conocido una sanción por corrupción política como la que documentó el entonces IFE.

La dispersión efectiva del poder siguió su marcha, produciendo congresos plurales y elecciones altamente competidas, como la del año 2006 en la que los principales contendientes a la Presidencia quedaron a menos de un punto de diferencia. El perdedor alegó fraude, pero 16 años después sigue sin probar su acusación.

El IFE, en cambio, siguió trabajando, expandió sus atribuciones y al cabo se convirtió en la institución que acreditó a México como una democracia en el concierto de las naciones, y en el camino, dotando de identidad a casi 100 millones de mexicanos.

El INE ha organizado elecciones en las que cualquier fuerza política puede ganar. Ha ganado el PAN, ha retomado el poder el PRI, y también ha triunfado una coalición (con algunos ingredientes de izquierda) bajo las siglas de Morena. El INE está diseñado para todos.

Y más: fue el INE la autoridad electoral que verificó y otorgó registro al partido de López Obrador, y el ahora presidente es la prueba viviente de la imparcialidad de esa autoridad electoral. Con la actual administración del INE, y después de tres intentos, el nuevo mandatario por fin alcanzó la Presidencia de la República, por el número de sus votantes, desde luego, pero también gracias al trabajo limpio y profesional del órgano electoral.

Así llegamos a donde estamos. Es difícil explicar ante los ojos del mundo por qué la coalición gobernante, que llegó a serlo, entre otras cosas porque existen esas reglas y esas instituciones electorales, ahora, las quieren demoler, siguiendo un libreto engañoso, carente de argumentos y sobre todo ignorantes de la historia, de su propia historia.

Sirvan estos hechos para entender y valorar todo lo que nos jugamos con la supuesta “reforma electoral”.

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