Ricardo Salinas Pliego

Los cañones de agosto

El libro escrito por Bárbara W. Tuchman nos recuerda entonces la importancia de defender nuestras libertades frente al poder político, y una de ellas, de vital importancia es la libertad económica.

El autor es Presidente y Fundador de Grupo Salinas

"No se puede ganar una guerra,

como tampoco se puede ganar

un terremoto" Jeannette Rankin

Este mes de julio se cumplieron 106 años del inicio del primer conflicto armado a escala mundial. Un hecho que nos recuerda la importancia de la libertad y lo fácil que es descuidarla ante gobiernos autoritarios.

La Primera Guerra Mundial tuvo consecuencias terribles para la humanidad: en poco más de cuatro años, murieron cerca de 10 millones de personas y 20 millones más resultaron heridas. Además, se destruyó buena parte de la infraestructura industrial y de comunicaciones en Europa.

Por si esto fuera poco, las duras indemnizaciones impuestas a los vencidos, generaron condiciones adversas que eventualmente resultaron en la segunda guerra mundial.

"Los cañones de agosto", es un espléndido libro de Bárbara W. Tuchman que nos presenta los orígenes de la llamada "Gran Guerra" y describe con detalle las estrategias, los combates y los horrores de las semanas iniciales del conflicto.

Los orígenes de la Gran Guerra

En años anteriores a la Primera Guerra Mundial, Alemania buscó un papel protagónico en la política y la cultura europeas, con resultados poco satisfactorios para las ambiciones germanas. El káiser Guillermo II decidió entonces imponer al continente los valores alemanes por la fuerza, por lo que desarrolló un ejército disciplinado y armas muy sofisticadas para la época.

Por su parte, Francia, humillada ante Alemania porque le arrebató la provincia de Alsacia y parte de Lorena en la Guerra Franco Prusiana de 1871, buscaba obsesivamente recuperar esos territorios.

Es así como, en un entorno con un denso olor a pólvora, se fueron delineando las posibles alianzas. En caso de un conflicto armado, Rusia apoyaría a Francia y el Reino Unido a Francia y a Bélgica. Alemania pelearía, naturalmente, del lado de Austria-Hungría.

En este contexto sumamente volátil, surgió el pretexto ideal para un conflicto armado: el 28 de junio de 1914 asesinaron al archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo.

La Gran Guerra

Un mes después, el mundo contempló el enfrentamiento armado más violento ocurrido hasta ese punto en la historia de la humanidad. La Primera Guerra Mundial fue el escenario donde se aplicaron, con precisión científica, los métodos de producción masiva y la tecnología de la Revolución Industrial a los conflictos bélicos.

Los alemanes pusieron en marcha el Plan Schlieffen, un proyecto preciso y ambicioso para ejecutar una batalla rápida, que consistía en llevar un ejército muy poderoso a Francia y vencerla en "sólo seis semanas".

El plan estipulaba que, una vez derrotada, se movilizarían al frente oriental a acabar con Rusia, que tardaría las mismas seis semanas en movilizarse y representar una amenaza para Alemania. Tan seguros estaban los alemanes de la guerra relámpago, después conocida como "Blitzkrieg", que el Káiser comentó que su ejército "estaría de regreso en casa antes de la caída de las hojas", en el otoño.

Para llegar a Francia los alemanes pasaron por Bélgica, que contaba con un ejército poco preparado, sin armamento sofisticado —parte del arsenal fue fabricado por Alemania, que naturalmente retrasó los envíos.

No obstante, Bélgica ofreció una resistencia valiente a los alemanes. Incluso la población civil, enfrentando enormes sacrificios, participó con francotiradores, barricadas y destrucción de infraestructura para defender a su patria invadida.

Sin embargo, para evitar que la población belga entorpeciera su avance, los alemanes actuaron con enorme crueldad contra la población. En este proceso atroz, asesinaron a hombres, mujeres y niños, en muchos casos simplemente elegidos al azar y a su paso destruyeron ciudades y monumentos históricos; incendiando casas y edificios. La superioridad del ejército alemán era tan evidente que, para el 20 de agosto, ya había destruido Lieja y ocupado Bruselas, para dirigirse a París.

Los alemanes avanzaron con decisión en Francia, dominaron amplias zonas, incluyendo importantes regiones industriales del norte del país, y lograron fuertes bajas en el ejército galo.

Para tener una idea de la catástrofe para Francia, a fines de agosto, 1.25 millones de soldados franceses se encontraban en combate en diversos frentes, y en sólo cuatro días 140 mil de ellos perdieron la vida.

Fracaso del Plan Schlieffen

Por su parte, los alemanes enfrentaron el grave problema de tener dos frentes abiertos: los rusos llegaron a Prusia Oriental a fines de agosto, por lo que el Káiser decidió transferir miembros clave desde el frente occidental para combatirlos, aún a costa de debilitar sus esfuerzos en Francia.

A principios de septiembre, el ejército alemán se acercó a menos de 70 kilómetros de París, y el presidente francés tuvo que mudar los poderes de la República a Burdeos.

Sorpresivamente, en la batalla del Marne entre el 5 y el 12 de septiembre de 1914, los aliados —franceses e ingleses— replegaron a los alemanes, lo que hizo fracasar definitivamente al Plan Schlieffen, cambiando el curso de la guerra.

Lejos de ser un conflicto corto duró más de cuatro años. Durante largos meses los ejércitos se enfrascaron en crueles batallas para arrebatar unos cuantos metros de territorio al enemigo, a costa de miles de vidas. Esto terminó agotando a los soldados y propició la rendición alemana a fines de 1918, prácticamente por desgaste y cansancio de sus tropas.

¿Qué aprendimos?

En noviembre se cumplirán 102 años del fin de un conflicto absurdo y terrible. El libro de Tuchman nos muestra la inutilidad de la guerra, la irracional pérdida de vidas que representa y los enormes retrocesos en capacidad productiva y pérdida de bienestar, tanto para vencedores como para vencidos. ¿Qué nos llevó a esto? La ceguera de un puñado de supuestos "líderes" políticos.

El libro nos recuerda entonces la importancia de defender nuestras libertades frente al poder político, y una de ellas, de vital importancia es la libertad económica. El comercio fortalece el empleo, la competitividad, la capacidad de contar con mejores satisfactores lo que impulsa el nivel de vida de las comunidades, con lo que al gobernante autoritario le resulta mucho más difícil de justificar un conflicto armado.

Hoy que el populismo y el autoritarismo avanzan de nueva cuenta, al norte y al sur del globo, y que sus principales representantes celebran la posibilidad de conflictos armados —para elevar su popularidad ante el fracaso de sus políticas proteccionistas—, es fundamental conocer la historia y alzar la voz con firmeza, en defensa de nuestras libertades.

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