Cronopio

El trámite

Claudia Sheinbaum nos dice que el México que tienen en la cabeza es el pasado del presidencialismo hegemónico.

A pregunta expresa de Enrique Quintana sobre la expectativa de la elección presidencial, la candidata de Morena fue traicionada por su subconsciente: “Sólo falta el trámite del 2 de junio”. En su fuero interno, la banda presidencial se la colgó el día del dedazo disfrazado de encuesta, desde el momento de su ungimiento como el rostro de la continuidad obrodorista, en el instante en que recibió el título de heredera de la nueva monarquía sexenal.

La anécdota revela el reflejo que Claudia Sheinbaum mira en su espejo. No parece un desliz, ni un tropiezo narrativo. La idea del trámite es que las elecciones no entrañan azar o incertidumbre. Aquí no pueden ocurrir sorpresas como en Polonia o Argentina. Esos desenlaces imprevistos en la volátil configuración de mayorías. La aprobación presidencial, la estructura de movilización con dinero público o las nuevas redes clientelares de los programas sociales ya hicieron su trabajo: hay suficientes lealtades para ganar la elección. Los 30 segundos de soledad frente a la urna, la ponderación individual del elector o el volumen de participación son riesgos contenidos. Nuestras bases de datos mandan.

No hay un episodio en la campaña que pinte con mayor nitidez que la existencia del sistema democrático, con todas sus imperfecciones y frustraciones, está en juego. Los síntomas son evidentes: las intervenciones dolosas de los gobiernos en las elecciones, la captura de las instituciones electorales, la criminal lapidación mañanera de una mujer que osó publicar una crítica a las decepciones de la transformación, sin el menor recato por la legalidad y la vergüenza pública. La sistemática persecución judicial y la violencia política contra candidatos y opositores. Claudia Sheinbaum nos dice también que el México que tienen en la cabeza es el pasado del presidencialismo hegemónico. La continuidad que procuran es la restauración de los tiempos de la dictadura perfecta: autoritarismo con baños sexenales de votos. La Presidencia como jefatura de Estado, de gobierno y de un partido imbatible por las buenas o por las malas.

A estas alturas de la elección, al peligro de la captura institucional por parte del crimen organizado, habría que agregar el reflejo autócrata de la candidata del partido oficial y, en particular, su desprecio por el pluralismo y las libertades políticas esenciales. No existe democracia sin demócratas, pero tampoco sin ley que cultive conductas cívicas. Estamos en el peor de los mundos posibles. Aspiran a gobernar quienes ven en los votos sólo un trámite de legitimación. El Estado de derecho está seriamente erosionado por el desacato doloso de sus destinatarios. Nadie puede llamarse a engaño. La democracia pluralista de la transición pacífica mexicana, de ese sistema de reglas por el que López Obrador arribó al poder, está en la boleta. Ése es el referendum al que vamos: la subsistencia o no del pacto de libertades que nos tiene todavía de pie.

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