Rolando Cordera Campos

La hora de la hora

Ante el nuevo tono en las relaciones México-EU, al presidente le llegó la hora de pensar globalmente para aspirar a gobernar eficazmente en lo local, lo regional y lo nacional.

"Esto no ha terminado", le dijo directamente a Leonardo Curzio la embajadora y estudiosa Olga Pellicer en una jugosa entrevista de radio. Y antes, le insistió al entrevistador (mis palabras): para juzgar o evaluar es indispensable referirnos explícitamente a un contexto dominado por la dificultad casi absoluta para montar una interlocución positiva con el gobierno de los Estados Unidos de América y su presidente.

La adversidad se tornó amenaza abierta, directa y sin consideración alguna a la ya añeja sociedad comercial en vía de renovación (del TLCAN al T-MEC), en desfachatada confrontación con las reglas y convenciones que hasta hoy han podido normar la convivencia mundial. No es exagerado afirmar que, con este desdichado episodio, el planeta da un paso más, tal vez decisivo, hacia la ruptura del orden de la posguerra, sin que haya un sucedáneo eficaz y bien dispuesto. Todo será de toma y daca y la ley del más fuerte estará detrás de cada negociación particular y temporal.

Un ironía adicional al "apenas empieza" de la embajadora: la solicitud del presidente Trump a su congreso de que apruebe el T-MEC fue hecha el mismo día en que decidió arramblar contra México y amenazar con imponer aranceles de manera creciente y progresiva que, de implantarse entre el 15 y el 17% obligaría a hablar de recesión, según estimaciones de una analista del Bank of America.

Por efímera fortuna, no tendrá que ocurrir así si las destrezas negociadoras de Ebrard y compañía se mantienen y mejoran a partir de lo aprendido la semana pasada y si en efecto el gobierno mexicano se decide a tejer unas alianzas efectivas en regiones y sectores económicos y financieros en el país del norte, desde donde pueda construirse un contramuro al que verbal, gestual y materialmente, Trump imperturbable levanta.

Con la migración hemos topado y, como lo han dicho por mucho tiempo los que la estudian y comprenden, no se puede jugar con el fenómeno. Así nos lo enseñó Jorge Bustamante y lo hacen hoy los colegas del COLEF o Jorge Durán.

La "negligencia benigna" que quiso volverse estrategia en tiempos de poderío petrolero ya no funciona, si es que alguna vez en verdad lo hizo, y la propia presunción de que por ahí ande desata la agresividad norteña y justifica los peores excesos de Trump quien, por lo demás, no necesita de ello.

Impúdico, el poder imperial vuelve a presentarse como garrote y poco es lo que nos queda por inventar para medio resistir y esquivar las embestidas. No será con invocaciones al Eterno, vengan de Favela o Solalinde, como lo vamos a lograr, sino con una sostenida revisión de estructuras e instituciones, de los principios constitucionales a los organismos con que hoy se cuenta para encauzar la ola migratoria que llegó del Sur, pero convoca a los cuatro vientos.

Estamos ante un planeta convulso que nos ilustra sobre la inclemente globalidad de adversidades que, hasta hace poco, se pensaba poder administrarlas. El "ajuste subversivo" a la desenfrenada globalización de fin de siglo, que fue la emigración del sur al norte, tanto aquí como en Europa, África y el Medio Oriente, se trocó desafío masivo y reclamo multitudinario de ciudadanía global, que ha puesto en jaque otrora sólidas costumbres, leyes e instituciones en el Norte, en la UE y en los propios Estados Unidos, y aquí.

Es en estos escenarios, mexicanizados ominosamente, con los que tendrá que convivir el Estado mexicano, su gobierno y sociedad, dominada por la carencia mayoritaria que en los años recientes se volvió esperanza generalizada de cambio benefactor.

Se trata, sin ambages, de un "molino satánico" que diría Polanyi, que puede dar lugar a una emulsión envenenada de rencor y malestar locales y movilización sin cauce de los recién llegados. Sin presupuesto ni organizaciones civiles y del Estado, bien avitualladas y dispuestas, no habrá rumbo y sí mucha ruptura conductual, desautorización internacional y crítica multicolor.

Sin quererlo, aunque en parte por nuestras propias liviandades y descuidos, hemos llegado a una internacionalización no sólo peligrosa sino límite. Le guste o no viajar al presidente, llegó la hora de pensar globalmente para aspirar a gobernar eficazmente en lo local, lo regional y lo nacional. No es tiempo ya, si es que alguna vez lo fue, de jugar con las partidas presupuestales para transferir la penuria. Hay que revisar el Presupuesto de Egresos de la Federación, pero para hacerlo crecer cuanto antes…Y así sucesivamente, de las finanzas a los gobiernos locales y a una federación que se vuelve evanescente.

Desde y con la política plural y democrática, laica en más de un sentido: sin triunfalismos enajenantes ni exacerbación patriotera. Ciudadanos del mundo, pues, aunque nos cueste.

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