Rolando Cordera Campos

Sombras nada más

Los impactos de la desaceleración ya se sienten en la lentitud con que se generan nuevos empleos y, de seguir esta mezcla extraña de recesión sin recuperación y con estancamiento, pronto se notarán en el nivel de ocupación y las remuneraciones.

No creo que sea necesario invocar a Humpty Dumpty, tampoco reiterar que lo que importa es saber quién manda, para convocar a los "espíritus animales" de los que hablaba Keynes y sacar a la economía de su triste estado. Ya lo sabemos, pero sus visitas frecuentes a Palacio, o los lamentables juegos de palabras a que se ha dado el presidente de los banqueros apenas puede ser el inicio, tímido, de una recuperación que sigue en lontananza.

El banquero mayor dice que no hay recesión y el INEGI advierte que sí la hubo y que ahora reina el estancamiento. La calma chicha que podría ser el antecedente funesto de una tormenta social que sin ser querida por nadie, no la aleja del horizonte. Está ahí, instalada como fuego fatuo, no como espejismo. Domina al menos parte de nuestro panorama y puede volverse algo más que mar de fondo si las tendencias recesivas de la economía mundial, junto con la guerra comercial con China, contagian a la hasta ahora dinámica economía estadunidense. Y entonces sí, con o sin T-MEC el país tendrá que vérselas con las sombras de la recesión, como apunta el economista José Luis de la Cruz en el más reciente boletín del IDIC "La voz de la Industria" y, lo peor sería negarlo, advierte De la Cruz, porque nos cerramos a la posibilidad de diseñar y aplicar programas de emergencia que, al menos, amortigüen el golpe.

Los impactos de la desaceleración ya se sienten en la lentitud con que se generan nuevos empleos y, de seguir esta mezcla extraña de recesión sin recuperación y con estancamiento, pronto se notarán en el nivel de ocupación y las remuneraciones. Y, de nuevo, operará un mercado laboral favorable a los empleadores renuentes, por así decir, a los aumentos salariales. Pero, también, empieza a resultar difícil mantener la hipótesis de que por la vía de un consumo mayor, resultado de decretos y de las transferencias monetarias directas, es posible mejorar el ritmo de crecimiento de la actividad económica.

Discutir y poner en acto programas antirecesivos puede ser para algunos mera ilusión, después de que los diputados aprobaron un Presupuesto de Egresos de la Federación que nada tiene de contracíclico, mucho menos de desarrollista o desarrollador. Obedientemente sigue las pautas de la austeridad impuesta sin que haya inversión extranjera directa que contrarreste esas inclinaciones.

Si es que pensamos enfrentar la amenaza recesiva, habremos de hacerlo con cargo a nuestros recursos y a partir de la confianza en nosotros mismos que hayamos podido concitar en una eventual nueva ronda de reflexión sobre el futuro económico, sus implicaciones sociales y las capacidades instaladas. Las ofertas de inversión de los empresarios para acometer vastos proyectos de infraestructura son bienvenidos. Pero como bien lo saben los capitanes del capital, necesitan de un sector público en buen estado financiero y el nuestro está en condiciones desastrosas no sólo en perspectiva de las necesidades insatisfechas de las mayorías, sino frente a las ingentes tareas de promoción y asociación efectiva que demandan proyectos como los recientemente anunciados.

Rehabilitar la capacidad de gasto del Estado implica no sólo arriesgarse, sino contar con los recursos necesarios para concretar esos proyectos de inversión anunciados, cuyos componentes, ritmos de despliegue y pautas de financiamiento todavía no se conocen. Por ello es conveniente crear ya un ambiente social y político propicio que, además de destrezas técnicas pueda tejer voluntades que las "desmañanadas palaciegas" de los don dinero no han podido traducir en programas nacionales de inversión tan urgentes como necesarios.

El Congreso, por su parte, debería abocarse a convocar a rondas amplias de diálogos plurales cuya finalidad sea volver realidad la inversión prometida y empezar a visualizar salidas menos duras de las avistadas por las circunstancias actuales. Por lo pronto, sombras recesivas nada más.

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