Rosario Guerra

Esperanza

AMLO inspiró la esperanza de que un gobierno diferente lograría el desarrollo del país.

La esperanza es un asidero moral para no caer en el desaliento, perder la serenidad, es confiar en que algo sea logrado. AMLO inspiró la esperanza de que un gobierno diferente lograría el desarrollo del país. Tras alternancias PAN-PRI con modestos crecimientos, una globalización que amplió desigualdad entre grupos sociales y regiones, una corrupción ofensiva, un distanciamiento de partidos con sus bases, se pensó que un cambio podría ser la solución.

Esta esperanza persiste, lo hemos visto en las elecciones. No se habla de resultados, ni de caída del PIB, cierre de empresas, desempleo, violencia, crimen organizado, feminicidios o corrupción renovada. La agenda presidencial es de bombo y platillo, vamos bien, grandes obras, petróleo como palanca, electricidad sin renovables, aeropuerto Sta. Lucía, polariza y divide para rechazar críticas o evaluaciones. Acusa que no dejan que su proyecto avance.

No se habla con la verdad, ni la queremos, porque perder la esperanza duele, frustra, ¿y que queda entonces? Es interesante entender los resultados electorales. Morena, como se apuntaba, primera fuerza, con gubernaturas y la mayoría de los votos, en contiendas reñidas. Perdió la mayoría de las alcaldías en la Ciudad de México. Y tras derrumbe en Línea 12 y pérdida electoral, se descarrilaron proyectos presidenciales. No será tan fácil tener opciones que garanticen triunfos en 2024.

El saldo yo lo definiría como un empate, se rescató la constitucionalidad en el Congreso, Morena ganó gubernaturas, la participación fue copiosa, corrió el dinero, la violencia no se generalizó, la Ciudad de México adquiere nuevo rostro de pluralidad, los congresos locales se integran según fuerzas locales. AMLO cesó sus ataques contra el INE, y no ha tocado al TEPJF, aún no llegamos a esa etapa, que puede darse. Está contento. Conocía los riesgos, operó con todo y ganó. Porque puede gobernar vía leyes, sin reformas constitucionales, dependerá de la SCJN decidir en diversos asuntos. Cuenta con mayor base institucional. Y puede intentar alianzas si son necesarias para impulsar proyectos. Aunque esa opción no es su prioridad, como lo demuestra el anuncio del secretario Herrera al Banxico.

La oposición también ganó. Creció su presencia, más allá de triunfos y derrotas, dio la batalla muy activamente, aún con desventajas. Logró recomponer contrapesos al frenar la mayoría calificada en la Cámara de Diputados, ahora deberá mantenerla, primer caso el Banxico. El PAN fue el más exitoso. Ha sido, pese a rupturas internas, el opositor más consistente frente a la 4 T. El PRI que estaba por desaparecer con muy bajas preferencias electorales, logró reagruparse y competir. El PRD no perdió su registro, logró varias diputaciones, alcaldías. Su triunfo se reflejó en los mercados. Hubo mayor conciencia de la necesaria participación y de que la política es interés de todos. Recuperó presencia en la Ciudad de México y su activismo en las alcaldías, en la caja de resonancia nacional, tendrá un fuerte impacto.

Este empate refleja la esperanza por un mejor país, mejores gobiernos y más participación social. Cómo evolucionen se determinará por resultados. AMLO puede ser muy eficaz en las urnas, pero gobernar es más que ganar elecciones. Los resultados de su gestión están a la vista, y habrán de seguir evolucionando, al igual que la opinión pública y la esperanza que la población mantiene en nuestros procesos democráticos.

Habrá seis gobernadoras, cifra histórica. Solo ha habido siete en nuestra historia. Lo paradójico es que los partidos políticos, a los que muchos desprecian, de los que se desconfía, que cuentan con cuadros impresentables en diversos cargos, serán los que tendrán la tarea de reorganizar la participación ciudadana. Sus burocracias deben dar paso a nuevos valores, mujeres y hombres, formar sus cuadros y, sobre todo, emprender nuevas prácticas, unirse a las causas de la sociedad, apoyarlas y lograr conseguir sus metas.

La representación política de la sociedad enfrenta un nuevo reto, una nueva etapa, una nueva esperanza. Su voz es la que debe contar, no los intereses particulares, si es que los propios partidos quieren permanecer. Estamos pues ante un empate que abre nuevas opciones para mejorar nuestra democracia, cerrar brechas de desigualdad y retomar el activismo de diversos grupos, mujeres y sus derechos, niños y sus necesidades, ancianos y sus cuidados, hombres y sus nuevos roles. Es la sociedad la que debe empoderarse. Así continuará la esperanza.

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