Rosario Guerra

Fracasada cumbre

López Obrador siente una gran animadversión por Luis Almagro, secretario general de la OEA y el costo lo pagará Marcelo Ebrard.

AMLO tiene contra Luis Almagro, secretario general de la OEA, una gran animadversión y el costo lo terminó pagando Marcelo Ebrard, con la burla que le hizo el secretario general sobre la tragedia de la Línea 12 del Metro. Poco después, los dirigentes del bloque opositor acudieron ante la OEA para denunciar el crecimiento del narcotráfico y su posible vinculación con triunfos electorales en apoyo a Morena.

La relación se tensó aún más. Poco después, AMLO llamó en nombre de la herencia bolivariana a una cumbre de la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), impulsada en México y constituida en Venezuela, para que los países abandonaran la OEA, a la que acusaba de ineficiente y entreguista, por un nuevo foro que realmente atendiera los problemas del desarrollo con respeto a soberanía e independencia de las naciones.

Casi al mismo tiempo nos enteramos de la invitación de AMLO al presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, para ser orador oficial en la celebración de nuestra Independencia. Justo cuando la Unión Europea denunciaba las violaciones de derechos humanos en la isla. Después se sumó un contingente del ejército venezolano invitado a participar en el desfile militar. Y por último, la asistencia de Nicolás Maduro a la cumbre.

Parecía que AMLO había logrado un golpe diplomático contra Estados Unidos y la OEA. Se afianzaría su liderazgo entre la comunidad latinoamericana. Todavía pidió a EU, justo en la celebración de la Independencia, que se retirase el bloqueo contra Cuba y se ayudase a los pueblos centroamericanos.

Pero para empezar Argentina no pudo asistir por los problemas electorales que enfrentó su gobierno. Brasil ya había dejado la Celac. Y resultó que los grandes líderes fueron los dictadores de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Pero el discurso del presidente Uruguayo, Luis Lacalle, puntualizó que no caería en desuso la participación en la OEA. Señaló que la democracia es la libertad, y no se es complaciente con países que reprimen, que encarcelan opositores y no respetan derechos humanos, como Cuba, Nicaragua y Venezuela.

Después el presidente de Paraguay, Mario Abdo, dijo que su presencia en la cumbre no representa un reconocimiento al gobierno de Nicolás Maduro. Apoyó también a la OEA y a la Celac para fortalecer a la región sin componentes ideológicos que les afecten. Afirmó que no hay otro camino que la democracia. Poco después abandonó la cumbre.

Desde luego varios países mantuvieron su posición de no reconocer al gobierno de Nicolás Maduro. Así las cosas, se borró de la agenda el rompimiento con la OEA. El acuerdo final terminó solo en conformar un grupo de reflexión. Se acabó el sueño de AMLO de crear un contrapeso para fortalecer su trato con Estados Unidos.

La relación con nuestro principal socio comercial, Estados Unidos, aún con el TMEC, es bastante compleja y con muchas aristas. No hay acuerdos en migración, en apoyo al desarrollo de Centroamérica, en el combate al narcotráfico, en el combate a la pandemia. Ya no contamos con Canadá como equilibrador de la relación.

Sin embargo, muchos de los logros que AMLO presume y que se perfilan en el Paquete Económico de 2022, se enmarcan en la recuperación económica de nuestro vecino, que impulsa nuestro crecimiento, por exportaciones y cadenas productivas. Habrá pues un crecimiento, no una recuperación de la brutal caída de 8.5 por ciento del PIB. Hay que reconocer también la responsabilidad del gobierno por mantener el superávit. Pero desilusiona que el Presupuesto tenga como prioridades obras inútiles y costosas, ante las carencias en salud, en protección a mujeres e infantes, en desarrollo regional, en infraestructura y mantenimiento.

En fin, al igual que en la conducción nacional, en las relaciones internacionales, y la fallida cumbre, AMLO no tiene una visión de nación ni de unidad nacional. Vamos a seguir con la polarización y un discurso engañoso. Y juega con su sucesión, para distraer a todos. El problema es que ya empiezan rupturas internas. Veremos en qué termina este juego centralizador, que pretende ser audaz y que es más bien arrogante. Con nuevo gabinete.

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