AMLO gusta de describirse a sí mismo como un humanista. Con su lema ‘primero los pobres’, quiere ser héroe nacional y trascender. Cree que todo lo puede y todo lo sabe. Piensa que gobernar es decidir sobre lo que él concibe como realidad, las variables no importan. Así decidió sobre el NAIM, que seguimos pagando y no se construirá. Así decidió la construcción del Tren Maya al que los turistas no subirán y la carga será limitada, su operación subsidiada, no aporta a incrementar y flujos. Qué decir de la refinería de Dos Bocas en zona pantanosa, el proyecto se achica y los costos se duplican. Y del Corredor Transístmico ya ni notas se conocen.
Esas decisiones, discutibles por ser inútiles, serán un fracaso. Pero lo verdaderamente grave es que AMLO se quiere erigir como el único, el verdadero, el todopoderoso, BENEFACTOR del pueblo. Ya cerró el Seguro Popular y dejó sin servicio médico a millones, pues el Insabi no funciona. Ya desapareció los fideicomisos públicos que atendían desastres naturales, ciencia, artes, salud, grupos vulnerables, para supuestamente atenderlos él directamente a través de sus secretarías, pero esto no ocurrió. El dinero se fue a sus prioridades, ayudas y obras.
AMLO aumenta su clientela electoral mediante mayores carencias. Sin medicamentos, sin atención al cáncer, VIH, síndrome de Down, parálisis cerebral, autismo, sin acciones de rehabilitación, sin educación de calidad, con pactos con dictadores que matan a sus opositores, sin pudor para salvaguardar vida y obra de periodistas, sin entender el feminismo, que piensa es una conspiración en su contra, con abrazos a los narcotraficantes, con la centralización del poder, con el uso faccioso de la justicia, AMLO no es un humanista. Es un autoritario con deseos de ser dictador.
Ahora impide que la sociedad civil organizada pueda ayudar a los grupos en riesgo. Quita la deducibilidad fiscal a donatarias porque él quiere ese dinero, usarlo para dádivas como el exclusivo BENEFACTOR del pueblo, siempre que lo vitoreen y apoyen, no como las egoístas clases medias, que pronto caerán en sus redes. Más pobres, más votos. Más ignorancia, mayor credibilidad. Más desastres, mayor esperanza en él, reencarnación de lo divino.
Fue vergonzoso el debate en la Cámara de Diputados que terminó a empujones y gritos. Se han suspendido las sesiones. La oposición no quiere quitar la deducibilidad y AMLO cuenta pesos y centavos para su bolsillo, porque la corrupción ha aumentado. La vida de él en su Palacio y de sus hijos con todos los lujos, reflejan la realidad que él niega: es un hombre que ha acumulado una gran fortuna. Condena y anhela el pasado que era menos transparente, no entiende el mundo globalizado.
Manda a sus diputados a defender lo indecible. La diputada por Morena, transgénero y cero positiva, María Clemente García, beneficiaria de las organizaciones filantrópicas, hizo lo que su conciencia le pedía. Subió a tribuna a solicitar que se mantuviera la deducibilidad y relató cómo las OSC le habían salvado la vida, brindado apoyo y asistencia. Hizo un llamado a la pluralidad en Morena, pero su reserva fue rechazada. La oposición pidió votación electrónica para registrar si realmente había mayoría, pero el presidente de la Mesa se negó y vino la trifulca.
No se atrevieron a contar los votos, porque podría ganar esa propuesta. Como saben AMLO quiere se aprueben sus iniciativas sin mover una coma. Pero el bloque opositor ejerce sus facultades, retrasa aprobación, debate, presenta reservas, busca convencer, trata de mantener el apoyo a los más desamparados. Pero AMLO quiere las empresas le paguen al fisco y no hagan donativos filantrópicos, porque solo eluden sus deberes fiscales. Dinero, dinero, solo el dinero en sus bolsillos le importa para financiar sus aventuras, para formar clientelismo y para enfrentar la globalización que desprecia.
Si México crece en 2022 será porque EU nos jale con mayores importaciones. Hay problemas de suministro en las cadenas productivas regionales que pueden frenar el ritmo. AMLO busca una reforma constitucional para controlar la transición energética con un monopolio. No cuenta con recursos para la infraestructura eléctrica, ni para plantas de energías limpias, poco importa, ya definió el mercado. Subirán tarifas, pero que paguen quienes consumen. Perderemos competitividad, pero eso no es problema del Estado sino del mercado. Violaremos tratados internacionales, pero a ver si se atreven a demandar. Monopolizará el litio, cuando no sabe ni cómo lo extraerá y limita la inversión extranjera en minería, sumamente exitosa, aunque el gobierno no cuenta con la tecnología y recursos para realizarla con métodos modernos y competitivos.
Nada importan las consecuencias. AMLO se cree un gran humanista, el incomparable BENEFACTOR del pueblo. Que nadie más se atreva a actuar fuera de su ámbito de influencia. Que las investigaciones que financia el Conacyt pasen a ser propiedad del Estado violando derechos y tratados. Que se denuncie y veremos cuánto duran juicios. Se cree impune, por su popularidad, por su carisma, por su forma de engañar al pueblo. La encuestas le reflejan una realidad que lo envanece.
Sin temor, sin conciencia, sin humanismo, sin vocación de servicio, AMLO se empodera. El gran BENEFACTOR de la nación, pese a que se quejen las élites adentro y afuera, a quien no le plazca que abandone el país. Para eso controla el narco a la nación y él al gobierno. El dúo dinámico echa chispas, genera temor, avasalla con la fuerza. Ni leyes, ni opiniones, lo frenan. Cambiar la Constitución, su primer reto para continuar adecuando el marco jurídico a su capricho, ya que no pudo someter a la SCJN. Odia las elecciones, al INE y al TEPJF, pese a que garantizan el triunfo de los votos. Como hay riesgos, mejor desaparecerlas o adecuarlas a modo. El humanismo no aplica ni para la comunidad científica, esos educados en el extranjero con ideas que no son las de México, es decir, las de su ignorancia. Por eso es falso su humanismo, porque no tiene una sola base moral, ni económica, ni religiosa, ni científica. Es solo egoísmo y dinero.