Hoy la política es la escena del espectáculo. Las narrativas dominan. Los datos duros no siempre son creíbles frente a los otros datos. Domina la posverdad. Las encuestas no votan, se alquilan, y a veces se truquean, pero marcan tendencias. Son una fotografía. No son predictivas, pero confirman creencias y hoy se les da un uso propagandístico. La incertidumbre provoca aversión al cambio. Más vale malo por conocido. Y las dádivas sociales son determinantes en el voto, ante el temor de perderlas, pese a promesas. Vivimos una campaña presidencial de película con dos mujeres protagonistas.
¿Para qué quieren las mujeres ganar poder? No se trata de ganar una elección. Se trata de cambiar al país y lograr mejores niveles de desarrollo y de igualdad. La polarización es hoy, pese a su toxicidad, la oportunidad de confrontar proyectos y recuperar la democracia. No la tolerancia. La verdadera capacidad de lograr que lo diferente coexista y aporte una mejor visión de una sociedad moderna y plural. Como jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum no tuvo políticas con contenidos a favor de las mujeres. La nota era la represión a las marchas feministas del 8 de marzo y el blindaje de Palacio Nacional. El discurso de AMLO contra las feministas era de gran ignorancia y total rechazo, lo que se aplicaba en la ciudad. La candidata plantea la continuidad de ésta y otras políticas.
A Xóchitl la conocí en un grupo feminista, entonces no participaba en política y le preocupaba la desnutrición de los niños indígenas y estaba dedicada a buscar opciones para aliviarla. Su causa es y ha sido el indigenismo, porque es su raíz. Tiene una propuesta para las mujeres que pronto pondrá en la discusión. Lo cierto es que aquí vemos a una candidata que quiere el poder para hacer cambios. Y es una diferencia que importa.
La UNAM y la FCPYS organizaron un seminario sobre campañas políticas en la época de la desinformación. Participaron ponentes de diversas ideologías y experiencias. Lo mismo expresidentes, como Correa y Fernández, que consultores internacionales, periodistas y académicos. Si bien todos hablan de la tecnopolítica o la ciberpolítica, de las redes y la propaganda, de los sistemas de deliberación pública, de la inteligencia artificial y sus retos, de las fake news, de la producción de falsas imágenes, de cuentas inexistentes, del posicionamiento, de lo emocional y no lo racional como determinante de un triunfo, de la apariencia sobre el discurso, de la evolución hacia autoritarismos y el peligro que enfrenta la democracia, al final se puede concluir que comunicar es importante, siempre que tengas una mensaje.
Y eso es la política, es el mensaje, la arena donde se dirimen diferencias, se convive con lo diverso, y se recupera el valor de la palabra. Mística, pasión y mensaje son indispensables para conectar con las personas. La polarización le da sentido a lograr esta conexión. Las redes no han democratizado a la política, a veces la han contaminado. La libertad para decir cosas, no es lo mismo a que se tenga un contenido que comunicar. Por eso, las campañas modernas no satisfacen a la ciudadanía, que busca más el contacto directo, el dar su propio mensaje.
Se apuntó a que la pandemia del COVID cambió a la humanidad. Con 15 millones de muertos, solo superada la cifra por los caídos en la Segunda Guerra Mundial. Nos mostró nuestra debilidad, nuestras carencias, nuestras desigualdades, nuestros temores. Es otro el mundo tras haber padecido el aislamiento y el miedo. Es otra la historia de la humanidad y el comportamiento de un ciudadano es más individualizado.
Quizá no somos aún capaces de analizar lo sucedido, el dolor de perder a nuestros seres queridos, la fragilidad psicológica ante hechos que nos provoca nuevas actitudes hacia la política. La crisis democrática se agudizó. Vimos que los sistemas de salud fueron fallidos en el mundo y muy deficiente la atención en México, ante la estampita y el ‘salgan sin miedo’, para después ni siquiera atreverse a contabilizar a los muertos por COVID, con cifras engañosas, que no correspondían a los índices de mortalidad históricos.
Esta será una elección histórica, no solo por el número de puestos a elegir, con la paridad en las candidaturas y probablemente hechos de violencia contra candidatas. Y en el debate se discutirá si se recuperará y ampliará un sistema de cuidados hacia los más desprotegidos y vulnerables. Es una demanda de las mujeres cuidadoras, es decir, de todas las que criamos hijos, cuidamos enfermos y personas mayores, atendemos a los discapacitados y nos dedicamos a atender a la familia, además de cubrir un horario laboral y sus cargas de trabajo.
En este proyecto de cuidados necesitamos aliados. Queremos ganar el Congreso a favor de esta y otras propuestas. Hay muchos varones que están dispuestos a evitar el retroceso e impulsar políticas de género, como ya lo expresó Santiago Taboada.
Recuperar la política como el lugar de la discusión pública, del debate civilizatorio, de la toma de decisiones con la participación social, es indispensable. La respuesta de Xóchitl es crear gobierno de coalición con un gabinete de capacidades y no de amigos y cuotas, avalado por expertos, y complementado con un consejo ciudadano. Es poner freno al presidencialismo autoritario. Es innovar el gobierno y la política hacia otras etapas democráticas.
La propuesta de Claudia es crear el segundo piso de un autoritarismo que al parecer se va a perfilar a centralizar recursos, decisiones, someter a los poderes y a los gobiernos locales. Buscar el regreso a un partido mayoritario que pueda construir un Congreso a modo, para hacer cambios constitucionales y transitar a una nueva etapa de destrucción de instituciones.
Por eso las mujeres estamos comprometidas con la política y queremos el poder para impulsar nuestras causas. Somos más de la mitad del padrón electoral. Tenemos que tomar una decisión e impulsar las políticas de cuidados de nuestras familias. Así que tú decides.