Cuestionar quién ganó el debate depende de cuál era el objetivo de los contendientes. Claudia llegó con una estrategia de evasión, una imagen de autoridad y un discurso de capacidad, aunque finalmente cayó en descalificaciones como llamar mentirosa a Xóchitl, tras una pieza de posverdad planteada con cinismo, pero con aplomo. No contestó ningún cuestionamiento, lo que en términos mercadológicos puede ser visto como un triunfo en su propósito de mantener la delantera y evitar un debate real. Sin embargo, la dureza de su expresión sí causa rechazo, y el mote de la ‘Dama de Hielo’ le acomoda perfecto.
Por su parte, el sonriente Álvarez Máynez buscó reflectores y ser considerado por los votantes. Atacó a ambas candidatas, cuidando más a Sheinbaum, para poder hablar de una tercera opción, o una nueva vía para el votante. Desde luego fue muy marginal su impacto, pese a su esfuerzo, pues dicha tercera opción en realidad no existe. Su imagen tampoco ayudó a generar empatía pues fue excesiva la sonriente aparición.
Por lo que toca a Xóchitl, la vimos nerviosa, tratando de deslindarse de los partidos que la postulan, lo cual resulta absurdo, pues los tres fueron los que impulsaron las reformas políticas y por la presión ciudadana abrieron la elección de la candidatura presidencial. Ella ganó el proceso y requiere de una mayoría legislativa para gobernar, por lo cual no se entiende su postura. Hay una alianza, aunque ella no sea militante. Su imagen desilusionó. Faltó la frescura que la caracteriza, llegó demasiado maquillada y vestida de blanco, pésimo color para TV.
Pero hizo su esfuerzo por desenmascarar a su contrincante. Señaló fallas, incongruencias, corrupción; ofreció un gobierno de coalición, poco comprendido, y planteó preguntas directas y duras que fueron omitidas por la ‘Dama de Hielo’. No tuvo la contundencia esperada. Su confusión entre contestar, preguntar y dar su mensaje la limitó en sus posibilidades. Ella estaba ahí para dar su mensaje, más allá de las preguntas. Así que logró también un triunfo al transmitir mensajes duros. Y logró transmitirlos.
Los conductores se desarrollaron conforme al formato. Hay opiniones, pero lo cierto es que el diseño fue pésimo. Van a un debate y en 40 segundos deben contestar a profundidad, grave error. Ojalá se modifique el sentido del debate para que fluyan las ideas y los proyectos con claridad, y nos alejemos del tema mediático para entrar a lo que realmente importa. Difícil porque muchos consideran al debate como simple evento mercadológico.
Sin duda, Xóchitl ganó el posdebate, aunque Claudia se vio favorecida por el círculo rojo. Cuestión de percepciones. El impacto sobre los votantes aún no se ha medido y será difícil de evaluar. Por lo pronto el ofendido, la eterna víctima, AMLO se quejó de que los logros de su gobierno no fueron explicados. En realidad, ni él los entiende. Pero ya se saben que si es bautizo quiere ser el niño. Su protagonismo es cada vez más excesivo.
En las mañaneras hace todo lo que la ley electoral prohíbe. Ante las llamadas de atención del INE, señala que le quieren coartar su libertad de expresión. No guarda el mínimo respeto a la ley, porque como ya lo expresó, él está por encima y no le importa los llamados al orden. Él dice lo que quiere, como quiere, contra quien quiere. Van más de 96 epítetos groseros y falsos contra Xóchitl y más de 300 alabanzas a Claudia. Él hace la campaña, y como no atiende a la autoridad electoral, ya los partidos están tomando acciones.
Así las cosas, ante la inutilidad de las llamadas al orden del INE para que AMLO no participe en el proceso electoral, los partidos acudieron ante esta institución para solicitar que las mañaneras se suspendan por lo que resta del período electoral. En elecciones locales ya se ha dado el antecedente de bloquear la señal durante comicios, por lo cual hay posibilidades. Tocará al INE y al TEPJF la decisión. Falta aún ver que sucederá.
Lo que quizá faltó en el debate es poder mostrar con claridad las dos alternativas de nación que representan cada una de las candidatas. Claudia representa un proyecto centralista, más autoritario, con menos instituciones y una mayor concentración de las decisiones y los recursos públicos. Es el regreso al pasado. Por eso su discurso es hueco, porque hablar de corrupción y de mal gobierno, como herencias del pasado, son falacias y de hecho estas referencias se aplican a la etapa de AMLO.
La deconstrucción del país que plantea Claudia es más ideológica aún, carece de inclusión de la sociedad, se crea un régimen autocrático, sin diálogo con actores políticos o sociales. Se busca la mayoría del Congreso para realizar los cambios legales y constitucionales. Tendremos peor educación, sin ciencia y tecnología, no habrá un sistema de salud, ni siquiera hay proyecto, se mantendrá al Ejército en las calles y se seguirán con los abrazos y la impunidad para los narcotraficantes, que ya se extienden a otros países. No es un asunto de ayudas sociales, lo que te dan, te lo quitan, porque el dinero lo usas para comprar medicinas, atender emergencias que antes tenías cubiertas.
A Xóchitl le falta desarrollar más su propuesta. No es candidata versus partidos. No es sociedad contra gobierno. Es un proyecto que ella misma presentó ante el Senado. La conformación de un gobierno de coalición que frene el presidencialismo. Un gabinete de ministros electos por el Senado, aprobados por expertos, que tome decisiones colegiadas, según las nuevas atribuciones de cada uno. Se trata de por fin acabar con un presidencialismo imperial de ocurrencias y errores. Lo que busca es una nueva forma de gobierno donde la sociedad participe en el diseño de políticas públicas. Donde el sistema de partidos evolucione de feudos a representación social. Donde las instituciones funcionen para atender las demandas de la población.
Son dos proyectos: autocracia contra democracia. No hay otra opción, y tú decides cómo vivir.