No existe la democracia sin partidos políticos en el mundo. La decadencia de los mismos es un fenómeno internacional. Ante la falta de resultados se opta por alternar el voto. Pero no contar con mayorías dificulta el funcionamiento del gobierno. Surgieron así las coaliciones como forma de suplir fallas y entrar a la toma de decisiones colegiadas a favor de causas y no solo de proyectos partidistas. Estos gobiernos de coalición han sido exitosos en Europa, aunque últimamente también allá se registran movimientos de ultraderecha, dispuestos a retrocesos democráticos.
La pobreza y la ignorancia han abierto la puerta a sistemas populistas que también prometen cambios y terminan orquestando estrategias para tomar el control del poder político y económico de las naciones. La globalización creó un nuevo mundo de sociedades de conocimiento, de libre comercio, de innovación y nuevas tecnologías. El avance sigue y es espectacular. Pero amplios sectores de la población y muchas naciones quedaron fuera de este proceso. Y las que se integraron a los distintos bloques no pudieron evitar una fuerte concentración del ingreso y un deterioro de las condiciones de vida de grupos vulnerables que fueron cayendo en pobreza.
Hoy, la guerra Ucrania-Rusia, apoyada por Estados Unidos y China respectivamente, no tiene una salida fácil. Los cálculos de Putin fueron erróneos. Lo sucedido en Israel y las consecuencias que han desatado un sangriento conflicto tampoco son fáciles de resolver, por el terrorismo islámico que subyace en el genocidio. Israel se sigue erigiendo como la primeria línea de defensa de Occidente frente a los grupos terroristas que tampoco quieren pactar.
Así las cosas, no estamos solos. Logramos, gracias a la visión de Estado de Carlos Salinas, subirnos al tren de la globalización, pero no logramos combatir la pobreza, ni la marginación en el sureste. Creció la economía. Fuimos exitosos en la apuesta y hoy exportamos miles de productos hacia EU, somos parte de sus cadenas productivas frente a la competencia con China y Europa. Gracias a eso y a las remesas se mantiene un tipo de cambio hoy afectado por las propuestas de las reformas al Poder Judicial de la Federación que, según Mike Pompeo, afectarían las reglas del T-MEC y a México.
Entre beneficios sociales como los programas, y la libertad y la democracia, el pueblo votó por su interés. Y pese a todo, el gobierno aseguró una elección de Estado, violó la ley electoral, pero logró el control político en el Congreso, aunque aún falta la decisión del INE respecto a la sobrerrepresentación y la definición de una senaduría que podría cambiar la mayoría absoluta. Tocará al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación la definición final.
Tras el triunfo de la 4T, ¿qué nos queda? Desapareció el PRD, izquierda sensata y democrática. El PAN enfrenta una crisis interna. Xóchitl Gálvez busca organizar un grupo de mujeres como asociación civil para seguir la lucha de causas. Movimiento Ciudadano creció con los jóvenes y pese a discrepancias internas, Dante sigue al mando. Y nos queda el PRI.
En estos días celebrará su XXIV Asamblea Nacional y ya empezaron los jaloneos. Tomar el control del partido es un proyecto muy atractivo para muchos políticos que ni siquiera participaron en las contiendas o en actos de partido.
Veamos quién es Alejandro Moreno. Es un cuadro partidista, no un intelectual orgánico. Es un operador formado desde las bases de su partido. Desde las juventudes priistas, diputado, senador, gobernador. Es decir, no es un improvisado, aun cuando es más confrontador que conciliador. Esto porque han cambiado también las circunstancia. Y las traiciones abundan, como lo vemos con los gobernadores-embajadores, y algunos de sus excolaboradores de confianza.
Alito se atrevió a jugar con AMLO, no le dijo que rechazaría la reforma eléctrica. Dio largas, pidió foros, Rubén Moreira operó y por meses se dilató el proceso. Y cuando ya creía AMLO tenerlo en la bolsa, le dijo que no la votaría. El coraje fue de locura, lanzó medios de comunicación, a Layda Sansores y al Jaguar, creó delitos, allanó su casa, lo acusó de enriquecimiento inexplicable, y como siempre, todo quedó en dichos. Alejandro se defendió pese a que muchos jueces rechazaron dar entrada a sus pruebas.
Al mismo tiempo, Miguel Ángel Osorio Chong trataba de convencer al PAN, al PRD y a la Secretaría de Gobernación de que él podía suceder a Alito y les pidió no negociar con el presidente del PRI sino con él. Obvio, no sucedió y después perdió el liderazgo en el Senado y dejó el partido.
Alito, quizá para calmar las aguas, metió una iniciativa para prorrogar el funcionamiento de la Guardia Nacional, más allá de 2024, como lo preveía la ley. El cambio realmente no era importante, pues era obvio que no desparecería. Pero acababa de pasar la discusión del mando militar de la Guardia y se le fueron encima organizaciones, intelectuales y partidos.
En esa coyuntura surgió la ‘marea rosa’ y se convocó a la primera marcha para defender al INE, acudieron los tres partidos que realizaron las reformas democráticas en México y surgió un nuevo ánimo para la coalición. Se acordaron elecciones primarias y más tarde surgió Xóchitl.
Críticas a la campaña hay muchas. La ‘marea rosa’ logró movilizar a millones de ciudadanos, pero no pintó las urnas de rosa. No hubo buena coordinación frente a una elección de Estado.
Me parece que quienes plantean que se vaya a Alito y quienes lo defienden, pierden de vista el interés nacional. Su liderazgo es fuerte en el PRI y sus detractores por su estilo de negociar, que no admite chantajes, no constituye en realidad un problema.
El problema real no es Alito, sí o Alito, no. Es cómo debe refundarse el PRI para sobrevivir cuando buena parte de sus cuadros tienen alianzas con los gobiernos morenistas, y no por políticas públicas, sino por provechos personales.
Cómo retomar una estructura funcional y leal a las causas de la sociedad. Cómo coordinarse o confrontarse, según los temas, con un gobierno autoritario, como oposición real. Cómo superar una de las épocas más duras de la destrucción de la República. Cómo debe ser el nuevo PRI. ¿El problema es cambiar de dirigencia? ¿Por quién? ¿El problema es encabezar este cambio y llevarlo a buen puerto? La Asamblea habrá de decidirlo. Aunque esta preocupación no es la que prevalece en el priismo.
El horizonte exige nuevas definiciones, un nuevo quehacer político, una nueva representación. Ese es el verdadero tema de la asamblea, poder crear una nueva alternativa y hacerlo a tiempo.