Ante la amenaza de Trump de subir al 25 por ciento los aranceles a nuestro país, con el pretexto de parar la migración y el fentanilo, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo ha contestado adecuadamente asegurando que por cada incremento habrá como respuesta otro, lo que dañará a las empresas, el empleo y aumentará la inflación. En efecto, desatar una guerra comercial será una pésima decisión de Trump que afectará a los estadounidenses y, desde luego, a los mexicanos. El efecto será contrario a lo que busca. Si la economía mexicana cae, habrá una mayor migración hacia los EU. Y el problema del fentanilo generará mayor crecimiento de los mercados al encarecerse, habrá más adictos y más muertos allá y aquí.
Porque las adicciones no se curan por voluntad propia, se requiere de atención y acompañamiento. Y las armas que usan los cárteles de la droga provienen de EU, como bien lo sabe Trump y le recordó nuestra presidenta, lo que mantendrá al alza el crimen. Además, amenaza con aumentar los montos de aranceles, si México no pone fin a la migración y al tráfico de fentanilo, pues afirma que el gobierno puede y debe hacerlo, y ya ha tomado mucho tiempo el no actuar en consecuencia. Como dijo Sheinbaum, ellos consumen las drogas y venden las armas, y nosotros ponemos la sangre.
Trump no toma responsabilidad sobre los adictos para frenar el consumo y prevenirlo. Tampoco planea generar atención y tratamientos médicos para salvar vidas. Deportar a millones de indocumentados acusándolos de ser delincuentes es absolutamente una posición xenofóbica. Hay migrantes porque hay empleos, porque hay necesidad de mayor mano de obra. Cada año EU necesitará más migrantes en todos los campos porque su población no alcanza a ocupar los puestos de menor remuneración que se ofrecen.
El migrante paga impuestos y no tiene derecho alguno. Aun así, sus hijos logran graduarse en sus universidades, desarrollar empresas exitosas o formar familias unidas. La mayoría sufren discriminación y viven amenazados por el ICE. Pese a todo, aportan al desarrollo de Norteamérica, comparten su cultura y se integran pacíficamente a la sociedad y sus reglas. Deportar sin reglas y sin razones, victimizará a los pobladores que sufrirán por la ruptura de sus familias, de sus amigos, de sus empleados.
Canadá y China también están bajo amenaza. Ya han afirmado que una guerra arancelaria no la va ganar nadie, es poner en riesgo al propio EU, sin necesidad alguna, porque los temas que le interesan no se van a resolver con presiones y confrontaciones. Trump, sin embargo, no suele razonar con sentido común, y cambiar su posición es tarea de los propios empresarios de su país. Las afectaciones serán también difíciles de superar, por lo cual se activará un cabildeo importante a efecto de frenar medidas unilaterales que tendrán un efecto “boomerang”.
México ya se prepara tanto para responder al alza de aranceles, como para la revisión del T-MEC. Al efecto ha llamado a los empresarios a formar un equipo negociador que intente disuadir a Trump de tomar acciones que provocarán inflación y desempleo. El daño infringido al bloque norteamericano, a su competitividad, a su innovación y su crecimiento, afectará a millones de personas.
Incluir a China ha puesto en tensión al mundo entero porque limitar a este país por su crecimiento, limitar su acceso a tecnologías y tratar de imponer reglas a su producción complica el comercio mundial y agrega más tensiones a las ya existentes por las guerras en Ucrania y en Israel. La desestabilización parece ser la carta de Trump quizá para apoyar a Rusia. Lo cierto es que cada día hay más presiones que avances en la paz y la cooperación.
Dialogar como lo plantea Claudia Sheinbaum es lo sensato. Encontrar soluciones conjuntas y efectivas para fines comunes. Es sin duda éste el camino para superar tensiones y posibles guerras arancelarias. Hay un llamado a la unidad nacional frente a los ataques de Trump. Creo que no hay mexicano que esté a favor de este personaje. Pero la unidad nacional también requiere diálogo, no descalificaciones o amenazas. Sheinbaum no puede ser candil de la calle y oscuridad de su casa.
Ojalá este episodio que aún está por resolverse, o quizá empeorarse, se conduzca a través del diálogo y los acuerdos y que sirva a la presidenta para reflexionar sobre su actuación frente a opositores, que también son mexicanos, en su propio país. Esperemos que también en México el diálogo sea posible, sea la vía para encontrar lo que nos une, pese a diferencias, para avanzar en la construcción de un mejor país, con libertades y democracia.