Rosario Guerra

Los datos y la necia realidad

En el Presupuesto de 2020 podremos realmente evaluar si las metas y los programas para mejorar calidad de vida de la población son adecuadas y alcanzables.

Seguramente la polémica sobre lo que informe AMLO este primero de septiembre se prolongará durante el mes. La glosa que el Congreso está obligado a hacer va a generar desencuentros y críticas. No serán solo los datos los que se cuestionen, ya que habrá discrepancias, en el centro de la deliberación estará el modelo de país. Aunque sabe que no será posible, AMLO asegura que creceremos al 2 por ciento este año. Ante evidencias en contrario, cambia su discurso, lo que importa no es el crecimiento, sino el desarrollo.

Difícil no estar de acuerdo con los postulados de AMLO para combatir corrupción, beneficiar a los pobres, aumentar el salario mínimo, apoyar a los jóvenes, honrar su palabra, imponer una austeridad que borre excesos, buscar opciones como Guardia Nacional contra inseguridad. Su popularidad aún se mantiene en altos niveles. Insiste en que el país saldrá adelante y que los mexicanos están felices con su gobierno. El bono democrático aún es muy alto y se retroalimenta cotidianamente con las mañaneras, que informan de las actividades presidenciales, en términos accesibles a todo público, se justifican acciones y omisiones.

Comunicar es sin duda una de las fortalezas de AMLO, con su muy particular forma discursiva. No dudo que sus intenciones sean realmente impulsar un desarrollo más equilibrado entre regiones y población. Muchos lo han intentado, lo que hoy cambia es el método. La realidad es necia. Ha hecho que AMLO modifique algunas decisiones como la de confrontarse judicialmente en instancias internacionales por los oleoductos. Se ha reunido con empresarios, banqueros, e inversionistas para lograr un mayor crecimiento y empleo.

Pese a todo, no crecemos. Si bien no se han aumentado impuestos, ni tarifas públicas, la deuda aumenta por tipo de cambio, se pagará a inversionistas por un aeropuerto que no construiremos, las anunciadas obras de infraestructura propuestas por AMLO como Dos Bocas, Tren Maya, Aeropuerto de Santa Lucía o corredor transístmico siguen registrando problemas. No solo por los amparos, o por la oposición de comunidades, o por la falta de permisos y requisitos a cumplir en aspectos ecológicos, técnicos y financieros. El problema es que los proyectos se han ido desarrollando en paralelo a algunas obras, y cada vez se encuentran mayores dificultades, aumentan costos y se dimensiona la complejidad.

Aún cuando se anunciaron más de 400 mil millones de pesos para proyectos de infraestructura en asociación con el sector privado, es fecha que no sabemos de ninguno que sea trascendente aún si fuera regional. Más bien se han parado obras, como el tren México Toluca, o el Metrobús en la Comarca Lagunera, entre otros. Y la cancelación del aeropuerto de Texcoco es sin duda la más significativa en términos de confianza y costos.

Generar confianza entre inversionistas requiere de certeza, de apego a la legalidad, de transparencia. Si bien permanece inversión extranjera, en parte porque pagamos las más altas tasas de interés de Latinoamérica, parte por la fortaleza económica del país, este panorama puede cambiar, sobre todo por los amagos de guerras comerciales entre China y EU. Utilizar el Fondo de Estabilización para mantener superávit es un tema delicado. Disminuye nuestra capacidad de reacción frente a choques económicos del extranjero y revela que la recaudación no fue la esperada, pese al subejercicio del gasto.

Sin duda el discurso de AMLO este 1º de septiembre será triunfalista, lo cual no sorprende. Incluso podrá darse por satisfecho de su administración. Dirá que gracias a los apoyos sociales hay más gasto y se activa mercado interno, pero estos paliativos no combaten el fondo del problema de la pobreza. Una política social que no rompe causas de miseria, sólo la prolonga.

En el Presupuesto de 2020 que próximamente se conocerá, podremos realmente evaluar si las metas y los programas para mejorar calidad de vida de la población son adecuadas y alcanzables. Ya no podrá, reconoce AMLO, seguir mirando hacia atrás en busca de culpas. Si bien entiende la necesidad de mantener finanzas públicas sanas, los márgenes se estrechan. La realidad es única. No hay manera de escapar a ella. Si bien AMLO busca privilegiar lo político sobre lo económico, este binomio debe mantener equilibrios porque las leyes del mercado no conocen de ideologías.

Además hay que recordar que en México 70 por ciento de la economía se genera en el sector privado, solo 30 por ciento lo hace el sector público, la mayor parte a través de sus empresas productivas, hoy también en riesgo.

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