La pandemia impone una realidad, inédita por donde se le mire, a las elecciones del 6 de junio. Partidos y candidatos a la Cámara de Diputados federal, las 15 gubernaturas y los restantes de los 3 mil 500 puestos en disputa tendrán que adaptarse a las condiciones sanitarias que impedirán hacer recorridos, mítines y en general campañas como las hemos conocido hasta ahora. De hecho, estamos en precampaña, y pues no es que se sienta mucho.
Como en el caso de Coahuila e Hidalgo en 2019, las autoridades electorales harán públicos lineamientos para mítines y cosas parecidas, pero van algunas preguntas o apuntes de saque sobre estos comicios.
-La movilización en una campaña es de lo más caro de la misma y genera 'ambiente': ruido, temas de agenda, etcétera. Medios y autoridades monitorean los gastos en ese rubro. Pero por la sana distancia los mítines no serán tradicionales. Es previsible que partidos y candidatos recurrirán más a redes sociales, llamadas y mensajes por telefonía celular e internet en general. Monitorear eso puede ser un dolor de cabeza para todos. Y nadie cree que Facebook o Twitter se volvieron demócratas luego del episodio del Capitolio/Trump, ¿verdad? Esas plataformas serán clave, pero no necesariamente responsables democráticamente hablando.
-En campañas virtuales, los candidatos que arranquen con popularidad tendrían menos ocasiones de cometer errores. Gente impresentable que haya obtenido una candidatura por su 'gran reconocimiento' –sí, tú, Félix; pero no sólo tú– podría apostar a nadar de muertito estos meses rumbo al 6 de junio y ver cómo sus contrincantes desesperan por subir en las preferencias cuando los eventos masivos no serán tales (o no deberían), y el puntero administre su ventaja bajo la única lógica de evitar tropiezos en entrevistas o debates.
-Por ello, los actuales pleitos intestinos de los partidos por el reparto de candidaturas pueden ser más costosos de lo ordinario. Una candidatura cuestionada por la propia militancia puede ser que no supere el escollo.
-Aunado a lo anterior, un ambiente anticlimático para campañas podría dar una ventaja extra, por si les faltara, a los diputados o alcaldes que busquen la reelección.
-Ante la falta de calle, la guerra sucia en WhatsApp, SMS, llamadas, memes, fake news, etcétera, puede ser de pronóstico reservado.
-Igualmente, la televisión podría ser una de las beneficiarias del proceso confinado, pues la gente pasa más tiempo en su casa y, por ende, los candidatos podrían tener incentivos para tratar de colarse más a ese medio.
-También nuevo, y nada menor: el activismo sin freno ni rubor de AMLO, con su resistencia a cambiar la difusión de la mañanera. Será candidato no oficial para dar ventaja a sus correligionarios. Se peleará discursivamente con la oposición tanto como hasta ahora, y con todas las autoridades electorales.
Difícilmente las vacunas serán un elemento que cambie la realidad de aquí al 6 de junio. Por lo mismo, veremos a funcionarios partidistas, militantes y candidatos exponerse a contagios. Porque ni modo de vacunar, antes de lo que les tocaría, a decenas de miles de candidatos sólo porque aspiran al poder. De hecho, sería un reto logístico gigante el vacunar a los ciudadanos que instalen y gestionen las más de 164 mil casillas –¿ellos podrían recibir la vacuna derivado de que es un servicio público voluntario y resultado de un sorteo?–. Son millón y medio, un número nada menor para la logística de la vacuna.
-Y finalmente, los medios: ¿estamos preparados para cubrir unos comicios que si implican viajes y movilizaciones supondrán exponer la salud de fotógrafas, periodistas, productores, analistas…?