La Feria

Beis y giras, su prioridad

El Presidente está bien, qué tranquilidad. Juega en medio del pesar, qué novedad. Y luego se irá a ranchear, la otra evasión, la otra prioridad.

Mientras matan a sus gobernados, él sólo tiene una disyuntiva: Jesús, ¿qué toca?, ¿macanear o ranchear?

Ayer fue jueves, tocó lo primero. ¿Qué día es hoy, Ramírez? “El día de la evasión, señor”, lo mismo de siempre en Palacio, responderán.

A enfundarse la franela pues, porque lo importante de la agenda aquí está. Pelotero a la bola, y cuando venga otro presidente, ése sí a gobernar.

Ya será fin de semana, y tocará lo segundo, viajar.

Así es este gobierno. ¿Gobierno? Qué va, en Palacio viven para el Twitter, viven fuera de la realidad.

Su agenda siempre es inamovible porque decidió que más que a gobernar, iba a transformar. Por ende, qué importancia tienen las víctimas si lo suyo es la historia, cuando de las decenas de asesinados de cada día nadie hablará.

Se les está dice y dice que los homicidios no paran. Que los números de nuevo al alza van. Mayo fue candente. Junio luce igual. ¿Él? Él sólo piensa en jugar.

En pelotear y en combatir a los mensajeros, nunca a la realidad; a los informadores y no a los perpetradores. Bola de medios escandalosos. Jesús, vámonos a jugar. Toca beisbol, qué más da. ¿Que jóvenes que también jugaban a la pelota se encuentran hoy desaparecidos en la Tarahumara por un criminal? Ya chole de eso, Ramírez; dije que a jugar.

El Presidente está bien, qué tranquilidad. Juega en medio del pesar, qué novedad. Y luego se irá a ranchear, la otra evasión, la otra prioridad.

Total, él va cómodo en su cápsula motorizada. Que me vean, ellos a mí, esos que de cualquier manera nadie ha de ver, ellos que no leen los diarios de la capital, moscardones (el Gabo dixit) enfadosos con la retahíla de los homicidios y la extorsión al alza, tanto alboroto por dos curas muertos, de cuándo acá los muertos le van a quitar a él visibilidad. Faltaba más.

“Miren qué chulada de árboles, vean qué cañada”, en cualquier gira de fin de semana nos dirá. Porque tenemos un comandante en jefe que más bien se asume como retratista de bucólicos paisajes, estampas donde una mirada más aguda, más comprometida con el progreso y la paz, apreciaría otra realidad, la verdadera, la que él no gobierna, sino ésa donde manda la mafia criminal, ésa que pone retenes, ésa que dispone de vidas, lo mismo en el monte que en la humilde catedral.

Ya viene el fin de semana, y desde el convoy presidencial él está viendo y no ve: aquí y acullá la descomposición social da muestras de haberse acelerado, pero eso su marcha no distraerá.

Son cerros y montes donde se libran desiguales batallas: criminales de armas largas despojan a las comunidades de su histórico patrimonio; esa naturaleza tiene nuevos dueños y las escrituras están siendo firmadas a balazos; y mientras sierras, valles y poblados son devorados por la industria criminal, el Presidente –espérenlo, ya le urge escapar– sólo a subir y bajar cunetas se dedicará.

¿Titular del Ejecutivo, jefe del Estado? Nada nada, primer bateador de la nación y superficial viajero de la República, para qué más.

Que recorra el país no quiere decir que lo conozca. ¿Se puede saber el estado de la nación si en sus giras él sólo se dedica a su otro deporte favorito: el monólogo presidencial?

Son el complemento de las mañaneras: escapadas de fin de semana para adornar la idea de que le importa el pueblo, de que no para de trabajar.

¿Trabajar? ¿El cotidiano tango de las excusas es gobernar? ¿El beis? ¿Ranchear? Jesús, qué toca…

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