La Feria

Chico Che y la crisis

Quedan dos años más de esta receta vernácula cuya factura se pasará, de ocurrir el peor escenario, a quienes producen a lo largo y ancho de la nación.

No queda sino rendirse ante la valentía de López Obrador. Ponerse de pie y aplaudir la heroica forma en que respondió a la formalización de las quejas por incumplimientos de compromisos internacionales con una canción –Uy, qué miedo– que no deja duda sobre el nacionalismo de nuestro Presidente.

Qué privilegio vivir estos tiempos, coincidir con un mandatario tan bravío como sagaz. Hay que pellizcarse para comprobar que no es sueño, que la providencia nos puso en el mismo tiempo y espacio en el que nuestro masiosare tabasqueño pone en su lugar a Estados Unidos.

Lo que más se le admira a Andrés Manuel es su congruencia: claro que él no tiembla frente a las posibles repercusiones del eventual panel del TMEC.

Que tiemblen los jitomateros y los aguacateros. Que aprieten los dientes los del atún y los que en tantos estados de la República se dedican a la manufactura de autopartes.

A ver mis productores, báilenle, muevan la cadera y los pies, que alguien tendrá que pagar estos chistes de Palacio Nacional.

Viva mi desgracia, canta López Obrador al saber que Washington le ha regalado este miércoles la mejor percha para colgar sus discursos inflados de patriotismo. Yo que en la visita todo les di, y ustedes que de cualquier manera me acusan en un panel.

Qué gran sesión ayer en Palacio Nacional. Seguro el 20 de julio pasará a la historia como el día en que nuestra bandera ondeó rítmicamente, con el sonido de fondo de los tropicales gorgoritos del cantante del overol, para mandar música de viento a las quejas comerciales de Estados Unidos.

“Qué alegan”, les mandó decir ayer, literalmente, el mexicano a los ‘gringos’. Ésos son los argumentos de altura de este Presidente. Se enchina el cuero al presenciar tan gallardo desplante en defensa de la nación.

Quedan dos años más de esta receta vernácula cuya factura se pasará, de ocurrir el peor escenario, a quienes producen a lo largo y ancho de la nación.

Si luego un taller en Coahuila o una fábrica de empaques en Jalisco cierran porque por nuevos aranceles se cae la exportación, pues que todo mundo apriete el gesto y recuerde que es un sacrificio que le pide la patria, un pequeño esfuerzo que se puede paliar –aunque luego no se puedan enfrentar las deudas familiares– gritándole a la representante Tai, voz en cuello, “mire cómo estoy temblando”.

Si luego el acero o el aluminio se atoran en la frontera, y las fábricas despiden a obreros en Nuevo León o Zacatecas, todos a la una, a las dos y a las tres: “Mira como tiemblo, que bailar casi no puedo”.

Qué jugadón nacionalista de nuestro Presidente, verdadedios. Y aunque no lo quieran reconocer –ya que estamos en ésas, citemos a la Santanera–, “los periodistas, lo saben lo saben”.

Lástima que la historia no le vaya a dar la razón a Andrés Manuel. Y al pensar en la crisis que podría caer a México por incumplimientos de AMLO, uno se acuerda de otra canción de Chico Che.

-Jesús, ¿no la tienes por ahí? Ya sabes cuál, ponla:

“Ahora les voy a contar

cómo es que el sapo se mata

él solito sin querer

un día salta y se ensarta

nunca deja de saltar

pasa la vida saltando

salta que salta que salta

y sólo se acaba ensartando.

Qué culpa tiene la estaca

si el sapo salta y se ensarta

si el sapo salta y se ensarta

la culpa no es de la estaca”.

El que quedará en la estaca, por supuesto, será nuestro pobre país.


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