La Feria

La alianza se va, se va…

Está vista la gran efectividad de la campaña de descrédito ejecutada por el gobierno, tan grande como el pasmo de la oposición, que no ve que sus esperanzas presidenciales se van.

Hasta abril, la alianza opositora registraba 41 por ciento de la intención del voto nacional, según las encuestas de El Financiero. La opción integrada por PAN-PRI-PRD tenía a tiro de piedra, en aquel mes, a la coalición integrada por Morena-PVEM-PT, que sumaba 46 por ciento de las simpatías rumbo a la elección de presidente de la República. Cinco puntos de diferencia que no lucían irremontables. Había tiro.

Pero vinieron los audios en contra del priista Alejandro Alito Moreno, más cuatro sonoras derrotas estatales de la oposición en junio, y en agosto la distancia entre ambas coaliciones se multiplicó por más de tres: hoy el oficialismo le saca a la oposición, según la encuesta de El Financiero publicada ayer, 17 puntotes. Ni sumando a Movimiento Ciudadano (ocho puntos) asustan a Morena.

Se confirma el negro panorama de la oposición adelantado por El Financiero el 16 de agosto, cuando se publicó la estrepitosa caída del Revolucionario Institucional en la Ciudad de México. Tan sólo entre julio y agosto, reveló este diario, el apoyo de los capitalinos al PRI bajó de 16 a 10 puntos. Pero si se amplía el periodo a revisar, se aprecia que el tricolor tiene hoy sólo la mitad de los 20 puntos de apoyo que registraba en abril.

Paradójicamente fue en aquel mes cuando la oposición tuvo su mejor momento mediático gracias a la confrontación con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. PRI, PAN y PRD impidieron en ese abril la aprobación de la reforma constitucional que el presidente de la República pretendía para cambiar las reglas del mercado eléctrico. Alito fue la voz más clara y estentórea de tan duro revés a AMLO.

A partir de ahí el lopezobradorismo lanzó una cacería en contra de los opositores. Se instrumentó desde Morena un aparato de propaganda para tachar de traidores a la patria a quienes desairaron al Presidente. Pero, sobre todo, se ejecutaron dos movimientos tácticos: uno contra Alito y otro contra el PAN en la Ciudad de México.

Desde mayo Alito ha sido sujeto a la campaña de descrédito más salvaje (creo que ese es el calificativo adecuado) de que haya memoria. Los lopezobradoristas dirán que nada se compara con los videoescándalos a los que fue sujeto AMLO cuando era jefe de Gobierno, operación rematada con la propaganda negra en contra del tabasqueño a quien se le calificó como “un peligro para México”. Asiento el precedente para que cada quien juzgue.

¿El derrumbe del PRI en la capital, y ahora el desplome de la alianza opositora a nivel nacional, se deben a Alito? No. Se deben a que la oposición no sabe qué hacer con esa campaña lanzada desde el gobierno de la República e instrumentada, sustancialmente, por Layda Sansores.

Alito ha declarado que él resistirá lo que considera una persecución por no haber aprobado la reforma eléctrica. Insiste en que los audios están trucados. Y adelanta a quien desee escucharlo que ni con desafuero ni con cárcel logrará López Obrador someterlo o doblarlo. Finalmente, sostiene que él aguantará porque está seguro que si lo quitan, aquel o aquella que llegue a su puesto como líder del PRI no aguantaría el embate gubernamental.

¿A la alianza le resultaron una sorpresa los números de la caída en las preferencias electorales revelados por El Financiero? Lo más probable es que no.

La operación de Layda es perniciosa, antidemocrática e incluso linda en lo ilegal. Pero está vista su gran efectividad. Tan grande como el pasmo de la oposición, que está viendo y no ve que sus esperanzas presidenciales se van, se van, ¿se fueron?

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