En noviembre de 2011 Marcelo Ebrard enfrentó a Andrés Manuel López Obrador por la candidatura presidencial del siguiente año. Aunque la historia oficial dice que el entonces jefe de Gobierno “perdió” en la encuesta que decidiría al abanderado de la izquierda, participantes de ese proceso señalan que el hoy canciller no aguantó la presión de AMLO, quien le adelantó que si no era el abanderado del PRD se lanzaría por el PT.
La moraleja no es que ambos personajes terminaron mal tras la elección de hace 10 años, ni discutir si Ebrard, entonces en gran momento como alcalde del ex-DF, hubiera sido un mejor oponente contra el priista Enrique Peña Nieto. Ni lo desconfiable de las encuestas lopezobradoristas. Todo ello es una ociosidad: lo importante es que hoy, nuevamente, el destino de Marcelo está en manos de López Obrador. El de Marcelo y, después de esta semana, el de Ricardo Monreal también.
Tres días que sacudieron al Senado podría titularse la crónica de lo acontecido en su renovación de Mesa Directiva. Pero la intensidad de esas jornadas no se puede dimensionar cabalmente sin la ruptura que ya dura año y medio entre el zacatecano y el tabasqueño, y sin las pláticas –exhaustivas, nada espontáneas– que por semanas el aún líder de la bancada de Morena tuvo con las oposiciones para explorar un escenario de ruptura.
Monreal, el priista que le abrió un boquete a la figura de Ernesto Zedillo cuando se rebeló y le ganó a su expartido la gubernatura de Zacatecas, un cuarto de siglo después enfrentó de nueva cuenta una coyuntura vital: ¿era este el momento de desafiar a otro presidente que encima es compañero de filas, había llegado el tiempo de saltar de nuevo al vacío en un intento osado de ganar la partida?
Varios analistas dicen que Monreal ganó esta semana pues, a pesar de la grosería de Palacio Nacional (que ordenó que no se presentaran en la plenaria miembros del gabinete de seguridad) y a pesar del intento de última hora de imponerle a Higinio Martínez –hoy doblemente humillado, sin candidatura en Edomex y sin la presidencia senatorial–, pudo sacar adelante la votación a favor de su candidato, Alejandro Armenta.
Monreal, en efecto, pudo defender su bastión y sus oficios. No le pasaron por encima –nuevo intento fallido de Palacio–, lo necesitaron para que la crisis no se desbordara y le tuvieron que respetar a su candidato original… pero en el camino dejó a los ultras de su partido más encendidos que nunca en contra suya, y, cosa nueva, provocó en la oposición un sentimiento de que a la hora buena no se animó a tomar todo el Senado en sus manos.
Porque la posibilidad de que Monreal fuera presidente de la Mesa Directiva no se fraguó al calor del atorón en la elección de Armenta. Hubo pláticas, hubo grilla, y hay hasta quien dice que hubo tareas y acuerdos entre Ricardo y la oposición.
“La Mesa Directiva es del Presidente de la República”, se oyó decir semanas atrás cuando el petista José Narro se perfilaba como el candidato de los ultra que socavaría a Ricardo.
Del comportamiento que vaya teniendo Armenta veremos cuánto habrá de un Senado republicano, como prometía Monreal, o de uno arrodillado.
Mientras eso pasa, hay que citar el tuit de Monreal del 28 de agosto cuando en una galleta de la suerte le salió este mensaje: “Prepárate para una aventura temeraria”. Más aún, diría yo, si a ti también, Ricardo, como a Ebrard, ya te aplicaron una de esas encuestas lopezobradoristas en las que te hacen perder.