La Feria

FFAA y seguridad: Adán y ‘un buen pleito’

El pleito es más que un distractor, tan es así que incluso puede servir para construir aspiraciones presidenciales.

Uno de los métodos favoritos de AMLO para avanzar en su agenda es el del pleito.

El Presidente nunca se asumió como cabeza de un gobierno de todos, sino como líder de un movimiento con el mandato de concretar un proyecto venciendo la oposición de los que no le eligieron.

En tal conciencia, antes que negociar, busca imponer; más que ceder algo para todos ganar algo, se afana en arrasar para, de paso, exhibir a los otros como equivocados y débiles.

Por eso no rehúye la confrontación, lo que él llama el pleito.

En estas semanas, el tema de la militarización es considerado por López Obrador como un buen pleito, uno digno de darse.

El Presidente sabe que las Fuerzas Armadas gozan de popularidad. Sabe también que la población es punitivista, que en México no ha arraigado la cultura de los derechos humanos.

Sabe además que hoy pocos recuerdan que hubo ocasiones en que, así como se demandó la presencia de las Fuerzas Armadas, luego se clamó para que éstas se fueran: el caso más claro –en términos de inseguridad, antes que de insurgencia– es Ciudad Juárez, pero de eso hace más de una década (o sea, una eternidad en nuestra olvidadiza memoria colectiva).

Es decir, AMLO sabe que no son actuales (o generalizados) los reclamos por violaciones castrenses a derechos humanos en Monterrey –incluido el caso de los estudiantes del Tec–, o el de la muerte de los niños Almanza, en Tamaulipas, por mencionar algunos de tiempos de Calderón en los que el Ejército, luego de matar, trató de eludir su responsabilidad.

Incluso los casos de Tlatlaya y Ayotzinapa, ocurridos en el sexenio de Peña Nieto, donde de nueva cuenta los uniformados intentaron no asumir las consecuencias de sus actos, no representan a nivel poblacional un horror que haya manchado sin remedio a la institución militar.

Encima, Andrés Manuel responsabiliza de esos escándalos a los gobiernos del pasado, no a la milicia.

En virtud de ello, el primer tabasqueño de la nación llegó a considerar contraproducente el hecho de que en el Congreso se desactivara, porque sí se aprobó el famoso quinto transitorio, lo que creía que sería, por meses, “un buen pleito”: él quería que hubiera todo un debate sobre las Fuerzas Armadas previo a realizar, el año entrante, la consulta sobre el Ejército en tareas de seguridad, y sólo entonces buscar la aprobación legislativa.

Mas como al líder nacional priista le urgía que no lo metieran a la cárcel, propuso a Bucareli una fórmula y los votos para modificar la Constitución y, por ende, resultó que ya no se necesitaría la consulta. Empero, AMLO decidió que de cualquier manera hubiera pleito.

Porque el pleito es más que un distractor, tan es así que incluso puede servir para construir aspiraciones presidenciales.

Si el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, maniobró para que el Congreso aprobara la militarización de la seguridad hasta 2028, no por ello se iba a quedar sin las mieles mediáticas de la controversia que Palacio Nacional pensaba provocar para culpar a la oposición de “regatearle apoyo a las Fuerzas Armadas”.

En esas anda el titular de Segob, en “un buen pleito”: en contra de los gobernadores opositores de Jalisco, Nuevo León, Chihuahua… y a favor de los titulares de Defensa y Marina. Machacando verbalmente a aquéllos para quedar bien con éstos.

Y como amor con amor se paga, ¿alguien duda de que los uniformados, al ver cómo los defiende, podrían pronunciarse a favor de un candidato con el que se sienten a gusto?

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