La Feria

Elecciones e incertidumbre (retomando a Soledad Loaeza)

Por un lado habrá partidos que medirán con cautela sus pasos, mientras otro buscará maximizar el momento de tensión a fin de capitalizar toda la movilización de la que son capaces.

Salvo que ocurra un milagro en el Congreso de la Unión (y los milagros no existen), México irá a elecciones federales con un modelo electoral que generará incertidumbre no sobre el ganador de los comicios para la Presidencia (y otros puestos) –como actualmente–, sino sobre la competencia misma. Pero hay actores que lidian mejor que otros con la incertidumbre.

Hay un texto de la politóloga Soledad Loaeza en el libro Acción Nacional. El apetito y las responsabilidades del triunfo (El Colegio de México, 2010) donde expone algunas de las dinámicas que han acompañado a nuestras elecciones y la actuación de algunos partidos frente a las mismas.

Loaeza subraya que “en un sistema democrático los riesgos de una elección son limitados: pueden significar la sustitución de los gobernantes, pero las derrotas –al igual que las victorias– son necesariamente temporales, pero son riesgos calculados. En cambio, en regímenes autoritarios los riesgos que acarrea una elección son mucho más profundos, porque pueden poner en tela de juicio la continuidad de los actores políticos, la estructura misma de dominación”.

En ese capítulo, dedicado a la aversión que el PAN tiene al riesgo, la autora de El Partido Acción Nacional, la larga marcha, 1939-1994 expone que el viejo PRI armó leyes electorales básicamente para legitimar la renovación sexenal. Al correr del tiempo, paradójicamente, los comicios deslegitimaron al régimen, pues los fraudes electorales eran flagrantes, al tiempo que la autoridad moral de la oposición había crecido. Y en 1988 desaparecería la “función estabilizadora y legitimadora” de las campañas.

Loaeza apunta una cosa más que caracterizó al viejo PAN en la larga transición. “Habrá partidos, como el PAN, para los que el orden social es un valor y una prioridad de gobierno, por consiguiente, tienden a atribuir un valor negativo a la incertidumbre; en cambio, para partidos como el PRD o incluso el PRI, que mantienen referentes revolucionarios y provienen de una movilización extrainstitucional, la incertidumbre es una oportunidad, limitarla representa también restringir las opciones del partido. Asimismo, la actitud frente a la incertidumbre depende del tipo de bases sociales que quiere allegarse un partido: serán más aventurados aquellos que buscan representar a quienes “no tienen nada que perder”.

Si extrapolamos lo dicho por Loaeza, y si consideramos que la actual triada PRIANPRD se ha fundido en una alianza electoral y legislativa porque se convirtieron en jugadores que aceptan las mismas reglas, con parecida aversión al riesgo, porque adoptaron un modelo electoral que, con todos sus defectos, tendía a una normalidad donde “las derrotas son necesariamente temporales”, entonces queda claro que mientras la oposición resiste en el Congreso una contrarreforma electoral que implica riesgos, otro jugador se aboca a incentivarla.

Porque precisamente para Andrés Manuel López Obrador “la incertidumbre es una oportunidad” y “limitarla representa también restringir las opciones” de su partido.

Y aún más. Lo que el Presidente busca es modificar las campañas de forma tal que sus resultados no puedan poner “en tela de juicio la continuidad de los actores políticos, la estructura misma de dominación” que ha venido instalando en este sexenio.

De esa forma, Morena y AMLO quieren que haya elecciones que legitimen al régimen, pero que no supongan una pérdida del control del proceso. Y si para ello hay que generar y explotar la incertidumbre que otros actores resentirán, pues tendrán conciencia de que hay mucho en juego de la gobernabilidad, entonces por un lado habrá partidos que medirán con cautela sus pasos, mientras otro buscará maximizar el momento de tensión a fin de capitalizar toda la movilización de la que son capaces.

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