Tarde o temprano iba a ocurrir una desgracia en la capital de la República en coincidencia con una gira foránea de su gobernante. Ha sucedido este sábado con la Línea 3 del Metro mientras Claudia Sheinbaum se encontraba en Morelia. El percance, que no incidente como insisten en la jefatura de Gobierno, podría servirle para corregir su estrategia, y con ello blindar sus aspiraciones. No sabemos si lo hará.
Si los riesgos de la capital son muchos, y las giras demasiadas, como es doblemente el caso, entonces sólo era cuestión de tiempo para que sucediera una tragedia mientras Sheinbaum anda fuera del territorio que le fue encargado por los capitalinos en 2018.
Sin embargo, es prematuro culpar a Claudia de que dedicarse a su proselitismo tuvo algo qué ver con el choque de vagones que cobró la vida de una persona y dejó decenas de heridos. No hay evidencia de ello, y en todo caso no podemos esperar que su gobierno –incluida su fiscalía, que de autónoma no tiene nada– haga una investigación imparcial y exhaustiva que deslinde responsabilidades.
Pero como la jefa de Gobierno sí está en campaña, todo cuanto haga o deje de hacer se medirá desde esa condición. Por eso ante cada problema en la Ciudad de México, la pregunta será: ¿y la responsable ahora sí estaba o no en su oficina? He ahí el origen de sus errores de estrategia.
En sus tiempos de jefe de Gobierno, López Obrador retrasó cuanto pudo la oficialización de su calidad de suspirante presidencial. El “denme por muerto” tenía por propósito aliviar la presión de la que era objeto, de quitarse críticas, de blindar sus riesgos como gobernante.
Su pupila, en cambio, ha sucumbido demasiado pronto a la tentación de abrazarse a la posibilidad de la candidatura. El año pasado se asumió como candidata, contrató, con fondos no explicados suficientemente, a un asesor extranjero y dejó que le armaran una campaña con espectaculares tan visible como incordiante dentro y fuera de Morena.
#EsClaudia ha sido un éxito de posicionamiento, pero el reverso de la moneda es que tal visibilidad sirve también para magnificar los probables errores e insuficiencias de su administración.
López Obrador arrancó su quinto año de gobierno acelerando el paso para concluir obras como el Tren Maya. El Presidente no se distrae ni en giras internacionales. Lo único que quiere presumir aquí y afuera son sus programas y sus proyectos de infraestructura.
Sheinbaum, en cambio, decidió hace tiempo que para hacerse conocer nacionalmente necesitaba recorrer el país presumiendo su gestión. Ese es otro error de su estrategia: la capital se gana el reconocimiento, no va y lo presume hechizamente en los estados.
Más que firmar artificiosos convenios con gobernantes surgidos de su propio partido, para posicionarse a nivel nacional, a Sheinbaum le sobraría con hacer de la Ciudad de México un verdadero paradigma de gobierno eficiente y representativo de la diversidad implícita en la CDMX. Con estar siempre de gira en la capital.
Por desgracia no emprendió ese camino. Hoy su administración es conocida por no incluir a las y los alcaldes de la oposición, por utilizar la fiscalía para aprovechar políticamente la muerte de una joven, que fue tirada en Morelos, o eximir de plagio a una ministra en entredicho, etcétera.
#EsClaudia fue una estrategia prematura que le hará objeto de múltiples críticas, sobre todo porque hasta hoy sólo es una candidata de incierto palmarés que siempre tiene que ser rescatada por su jefe y partido; características no muy presentables nacionalmente en alguien que pretende la máxima magistratura del país.