La Feria

Oposición en tiempo real

A la oposición de nueva cuenta se le presenta una prueba frente a la cual ni puede quedar pasmada, ni debe dejar el campo abierto a López Obrador.

La semana pasada la dirigencia nacional del PAN tardó 48 horas en reaccionar en público a la sentencia condenatoria en contra de Genaro García Luna. En términos de ciclo mediático, se trató de una eternidad en silencio. Lo hicieron fatal.

AMLO, por su parte, y para sorpresa de nadie, de inmediato se dio un festín con ese tema. Que el jurado en Nueva York haya encontrado culpable al secretario de Seguridad de Felipe Calderón fue un regalo que seguirá explotando; tanto que incluso ha pretendido desprestigiar a quienes marcharon el domingo ligándolos con el preso en Estados Unidos.

El Presidente saca ventaja de cuanta coyuntura se le atraviesa. Si es irresponsable con sus ataques o falla a su obligación de representar a todos, es una cosa que siempre hay que denunciar. Pero políticamente él está en una batalla sectaria. ¿Desde la oposición están listos para ese enfrentamiento?

Si días atrás la dirigencia panista dio el mejor ejemplo de cómo los opositores no saben atajar una crisis ni lidiar con demandas informativas que hoy se viven en tiempo real, con la marcha del domingo a la oposición de nueva cuenta se le presenta una prueba frente a la cual ni puede quedar pasmada, ni debe dejar el campo abierto a López Obrador.

En su pugna contra quien él ve como adversarios, el Presidente tiene una agenda mediática de varias pistas. No escatima recursos públicos, pero tampoco decisión y empeño.

En cambio, en no pocas ocasiones la oposición se ha quedado un paso, o varios, atrás de lo que hace el Presidente y demanda la ciudadanía.

Con la megamanifestación del domingo, sus organizadores –activistas y partidos políticos– confirmaron su capacidad para articular una vigorosa protesta ciudadana en contra de medidas del gobierno lopezobradorista; ahora deben asegurarse de poder llenar prácticamente hora por hora el espacio mediático para no ceder en la batalla discursiva.

Antes de la irrupción de las redes sociales se podían medir los ciclos noticiosos en periodos de 24 horas; ahora eso se ha reducido a una constante que prácticamente no conoce pausa.

El presidente de la República nunca se asumió como el representante de todos. El día de su toma de posesión prometió eso, pero fue de dientes para afuera. Sus actos han sido, todos estos años, los de un líder que desprecia a quienes no se le someten (y hasta a algunos de quienes se le rinden, pero ese es otro tema). Por ello dedica buena parte de su agenda a combatir a partidos, sectores (prensa) y ciudadanos que se le oponen.

En dos ocasiones ya, el 13 de noviembre y el 26 de febrero, activistas y oposición formal han demostrado capacidad para canalizar, en protestas públicas contundentes, el sentir de ciudadanos que resienten y rechazan los intentos de López Obrador por modificar y tripular el modelo de elecciones existente en México.

Típico de él, el Presidente respondió ayer descalificando que sea el tema de las reformas al Instituto Nacional Electoral el que anime a esas miles y miles de personas a manifestarse. Las etiquetas con otros adjetivos para denostarlas como meras defensoras de supuestos privilegios del pasado. Los ataca y desdeña sin cesar.

Eso no sorprende. Por ello mismo, tras sus exitosas marchas, oposición y activistas deben mostrar que están listos también para mantener en tiempo real con Palacio Nacional unas vencidas mediáticas, extenuantes pero indispensables si no quieren ser avasallados.

No vale que la oposición se queje de que AMLO aprovecha cada coyuntura, sino de estar a la altura de lo que los ciudadanos han demandado para contrarrestar los arrebatos presidenciales.

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