Ahora que un avión de DHL aterrizó en el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles para que lo viera llegar el presidente Andrés Manuel López Obrador (en realidad la aeronave llegó un día antes), en un evento con el que se “inauguraban” los vuelos de carga en el AIFA, recordé el adelanto de un libro publicado en The Atlantic hace un año.
Se trata de un extracto de Things are never so bad that they can’t ger worse. Inside the collapse of Venezuela, de William Neuman.
Ahí se cuenta que, rumbo a las elecciones venezolanas de 2012, el presidente Hugo Chávez se esforzó en seducir votantes: lo mismo regalaba televisiones y autos que anunciaba grandes obras, entre ellas el Cabletrén Bolivariano en Petare, en Caracas, donde la oposición había desplazado al chavismo.
Se anunció como una de las partes de un gran plan de movilidad, que incluiría conexiones con un nuevo metro y otros trenes. “Pero los proyectos nunca se construyeron, por lo que el Cabletrén Bolivariano se convirtió en un tren a ninguna parte”.
La obra fue encargada a Odebrecht (sí, la brasileña) y a la compañía austriaca Doppelmayr, experta en esos trenes. Cuando las elecciones se acercaron, cuenta Neuman, el régimen les dijo a los austriacos que Chávez quería tener un evento en el tren. “¿Podría hacer un viaje inaugural? ¿O uno de prueba?”.
Los constructores contestaron que era una idea interesante, pero que el sistema que se requería para mover el tren no había sido instalado. Había vías, pero poco más: vaya, ni electricidad.
“Los oficiales del gobierno escucharon la explicación y repitieron: el presidente quiere viajar en el tren”, narra Neuman, quien incluso dice que Haiman El Troudi, ministro de Transportes, sentenció: “Ningún ingeniero europeo va a decirle al pueblo de Venezuela qué puede o qué no puede hacer”.
Con un cargo extra de un millón de dólares, los austriacos se las ingeniaron para hacer que el tren se moviera con Chávez encima. Doppelmayr ensambló un vagón en la estación Petare II (una de las tres programadas en la vía de kilómetro y medio de largo). Y con un cable provisional moverían el tren en la visita programada para ocho días antes de la elección.
Chávez llegó a las 3:30 pm. La ceremonia, por supuesto, estaba siendo televisada en vivo. El vagón se aproximó a donde estaba el presidente, que fue acompañado por Nicolás Maduro. “Esto es el trabajo del gobierno socialista para que cada día el pueblo viva mejor. Esa es la idea, como dijo Cristo, a Dios lo que pertenece a Dios, al César lo que pertenece al César y al pueblo lo que pertenece al pueblo”.
Pero el tren se acercaba tan despacio que Chávez incluso preguntó si siquiera estaba en movimiento. El presidente cuestionó cuándo estaría en operaciones el tren, el ministro El Troudi dijo que en un par de meses, cosa que festejó ruidosamente el mandatario venezolano (Neuman explica que el colaborador del comandante mentía a sabiendas).
“Esto es sólo posible”, dijo Chávez a la multitud haciendo una pausa teatral, “por el socialismo”.
Al final se subió tanta gente al vagón que incluso se puso en riesgo a quienes hacían ese show. Días después el comandante Chávez ganó, como se sabe, la elección.
Al AIFA se puede llegar como viajero turístico. Pero llevar o sacar de ahí carga es cosa muy distinta. Para ello se podría pensar en concesionar una vía a Aleática (ex-OHL, ¿remember?). A ver quién se avienta ese trompo a la uña. Mientras tanto, tuvimos el martes show del avión de carga.