La Feria

¿Cuál es el futuro del denostado García Harfuch?

Los morenistas han cruzado una línea y será difícil regresar las cosas a un nivel de integración una vez que se dé a conocer el resultado de la encuesta capitalina.

Dos escenarios.

Primero:

Primer acto: Omar García Harfuch pierde –ya saben, el ponderador es veleidoso– la encuesta por la candidatura de CDMX. Reconoce la decisión, o la cuota de género, y se pliega al dictado de Morena. Clara Brugada es virtual candidata, los que se oponían al policía celebran: la izquierda se ha salvado.

Segundo acto: Claudia Sheinbaum invita a Omar a integrarse a los trabajos de diseño de –todavía no se puede decir con todas sus letras– la política anticrimen para todo el país. Se entiende que lo querrá de secretario de Seguridad, de contrapeso a los generales, de su hombre contra la violencia.

Tercer acto: qué dirán de esa invitación quienes desde el filomorenismo hoy cuestionan a García Harfuch por sus antecedentes familiares (¡?), su paso por la Policía Federal en tiempos de Peña Nieto (por supuesta carencia de exámenes de confianza, por Ayotzinapa, etcétera), y porque no es de izquierda…

Como nunca antes (ni siquiera con una candidatura cuestionada como la de Félix Salgado Macedonio se dio una revuelta interna de esta magnitud), en el lopezobradorismo un candidato propio es rechazado con tal vehemencia que obliga a cuestionar cómo llegó hasta aquí y qué futuro le depara.

Porque no estamos entre dos bandos, uno que prefiere a la alcaldesa de Iztapalapa, Clara Brugada, y otro que se inclina por García Harfuch. No: se ha cruzado una línea y será difícil regresar las cosas a un nivel de integración una vez que se dé a conocer el resultado de la encuesta capitalina este fin de mes.

Porque el otro escenario es todavía más retador:

Primer acto: Clara Brugada reconoce que no pudo acercarse en los sondeos al exjefe de la policía y que éste será el candidato de Morena a gobernar la capital. Ella acepta ser coordinadora de territorio de la campaña de Omar y, disciplinada, promete una movilización inédita a favor de su vencedor.

Segundo acto: Harfuch, que ha dicho –con Ciro Gómez Leyva, por ejemplo– que son unos cuantos quienes en Morena protestan su candidatura, invita a éstos a sumarse a su equipo de trabajo sobre diagnósticos y propuestas que, llegado el momento, darán a conocer para la capital.

Tercer acto: ¿los abajo firmantes se suman a la campaña de García Harfuch? ¿Le tramitan una membresía exprés en la izquierda? ¿Borran tuits, retiran sus denuncias, firman su adhesión al nuevo jefe político de la CDMX? ¿Entran en fase de resistencia? ¿Mantienen sus críticas? ¿Negocian? ¿Qué?

Qué bueno sería tener un debate entre Brugada y García Harfuch. La ciudadanía podría escuchar de viva voz lo que las precandidaturas más adelantadas del morenismo tienen qué ofrecer para los problemas de la Ciudad de México.

En cambio, Morena elegirá sin contrastar a su abanderado, quien a su vez tiene una buena oportunidad de ser la o el próximo jefe de Gobierno. Y uno de esos precandidatos disgusta, y hasta preocupa, a morenistas vocales. Y precisamente ése es el más conocido, y parece que el más popular también.

De ahí que el escenario probable es el 2. Pero aun si el futuro de Omar no está en la candidatura, si el ponderador o el género lo manda al eventual gabinete, será ya un personaje con un estigma, bajo sospecha de trampa, con un antecedente de que genera profundo recelo. Cortesía de los de Morena.

¿Como se tapa o borra todo eso en caso de que García Harfuch se vuelva brazo derecho de Sheinbaum rumbo a la Presidencia o incluso candidato capitalino de Morena? Esta carrera interna tiene ya un saldo negativo.

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