De manera atropellada, en el debate de antenoche Xóchitl Gálvez anunció que si gana la Presidencia transparentará desde el día uno las megaobras de López Obrador. Quizá para muchos pasó inadvertida esa promesa, difícilmente para el Ejército.
Fechado en Ciudad de México el 28 de abril de 2024, con membrete de los tres partidos que la respaldan al calce, el documento torpemente exhibido por la candidata opositora dice así:
“Compromiso por la transparencia y la información de las ciudadanas y ciudadanos:
“Yo, Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz, candidata a la Presidencia de los Estados Unidos Mexicanos por la coalición Fuerza y Corazón por México, integrada por los partidos Acción Nacional, Revolucionario Institucional y de la Revolución Democrática,
“ME COMPROMETO SOLEMNEMENTE a firmar, de manera inmediata, y sin ningún tipo de reserva, el primero de octubre del presente año, un DECRETO PRESIDENCIAL que libere la información detallada, transparente y veráz (sic) de las obras públicas del Aeropuerto Felipe Ángeles en el Estado de México; de la refinería de Dos Bocas en Tabasco, del Tren Maya en la península de Yucatán, y de la cancelación del Aeropuerto Internacional de México en Texcoco.
“Atentamente, rúbrica”.
A pesar de que hizo un mejor debate el domingo, Xóchitl carece de dominio escénico. A eso se puede atribuir que el compromiso que lanzó haya resultado en un tirititito, cuando podría ser exactamente lo contrario.
Si hubiera respirado un poco, si no se hubiera atragantado con la metralla en contra de la candidata morenista, Claudia Sheinbaum, si hubiera leído pausadamente, con firmeza y claridad de presidenta, su promesa, quizá hoy muchos estarían girando en torno a eso.
Porque lo que Gálvez dijo no es menor. Ella prometió tener lista la pluma, y los abogados que la asesoren, para revertir cuanta instrucción, formal o informal, de gran opacidad haya determinado quien dejará la Presidencia el primer minuto del 1 de octubre.
Las alternancias sirven (o deberían servir), fundamentalmente, para eso: para corregir perniciosas decisiones de algún gobernante, para dar marcha atrás a cosas que atentan contra el bien público, para fiscalizar a quienes se van, no en una cacería de brujas, sino por mínima rendición de cuentas.
Andrés Manuel recurrió al Ejército y a la Marina para sus grandes proyectos. Para construirlos y/o para administrarlos. De los mencionados por Gálvez al ofrecer su decreto, la refinería de Dos Bocas y el NAIM de Texcoco no tienen involucramiento militar (aún).
Pero sobra con Tren Maya y el Felipe Ángeles para preguntarse qué opina el Ejército de que quien podría convertirse en la comandante suprema de las Fuerzas Armadas ofrece que desde el primer día se abrirán los archivos de esas obras.
Gálvez dio a conocer su propuesta a escasas 36 horas de haberse encontrado con miembros del Ejército en retiro (columna de ayer de Raymundo Riva Palacio). Seguro irán saliendo detalles de ese cónclave, pero la oferta no puede ser casualidad: ella sabía que iba a presentar ese compromiso y lo más probable es que sepa que hay segmentos castrenses que no se lo tomarían a mal.
En un debate caracterizado por las descalificaciones, Gálvez intentó una avezada movida, pero no supo sacar raja de su idea para poner contra la pared a su contrincante: Sheinbaum difícilmente puede manifestar en público su compromiso con un decreto similar.
Gálvez ha lanzado un mensaje claro al gobierno de AMLO y a las Fuerzas Armadas: serán fiscalizados. A saber si los mexicanos le premiarán en las urnas esa propuesta, de levantar a los militares las solapas para revisar sus manejos en este sexenio.