La Feria

La Presidenta y la jueza

Claudia Sheinbaum respondió desproporcionadamente a la resolución de la jueza Nancy Juárez porque cree que mostraría debilidad si tolera cualquier obstáculo.

A mi madre, en sus primeros 80

¿Por qué una Presidenta con casi 36 millones de votos, mayorías absolutas en el Congreso, dominio en gubernaturas y pletórica en su bono de credibilidad la emprende en contra de una desconocida jueza del interior del país, una de muchas? Hay varias respuestas.

La que no convence es aquella que sostiene que Claudia Sheinbaum está viendo crecer en el seno de los juzgados la resistencia a la elección de impartidores de justicia, y que por ello van por la jueza de Coatzacoalcos, Nancy Juárez.

A pesar de su legitimidad, las protestas de los y las trabajadoras del Judicial no han trastocado ni la agenda informativa, vaya.

El paro y las manifestaciones de esos integrantes del PJ se alimentan de dos turbinas que, lejos de perder fuerza al correr de las semanas, mantienen su potencia: desconfianza de varios planos en Morena, y rechazo a perder la carrera judicial.

La Presidenta no los va a convencer, por más que repita que esos trabajadores pueden estar tranquilos porque sus derechos están protegidos por la ley. Es precisamente la manera en que Morena trata la ley que hace que muchos de ellos duden de Sheinbaum.

Lo anterior, aunado a otro discurso insustancial: cuando la Presidenta y sus compañeras y compañeros del Congreso dicen que siempre escuchan, quienes están en protesta saben que, como antes con las madres buscadoras u otros opositores, tal apertura es puro teatro.

¿Emprenderla contra la jueza telegrafía lo que puede seguir en contra de sus compañeros si siguen en paro? No necesariamente. Menos si esa jueza no se convierte en una líder o un símbolo, cosa que no ha ocurrido. No, insisto, mientras no crezca suficientemente la resistencia: Morena proviene de bloquear Paseo de la Reforma; cerrar unos juzgados no compite.

Claudia Sheinbaum responde desproporcionadamente a una resolución judicial, antes que nada, porque cree que mostraría debilidad si tolera, tan pronto y en un tema crucial para su movimiento, cualquier obstáculo.

Morena antes y ahora no concede espacio al equilibrio de poderes, a la libertad judicial, a la crítica en la opinión pública y, desde luego, al debate parlamentario entendido como una forma de aceptar retroalimentación y negociar iniciativas.

Lo desproporcionado de la reacción presidencial –incluido amagar con juzgar a la jueza– a una resolución que podía ser atacada de otra forma obedece a que Juárez, con apenas un pellizco normal en un sistema democrático, sacude el sistema nervioso del oficialismo.

Ese tremor porque alguien les pone en evidencia, los lleva al desfiguro no sólo del desacato de la mandataria, de suyo grave y que fija un pésimo precedente, sino a que el Senado de la República se instituya con quién sabe qué atributos en tribunal que permite desacatos. (¡?)

La segunda respuesta es un mensaje hacia la Suprema Corte. Lo mismo harán con todas y cada una de las resoluciones sobre la reforma judicial que el máximo tribunal tome. Jaque mate anticipado. ¿Quién va a hacerle cumplir a Morena sus desacatos? ¿La FGR?

Tercera: Sheinbaum sabe que algunos obradoristas dudan de ella. Más que no tener alternativa –porque, como apunté líneas arriba, ella cree en lo que está haciendo–, abraza fervientemente la causa para que quienes regatean su liderazgo no tengan pretexto alguno.

Finalmente. En Morena, más que para ejercer el poder, están formados para la toma del poder. Y en medio del asalto con el que se harán del Judicial, no hay jueza ni amparo ni ley que valga. Sólo importa la causa. Y ni una ni mil jueces, hasta ahora, los detendrán.

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